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La insignia
14 de junio del 2005


La conexión Robespierre-Marx


Libertad Henríquez
Mundo Obrero. España, junio del 2005.


Decía el poeta que malos son los tiempos donde hay que defender lo evidente. Esto viene a colación del debate suscitado por algunos camaradas en torno a la aparición en nuestras tesis congresuales de una referencia central a la conexión Robespierre-Marx. Esta conexión ha sido históricamente tan evidente que sólo la desmemoria o la pérdida de identidad comunista pueden negarla. Desde luego, nunca lo harían Engels o Lenin o la memoria colectiva de la clase obrera francesa y europea que entendió un elemento central: Robespierre no era el terror sino el ala democrático-republicana y popular de una revolución que fue más allá de los límites que la burguesía estaba dispuesta a aceptar. Es más, esto lo reflejaron los grandes historiadores como Mathiez, Lefebvre, Soboul o, en la actualidad, Michel Vovelle. Que todos sean conocidos historiadores marxistas y que estén en durísima polémica con la derecha académica, en torno a Furet, prueba que la historia nunca es neutra y que está en función de los conflictos políticos culturales del presente.

La conexión Robespierre-Marx, lo es histórica e ideológicamente. De un lado, una democratización entendida como autogobierno de los ciudadanos y ciudadanas, como autoinstitucionalización o como poder constituyente de una soberanía que reside efectivamente en el conjunto de los hombres y mujeres, y de otro, esto es también sustancial, que va más allá de elecciones y de reglas procedimentales, que busca subordinar la lógica económica y social a las aspiraciones igualitarias de las poblaciones. Marx va más allá y relaciona democratización y socialismo como un movimiento emancipatorio que incompatibiliza capitalismo con democracia y que conecta autogobierno de los ciudadanos con la autoorganización de los productores.

No es casualidad que, en un momento donde la memoria histórica del movimiento obrero y de la izquierda está siendo brutalmente combatida, reaparezcan también posiciones que hablen sin más del jacobinismo asimilándolo al centralismo e ignoren la carga revolucionaria e igualitaria que llevó, en un momento polémico, a Lenin a asumir la herencia de Saint-Just y de Robespierre como consustancial con una concepción moderna del partido político.

Esta conexión, históricamente determinada, nos permite hoy situar República y socialismo como un nudo fuerte de la lucha política real en nuestro país y hace que nuestras apelaciones de una democracia material tengan sentido y una orientación sólidamente asentada en una tradición de la que somos depositarios.

¿Acaso el no de Francia a la mal llamada "Constitución" europea no tiene mucho que ver con esta conexión?



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