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La insignia
19 de junio del 2005


El dilema turco


Adrián Mac Liman
CCS. España, junio del 2005.


“Turquía tiene el corazón en Oriente y la cabeza en Occidente”, solían decir, allá por la década de los 20, los seguidores de Mustafá Kemal Atatürk, artífice de la revolución que convirtió el Imperio Otomano en un Estado moderno y laico, en un país dispuesto a hacer suyas las estructuras política y jurídica de las naciones del Viejo Continente. Turquía inició su acercamiento a la cultura europea hace ya más de 80 años. En el camino, los hijos de Atatürk tropezaron con los intereses de las grandes potencias coloniales, con los altibajos provocados por dos Guerras Mundiales y con la animadversión e incomprensión de algunos políticos europeos, poco propensos a olvidar las batallas libradas por los soberanos centroeuropeos contra los otomanos.

En 1963, cuando las autoridades de Ankara firmaron el primer Acuerdo de Asociación con la CEE, Turquía parecía encaminarse hacia la deseada integración en el concierto de naciones democráticas. Pero, se trataba de una simple quimera.

Las relaciones con Bruselas atravesaron largos períodos de crisis, debidos tanto a las carencias del sistema político turco como a la vieja enemistad con Grecia, país que cruzó el umbral de la CEE a finales de los 70. La intervención militar de Turquía en Chipre (1974), ordenada para impedir “la anexión de la isla” por el régimen de los coroneles, acentuó el malestar en las relaciones entre los dos vecinos. Treinta años más tarde, Turquía conseguía una fecha para el inicio de las negociaciones relativas a su posible ingreso en la UE. Las consultas darán comienzo el 3 de octubre próximo, siempre y cuando “los 25” no decidan aplazar nuevamente el deseado diálogo.

En las últimas semanas se han registrado tímidos indicios de cambio en la actitud de Turquía. Tras la celebración de los referéndum convocados por las autoridades galas y holandesas, que pusieron de manifiesto el rechazo de la ciudadanía a la Constitución Europea, los pobladores del país otomano empezaron a cuestionarse su adhesión. En ambos casos, la propaganda xenófoba desempeñó un importante papel en la toma de decisiones de los europeos. Algunas agrupaciones políticas francesas no dudaron en vincular el “no” a la Carta Magna al rechazo de Turquía. Ante ese estado de cosas, importantes sectores de la clase política y empresarial turcas volvieron a barajar la opción de la “amistad tradicional” de Ankara con el “gran hermano” estadounidense; un aliado abandonado y “traicionado” durante la guerra de Irak, cuando el Gobierno turco optó por seguir el ejemplo de París y Bonn.

Al dirigir su mirada hacia la otra orilla del Atlántico, los turcos tratan de expresar su desconfianza en una Europa cada vez más reacia a su integración. Para los democristianos, el ingreso de Turquía equivale a la presencia en el “club” de un país musulmán que cuenta (o contará) con una población de 80 millones de personas, cuyos niveles de desarrollo y riqueza serán muy inferiores a la media europea. A ello se le suma la situación geoestratégica del país, en los confines de Asia, una de las zonas más conflictivas del planeta.

Sin embargo, el primer ministro turco, Recep Tayyep Erdogan, estima que la pertenencia de Turquía a la UE representa una baza para el Viejo Continente, tanto desde el punto de vista político como de la seguridad y defensa. La integración de Turquía convertiría a Europa en una potencia capaz de incidir en los asuntos mundiales.

“Nuestra presencia en Europa facilitaría el mantenimiento de la paz, estabilidad, seguridad y bienestar en Oriente Medio, Asia Central y la región del Cáucaso”, señalaba recientemente Erdogan. Otra ventaja es el ejemplo que podría mostrar Turquía a los demás países musulmanes, poniendo de manifiesto la posible y deseable convivencia del Islam con la modernidad y con los valores de Occidente.

Hasta ahora, el país creado por la revolución kemalista ha demostrado claramente la compatibilidad de la herencia musulmana con la tradición democrática de Occidente. El los últimos años, Turquía ha modificado su legislación, adecuándola a los estándares europeos, los sucesivos gobiernos han tratado de reformar las estructuras económicas y luchar eficazmente contra la corrupción. Según los informes elaborados por la Comisión Europea, los resultados obtenidos hasta la fecha son convincentes. ¿Sabrá Europa aprovechar esta coyuntura? ¿Y los turcos? Ante una Europa en crisis, los pobladores del país otomano se preguntan: ¿cuál es nuestro mejor aliado: EEUU o Europa? Hoy por hoy, más de la mitad de la población turca es partidaria del ingreso en la UE. ¿Lo será dentro de 10 ó 15 años?



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