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La insignia
24 de junio del 2005


Perú

La fiebre constitucional andina


Rafael Roncagliolo
La República. Perú, junio del 2005.


Las agendas contrapuestas en el drama boliviano incluyen, además del tema crucial de los hidrocarburos, la demanda occidental y altiplánica de Asamblea Constituyente y la demanda oriental y cruceña de elección de prefectos.

Es interesante recordar que Bolivia es el único de los cinco países andinos que no cambió de constitución en los últimos años. En el resto de esta región la década pasada estuvo caracterizada por una fiebre constitucional que llevó a la adopción de nuevas constituciones en los otros cuatro países andinos: Colombia en 1991, Perú en 1993, Ecuador en 1977 y Venezuela, en 1999. Si bien estas cuatro constituciones son muy diferentes entre sí, ya que obedecen a distintas coyunturas y correlaciones de fuerza, puede considerarse que hay ciertos elementos comunes que marcaron, por así decirlo, los signos de esa década.

Primero, en todas ellas se introducen mecanismos de democracia directa y se apela a la democracia participativa, que fue un leitmotiv desde los constituyentes colombianos del 91 hasta los venezolanos del 99, a pesar de las obvias diferencias entre ambas constituciones. Bolivia no tuvo nueva constitución pero sí una legislación de participación popular y, más recientemente, unas leyes electorales que se orientaron en la misma dirección.

Segundo, con todas estas constituciones (o con su reforma, como ha ocurrido en el Perú) se inician procesos de descentralización más o menos vigorosos, que han llevado a elecciones de gobernadores o de prefectos o de presidentes regionales, en los cuatro países. Bolivia es el único de los cinco países andinos en que todavía no existe este tipo de elecciones subnacionales.

Tercero, las cuatro constituciones inician una época de pérdida del monopolio de los partidos políticos sobre los mecanismos de representación. Ello fue explícito en las constituciones de Colombia, Perú y Venezuela, aunque no en la ecuatoriana. Pero en los cuatro países, y también en Bolivia, en el lapso de la década pasada se han terminado de quebrar los sistemas de partidos preexistentes, trátese del Pacto de Punto Fijo venezolano, del Frente Nacional colombiano o de la llamada "democracia pactada" boliviana.

De manera que en las agendas contrapropuestas bolivianas habita una necesidad de puesta al día con la renovación constitucional (que demanda el occidente boliviano) y con las autonomías regionales (que exige el oriente). Claro que compatibilizar ambos requerimientos constituye una tarea dificilísima que ya le costó la presidencia a Mesa y que compromete todas las energías y toda la capacidad del presidente Gutiérrez.

Por lo demás el tema constitucional no está agotado en los otros países. Nuevas reformas constitucionales configuran el punto más caliente de las agendas políticas de Colombia y Ecuador. Y son la gran asignatura pendiente en el Perú, donde nuestros congresistas debieran estar buscando cómo salir del marasmo en el que continuamos, en vez de tratar de neutralizar las disposiciones de nuestra flamante ley de partidos, una de las pocas leyes de este Congreso que ha merecido unánime respaldo.



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