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La insignia
21 de junio del 2005


España

De conspiraciones internacionales


Alberto Piris (*)
Estrella Digital. España, junio del 2005.


Con motivo de la manifestación antigubernamental del sábado pasado -explícitamente apoyada por esa Iglesia oficial española que no salió a la calle por otras causas más dignas (como oponerse a la ilegal invasión de Irak o a la creciente miseria mundial, o en apoyo a los inmigrantes o exigiendo ese soñado 0,7% de ayuda al desarrollo) -, un dirigente de una organización francesa que se adhirió a la convocatoria del llamado Foro Español de la Familia intervino unos días antes en un informativo televisado. Afirmó que un motivo de la protesta era oponerse a "una estrategia internacional del 'lobby' homosexual" que, en su opinión, pretende forzar a todos los países del mundo para que adopten una legislación sobre el matrimonio y la adopción análoga a la propuesta en España por el actual Gobierno. No desmentida tal afirmación por los organizadores españoles de la protesta, cabe sospechar que éstos comparten esa opinión.

Ya que la memoria histórica de nuestras gentes suele ser muy corta, convendría recordar ahora una de las más tonantes alusiones públicas que se han hecho en el pasado a las estrategias y conspiraciones internacionales, y que las palabras arriba citadas evocan inevitablemente. Fue pronunciada por alguien que gozó de mucho más poder de convocatoria que los dirigentes de cualquier foro familiar -español o europeo-, poder que ejerció, además, durante muchos años: Francisco Franco. El 1 de octubre de 1975, pocas semanas antes de su muerte, desde el balcón central del Palacio Real de la madrileña Plaza de Oriente pronunció ante una gran muchedumbre esta frase, imposible de olvidar: "Todo obedece a una conspiración masónica izquierdista de la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social, que, si a nosotros nos honra, a ellos les envilece".

Recordemos el motivo de ese "todo" con el que Franco abría tan resonante proposición. Unos días antes habían sido fusilados en Hoyo de Manzanares cinco miembros del llamado FRAP. También conviene recordar que, dada la muy negativa imagen que el mundo tenía del garrote vil español, entonces instrumento oficial de ejecución civil, se recurrió para este caso al más "honorable" y militar método del fusilamiento.

La noticia provocó una amplia protesta mundial contra el régimen. Quince embajadores europeos abandonaron Madrid y hubo manifestaciones de repulsa en toda Europa. Se asaltó e incendió la sede de la Embajada española en Lisboa y también fueron atacadas algunas oficinas turísticas españolas en París. Hasta la Comisión Permanente del Episcopado español se permitió condenar la represión gubernamental a la vez que la violencia terrorista y pidió el indulto para todos los condenados.

El inefable García-Lomas, alcalde entonces de la Villa y Corte, convocó al pueblo a la manifestación: "Madrileños: otra vez España es atacada injusta y torpemente por los habituales enemigos de nuestra Patria y nuestra libertad". Según las hemerotecas, Franco -que fue transportado al Palacio Real a última hora- pronunció la alocución en su habitual tono agudo, al lado de su sonriente esposa y compartiendo balcón con los entonces Príncipes de España, cuyos rostros serios eran lo único que permitía adivinar la íntima desazón que debían sentir ante el convencimiento de que alcanzar la prometida corona real les obligaba a hacer muy penosas concesiones.

Por cierto, que ese mismo día nacieron los GRAPO, peculiar grupo terrorista del que se sabe que ha estado infiltrado por la policía y ha mantenido estrechas vinculaciones con los servicios secretos españoles. Como escribe el historiador Gabriel Cardona (El gigante descalzo. El Ejército de Franco), "años más tarde, uno de sus dirigentes [Pío Moa], redimido de la cárcel y oficialmente arrepentido, publicó un libro de historia revisionista, falsificación que alcanzó un gran éxito entre los herederos directos e indirectos del franquismo".

Según Franco y los que sostenían su régimen, España sufría en 1975 "una conspiración masónica izquierdista de la clase política, en contubernio con la subversión comunista-terrorista". Conocí a algunos de los que ayudaron a redactar ese texto de resonancias "codornicescas" (para los jóvenes: La Codorniz era un semanario humorístico que durante el franquismo se permitió publicar algunas refinadas críticas políticas). Escribieron años después sus libros de memorias y se jactaron en ellos del poder oculto que entonces poseían y no vacilaron en ejercer. Pero las cosas no salieron, al fin, como ellos habrían deseado.

La historia se mueve por los cauces de siempre; quizá los españoles no nos merezcamos otros mejores. Ahora, esos herederos ideológicos a los que aludía Cardona, tanto españoles como europeos, legatarios éstos de la más rancia derecha de nuestro continente, siguen viendo conspiraciones en todas partes y movilizan a sus masas para defender un concepto de familia del que creen tener la exclusiva y que ningún proyecto de ley amenaza destruir. Extender un derecho a los que están privados de él, por una muy rechazable discriminación, en nada reduce los derechos de los demás. Pero el fanatismo no entiende de razones.

Una vez más se observa que la gran línea de fractura de la humanidad es aquella en la que, en un lado, las personas son gobernadas por quienes interpretan a su antojo las leyes presuntamente indiscutibles de algún dios y, en el otro, las personas se esfuerzan por gobernarse a sí mismas mediante el ejercicio del diálogo y el recurso a la racionalidad.


(*) General de Artillería en la Reserva del Ejército español y analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM).



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