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La insignia
25 de junio del 2005


Guatemala

Liberalismo e interés nacional


Mario Roberto Morales
La Insignia*. Guatemala, junio del 2005.


Mi artículo del miércoles pasado, "El liberalismo y la creación de riqueza", suscitó, para mi sorpresa, comentarios favorables de muchos lectores, entre los cuales se cuentan algunos de los más militantes neoliberales guatemaltecos. Mi sorpresa ha sido doble porque las ideas expresadas en ese artículo las he manifestado más de una vez en diferentes formas, pero hasta ahora llamaron la atención. Básicamente, las ideas son las siguientes:

1. En su vertiente más democrática, el liberalismo propone crear riqueza por medio de la expansión de la propiedad privada y el desempeño empresarial extendido, para que haya más productores, más fuentes de trabajo asalariado y más consumidores. En otras palabras, propone democratizar el capitalismo estimulando la producción diversificada por encima del acaparamiento monopolista y oligárquico de los medios y los procesos productivos. El papel que el liberalismo más democrático le otorga al Estado es el de regulador de la actividad económica como garante de la libertad de mercado, en contra de toda suerte de prácticas monopolistas, entendiendo esta libertad como la expansión sin cortapisas de la mediana y la pequeña empresas, a fin de consolidar una sociedad de amplias capas medias y reducidas elites económicas y masas empobrecidas.

2. El neoliberalismo es una ideología oligárquico-empresarial que sueña con abolir el Estado como poder económico. Enarbola principios liberales pero con el objetivo de depositar el control de la economía, la política y la ley en manos de elites empresariales que son oligárquicas y paraoligárquicas por origen, adhesión o tendencia. Al sustraerle al Estado su poder y su soberanía popular, el control social pasa a manos de la iniciativa privada y, por tanto, el criterio de mercado y la ética del lucro invade no sólo los ámbitos públicos, como el de la política, sino también los privados, como el de la moral, la religión, la ética y la familia.

3. Si la agenda liberal (no, neoliberal) se llevara a sus últimas consecuencias, la convergencia entre fuerzas políticas de derecha, centro e izquierda brotaría espontánea, porque nadie en su sano juicio podría negarse a un proyecto económico que implicara la creación de riqueza mediante la expansión de las capas medias, propiciando el surgimiento de nuevas empresas y nuevos empresarios, todo lo cual se traduciría en nuevos empleos, nuevos asalariados y nuevos consumidores. Es decir, en un mercado interno vigoroso, capaz de lidiar a partir de sus intereses locales con la globalización. Las divergencias surgen cuando el proyecto de creación de riqueza por esta vía es monopolizado por las oligarquías o por las emergentes elites neoliberales, de natural tendencia oligárquica y monopolista.

Al parecer, los neoliberales académicos de Guatemala estuvieron de acuerdo con el fondo de este planteo. La crítica más hepática que recibí proviene de la mentalidad nominalista que tienen algunos ellos como producto de su manera formalista de razonar, un hábito que proviene de su formación neopositivista-lógica. El neopositivismo lógico es una dirección filosófica que otorga al lenguaje y a su uso un estatuto cognoscitivo mayor que el que le otorga al comportamiento de lo concreto, es decir, lo que existe fuera de la conciencia, de modo que los nombres de los fenómenos (los conceptos) son más importantes que los hechos. El nominalismo positivista-lógico opera mediante razonamientos propios de la lógica formal, los cuales tienen siempre una coherencia interna (formal) cuya armonía poco tiene que ver con el comportamiento de lo real y concreto. De aquí que la crítica mencionada se centre en defender que las oligarquías no son liberales ni las elites que propugnan por la subordinación del Estado a la iniciativa privada son neoliberales, ya que estos conceptos tienen contenidos formales precisos. Desafortunadamente, en la realidad todo se revuelve, y la pureza formalista pierde coherencia. En todo caso, esto es una pura cuestión de palabras que brota de la complejidad del liberalismo, no sólo como concepto sino sobre todo como proceso histórico y político con varios siglos de existencia.

Lo que importaría de verdad sería coincidir en que un proyecto económico que estimule el surgimiento de nuevas empresas y empresarios, de nuevos puestos de trabajo y nuevos asalariados, que expanda las capas medias y reduzca así el ejército de pobres impidiendo las prácticas monopolistas de la oligarquía, puede de hecho constituirse en un interés nacional interclasista a corto, mediano y largo plazos que permita el despegue económico de este país, más allá de aversiones nominalistas satanizantes como las de comunista, estatalista, proteccionista, socialista, mercantilista, liberal y neoliberal.


(*) También publicado en A fuego lento



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