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La insignia
22 de junio del 2005


OEA

Insulza empieza con buen pie


Luis Peraza Parga
La Insignia. México, junio del 2005.


Insulza ha empezado con ánimo firme y voluntad resolutiva su mandato como secretario de la Organización de Estados Americanos. Creemos que cumple con los requisitos que solicitamos en un artículo anterior de LA INSIGNIA ante el escándalo provocado por el previo y efímero representante costarricense.

Lo único positivo de la situación nicaragüense es que no ha desembocado en la huída del presidente constitucional ni en el relevo, constitucional pero siempre indeseable, de sus dirigentes al estilo ecuatoriano y boliviano, confirmando que el "efecto dominó" es evitable.

La primerísima misión de la OEA es promover la buena gobernabilidad, o el buen gobierno en términos más actuales. Evitando mandar comisiones de bajo nivel a analizar la situación mediante tediosos y eternizantes informes posteriores, emulando a antiguos secretarios generales de Naciones Unidas y con el objetivo de acabar con el desgobierno nicaragüense, él mismo se ha trasladado al centro del problema. Ni corto ni perezoso y remangándose la camisa voló a Nicaragua a servir de mediador o incluso árbitro de la parálisis política y el secuestro de las instituciones que vive aquel país desde hace muchos meses. Se desplazó adonde le dijeron para dialogar con quien pareciera tener la capacidad política de clarificar la enredada situación. Todos le recibieron y le comentaron sus egoístas intereses, pero ni siquiera aceptaron sentarse a dialogar con la contraparte y exigieron condiciones previas irrealizables. Es paradójico comprobar que, si bien los líderes políticos y sociales de un país se muestran siempre deseosos de recibir enviados internacionales, su actitud cambia radicalmente cuando el enviado trata de llegar a soluciones concretas que normalicen la vida de una nación en todas sus vertientes.

Los países financian y cuentan con instrumentos internacionales de arreglo de controversias internacionales, y cuando éstos -muy mediatizados por la persona que los encarna- se quieren materializar y encarnar, surgen egoísmos partidistas, ni siquiera ideológicos, incompatibles con el bien común de la nación afectada.

Al contrario de la sensación de fracaso suspendida en el aire después de esta infructuosa visita de arbitraje, queremos reivindicar el buen modelo iniciado por el chileno de ser práctico y eficaz en su trabajo. Quizás la clave está en que el secretario nunca fue presidente de país alguno y está acostumbrado a solucionar él mismo, sin banales intermediarios y con pocos recursos, los expedientes que se le presentan.

Si entresacamos la frase del Cantar del Mío Cid y el entonces rey fuera sustituido por las naciones de la OEA, podríamos exclamar juntos: "que buen vasallo [Insulza] si hubiera buen señor (las naciones americanas)".



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