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La insignia
9 de junio del 2005


Espoirs


Ignacio Ramonet
Traducción para el Grupo de Estudios Comparados
Euroafricanos y Eurolatinoamericanos
: Carlos Ortiz de Zárate

Publicado originalmente en Le Monde Diplomatique


Una vez más, cuando pronunciaba su " no " de forma tan rotunda, al proyecto europeo de tratados constitucional, el 29 de mayo de 2005, la Francia rebelde ha cumplido con su papel histórico de "nación política por excelencia". Nuestro país ha zarandeado, brutalmente, al viejo continente, al infundir, de nuevo, en el mismo, la esperanza de los pueblos y la inquietud de las élites consolidadas en el poder. Francia ha vuelto a asumir su "misión histórica" cuando ha mostrado, por la audacia de sus ciudadanos, que podemos escapar a la fatalidad y al imperio de los determinismos económicos o políticos.

Este "no" es, ante todo, un freno a la pretensión de imponer en todo el mundo, en contra de los intereses de los ciudadanos, un único modelo económico: el que está definido por el dogma de la globalización.

El modelo en cuestión había sido ya objeto de rechazo desde los 90, por diversos movimientos de resistencia, como lo fue, por ejemplo, el gran movimiento social que se produjo en Francia a partir de noviembre de 1995 o en Seattle (1999), donde surgió el Foro Social Mundial de Porto Alegre (2001), que se mantuvo en los acontecimientos de Génova (2001)- el movimiento altermundialista". Observamos movimientos similares en diversos territorios, de Argentina a India, pasando por Brasil. La negativa francesa que se produce en la actualidad es, sin embargo, la primera respuesta electoral que se ha producido en un país desarrollado que dice "no" al modelo de globalización ultraliberal.

Los editoriales de los medios más poderosos, como si se tratara de germicidas que se encontraran ante especies que daban por exterminadas, tratan de camuflar el "no" masivo francés. Aquellos, en su mayoría, habían participado en una batalla unilateral por el " sí", en la que habían calificado a sus oponentes de "populistas", de "xenófobos", de "demagogos", de "masoquistas", etc. que no pueden adaptar al contexto actual, que ha hecho fracasar estrepitosamente sus tesis. Nos encontramos ante un fantástico esfuerzo de concesión realizado por unos representantes que no comprenden y que aún soportan menos que el pueblo (término que no usan sin haberse tapado, previamente las narices) se haya negado a obedecer las recetas de la "sede de la razón" europeísta. En esta ocasión el pueblo ha acudido a las urnas: solamente se ha registrado 30% de abstención, frente al 57% que se produjo en las elecciones al Parlamento europeo del año pasado

Esta movilización, que se ha producido muy especialmente en las clases populares y entre los jóvenes, respondía a una consulta sobre un tema árido: un texto de 448 artículos, acompañado de los pertinentes anexos, declaraciones y protocolos que se pretende erigir en representante exclusivo de la democracia. El pueblo ha tomado su revancha: a la exclusión a la que se le quiere imponer este impone su intención de recuperar su propio espacio.

Desde sus orígenes en 1958 y especialmente desde la firma de la Acta Única Europea de 1986, la construcción comunitaria se ha cimentado en la reducción de las competencias de los Estados miembros. El Tratado de Maastricht (1992), y posteriormente, el pacto de estabilidad y desarrollo (1997), han despojado a aquellos de dos herramientas esenciales de la acción pública: las políticas monetaria y presupuestaria. Además una tercera herramienta esencial del Estado, la política fiscal, está cada vez menos en manos de éste, puesto que se encuentra inmersa en una lógica imperante de "defensa de la competencia".

Los ciudadanos han comprendido que el tratado que se sometía a su aprobación "constitucionalizaba", en el ámbito europeo, la competencia exacerbada que implica no solamente a las relaciones de producción de bienes y de servicios, sino a la confrontación de modelos sociales y políticos, a los que se ha sumergido en un proceso descendente. Los escasos avances democráticos que contenía este tratado no parecen suficientes para justificar la cimentación del imperio de la competencia que consagraba el tratado, así como los efectos del mismo en la limitación de las materias de decisión de los ciudadanos en las futuras consultas electorales.

El voto "no" es un voto muy bien informado por miles de encuentros, de debates y de lecturas; las publicaciones relacionadas con esta Constitución han encabezado las listas de títulos más vendidos en librería durante los últimos meses. Los ciudadanos han hecho frente a la propaganda del Estado, que ha sido difundida por la mayoría de los medios de comunicación, oponiendo su propia opinión a la misma. Estos han contado con la ayuda del trabajo de hormiga de múltiples colectivos que se han activado espontáneamente por todo Francia, especialmente los comités locales de ATTAC. Este despliegue es un himno a la democracia. ..

¿Es un voto nacionalista? En absoluto, puesto que la mayoría de lo "noes" eran europeístas. No se han equivocado todos esos sindicalistas o militantes de asociaciones de muchos países miembros de la Unión Europea que en sus propios territorios o en la campaña francesa, han manifestado su apoyo a la aspiración la otra Europa que defienden las fuerzas vivas del "no". Despojados del derecho a pronunciar su propio "no" muchos han tomado de los resultados franceses su voto por procuración.

En el extranjero, algunos han interpretado este "no" como el síntoma del debilitamiento europeo frente a EEUU, que liberaría a la potencia americana del único contrapeso. Esta interpretación es un error: por el contrario, la Constitución hubiera acercado aún mucho más la Unión Europea (especialmente en el dominio militar) a Washington.

Estamos, así, ante una situación nueva que nos permite replantear el sistema de valores y las reglas que deben regir la voluntad de unir Europa. Esta voluntad de vivir juntos no podría reducirse a los mínimos, que representan la libertad de circulación de capitales, de bienes, de servicios e incluso de personas. Si nos contentamos con eso, el "no" del 29 de mayo no paraliza nada. Por el contrario, esta respuesta nos permite concebir esperanzas.



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