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La insignia
9 de junio del 2005


Después del no francés, ¿qué Europa?


Juan Castaingts Teillery (*)
La Insignia. México, junio del 2005.


Me encuentro en Francia en año sabático. He seguido con mucho cuidado el debate sobre la Constitución europea y estoy estudiando la economía francesa y europea. La mundialización o la trilateralización como prefiero llamarla, es un hecho fundamental de nuestra realidad; México no está solo y no se puede comprender por sí mismo. El mundo actualmente es un hecho social total y requiere de un esfuerzo importante para comprender que nuestro país es una parte de un conjunto de eslabones interrelacionados. No es fácil ser economista hay día pero hay que intentarlo.

Tanto antes como después del referéndum, hubo un conjunto de advertencias en el sentido de que un no a la Constitución Europea, sería el "colapso", "un callejón sin salida", "una parálisis" para Europa. Los franceses en general, se pretenden cartesianos y racionalistas pero, junto al cartesianismo existe el lenguaje florido y exagerado y, en ocasiones, exuberante. En realidad, desde nuestro punto de vista, Europa no se paraliza, no hay retroceso, sino sólo un alto temporal, una zona de turbulencias, un impulso a la discusión, que es cierto puede tomar algunos años, pero que no necesariamente implica una parálisis.

Hay que tener presente que la construcción de un Estado o cuasi-Estado supranacional, en el cual intervienen nacionalidades diferentes que han estado en conflicto durante un largo período de su historia, es una tarea muy complicada y prácticamente sin antecedentes en la historia del mundo. Los anteriores Estados supranacionales eran imperios que se conformaban por medio de las armas. En Europa misma, la construcción de cada nacionalidad, de cada Estado, fue tarea que requirió de varios siglos.

Hay que reconocer que, desde la Comunidad del Carbón y del Acero iniciada en la década de los cincuenta se han dado pasos gigantescos, casi increíbles. Europa se encuentra en un estado avanzado de su formación y quizá un alto temporal y una turbulencia conduzcan a una reflexión y a una reorientación que será benéfica. Desde nuestro punto de vista había buenas razones para votar y también para votar no. Las razones del eran un poco más fuertes. Es cierto que el proyecto de Constitución tenía algunos avances de tipo social e institucional. En lo institucional por ejemplo, es un poco de más poder al parlamento, el hecho de dotar al Consejo Europeo de un presidente y de establecer un ministro de Relaciones Exteriores de Europa. En lo social, la parte segunda de la Constitución sobre los derechos ciudadanos y sociales, el hecho de que la privatización de los servicios públicos no sea obligatoria, etcétera. Pero también es cierto que en su conjunto, la Constitución haría una Europa demasiado rígida, con pocas capacidades de actuar en función del porvenir o de reaccionar atendiendo a las rivalidades presentes. De esto nos ocuparemos en próximos artículos.

Hubo una fuerte dosis de reflexión y de buenos análisis. Se buscó convencer por parte de los impulsores del y del no. Hubo un esfuerzo ciudadano para buscar entender la Constitución y votar en términos de una reflexión. Pero también hubo todo tipo de retórica que sólo buscaba persuadir haciendo un llamado a los sentimientos, a los imaginarios colectivos como por ejemplo, la idea de grandeza de Francia, del poder que ésta debería de tener en el seno europeo y mundial; se atizaron miedos: al derrumbe de Europa (del lado de los promotores del si), al peligro de desempleo y caída de los salarios (del lado del no).

El grueso de los votantes ya había tomado su decisión bastante antes del referéndum. De hecho, un 79% había decidido con anticipación; 56% desde hacía bastante tiempo y 23% durante la campaña.

El no que ganó es contradictorio, ya que integró a la extrema derecha, a la extrema izquierda y a una parte importante de la izquierda. Sin embargo las tres principales causas por las cuales se votó no fueron:

1. La situación económica y social. Lo clave fue el miedo al desempleo, a las deslocalizaciones de las empresas, de la competencia de trabajadores de los nuevos países europeos. También el desencanto, porque se les prometió mucho con Europa y el Euro, y actualmente Francia está sumergida en el estancamiento.
2. Se considera que la Constitución es demasiado neoliberal. Hay hartazgo del neoliberalismo y del gobierno del Presidente Chirac.
3. Se piensa que es factible una renegociación.

En síntesis, todo queda abierto y lo que sucederá es muy importante, no sólo para Europa, también para México.


(*) Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
Correo electrónico: castaingts42-juan@yahoo.com.mx



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