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La insignia
15 de junio del 2005


La Suiza de Europa


Luis Peraza Parga
La Insignia. México, junio del 2005.


Todos conocemos esa expresión de que un determinado país es "la suiza" de tal o cual continente. Su longeva democracia, su espléndida neutralidad hasta extremos irritantes, su paradisiaca fiscalidad, su famoso secreto bancario (¿qué delincuente de cuello blanco o dictador sanguinario no posee una abultada cuenta bancaria en Suiza?) tantas veces cinematografiado, su altísimo nivel de vida y prestaciones sociales, sus chocolates y vacas en prados inmensamente verdes han convertido a Suiza en eterno modelo de democracia, desarrollo económico y paz perpetua. Veintiséis cantones y cuatro regiones lingüísticas amalgaman esta original confederación que se comunica cotidianamente con sus habitantes a través de referendos y consultas directas a la población al más puro estilo ateniense.

Sin embargo, no todo es tan idílico y si se rasca, se encuentra. Esto es lo que ha hecho el comisario del Consejo de Europa, viajero de los derechos humanos que recorre, infatigablemente, las cuarenta y seis naciones de una jurisdicción encomendada desde 1999. Durante los primeros días de diciembre del 2004 se trasladó allá para primero, identificar las carencias en la ley y en la práctica suiza con respecto al cumplimiento de los derechos humanos y segundo, asistir al país y con su acuerdo, en los esfuerzos para remediarlas. Se entrevistó con los más altos funcionarios cantonales y federales, sobre todo en las áreas de exteriores, interior, policía y racismo, con dirigentes de la sociedad civil organizada y con representantes de organismos internacionales, visitó dos prisiones y las celdas de detención de dos centrales de policía, un centro de buscadores de asilo, etc.

El comisario detectó actitudes de rechazo contra el extranjero que arriba al país por persecuciones políticas, huyendo de la pobreza extrema o introducido por las promesas de los traficantes de humanos; en definitiva, por razones esencialmente humanitarias. Su derecho a vivir en territorio suizo no ha sido todavía determinado o ya ha sido denegado. Ellos serían "los otros" que viven en la parte oscura del brillante cuadro suizo protector de los derechos humanos.

El 20 % de los casi siete millones y medio de personas que viven en Suiza es extranjero debido a la dificultad de adquirir la nacionalidad, incluso vía nacimiento en territorio suizo, ya que prima el llamado ius sanguini. Los italianos y los ciudadanos de la antigua Yugoslavia son los contingentes más numerosos. Las peticiones de asilo han caído drásticamente desde las más de cuarenta mil de 1998 a las exiguas catorce mil del 2004, de las que sólo el 8,5 % fueron aceptadas.

Después de analizar las diferentes situaciones de los extranjeros que llegan a la frontera suiza o a uno de sus dos aeropuertos internacionales, el comisario critica, por ser contrario al derecho internacional convencional, el llamado reenvío inmediato, que cercena la posibilidad de solicitar asilo en circunstancias adecuadas, obtener una decisión razonada de rechazo e incluso apelarla tal y como queda consagrada en el instrumento internacional más importante: la Convención de 1951 sobre el estatuto del refugiado, mejor conocida, precisamente, como la de Ginebra.

La inmediata calificación, sin posibilidad de apelar, sin intérprete y sin procedimiento, como "no elegible para admisión en territorio suizo" dificulta gravemente el ejercicio del derecho de asilo. No le parece justo que el simple hecho de no presentar documentos acreditativos de la identidad, que puede obedecer a razones legítimas, acarree la consideración de petición abusiva o mal fundamentada y el consiguiente rechazo de la misma. Tampoco le parece justo que si los antecedentes del inmigrante arrojan el dato de que fue residente ilegal en Suiza con anterioridad, o si sus declaraciones son contradictorias (o incluso que provenga de un país de los considerados "inseguros"), le excluyan de un análisis veraz y completo de su candidatura.

El comisario aboga por un examen individual de los méritos de la candidatura que, teniendo en cuenta todos esos datos a priori negativos, puedan ser desvirtuados por una necesaria realidad de protección. También están los "sin papeles" con una cifra incierta entre 90.000 y 300.000 que, en su momento, entraron legalmente para trabajar y que cumplido su tiempo decidieron, después de una solicitud de asilo infructuosa, camuflarse entre la población y vivir y trabajar al margen de la ley. Algunos métodos para rastrear a inmigrantes ilegales como el seguimiento de niños desde sus escuelas hasta sus hogares pueden traer como consecuencia su salida de la enseñanza para conjurar esta posibilidad marginando más, si cabe, a estos niños.

El informe analiza otros asuntos; sin embargo, el gran problema de Suiza estriba en el tratamiento de "los otros", en donde las autoridades suizas y el procedimiento aplicable deberían alinearse con las deseables normas internacionales de derechos humanos, respetando siempre los derechos y la dignidad de los extranjeros e interpretando las leyes y los procedimientos en el sentido más humano e integral posible.



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