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La insignia
10 de enero del 2005


La compasión también es política


Eduardo Stanley
La Insignia. EEUU, enero del 2005.


Los medios hegemónicos de Estados Unidos han dedicado amplio espacio a describir las emociones de Colin Powell durante su visita a la zona afectada por el tsunami del 26 de diciembre en Asia. "Agobiado" fue el adjetivo más utilizado por la prensa. Fotos y videos mostraban el rostro preocupado de Powell. No es para menos: casi 200.000 muertos, miles de desaparecidos y un millón de desplazados; infraestructura destruída en varios paises y la industria turística de la región fuertemente dañada, seguramente por años.

El tsunami parece haber dado a la casa Blanca una magnífica oportunidad para mejorar su imagen ante el mundo y demostrar compasión. Mientras en Estados Unidos crecen las críticas por la invasión a Irak debido al aumento de soldados muertos y por la carencia de una estrategia clara, lo que demuestra la arrogancia de los promotores de la invasión, quienes pensaron que sería una tarea de apenas unos días y que los iraquíes recibirían a los invasores como verdaderos "salvadores". Las críticas del resto del mundo llegaron mucho antes de la acción militar, pero Washington no quiso escuchar.

El aparato militar estadounidense aprendió muy bien una lección básica de Vietnam, cuando la opinión pública forzó a los políticos a cuestionar una que costó más de 50.000 vidas estadounidenses y terminó con la derrota militar de la única potencia mundial. Esta lección está relacionada con una agresiva campaña de "educación" del público antes de toda acción militar, con la ayuda voluntaria -y deseosa- de los medios hegemónicos.

Por ejemplo, George Bush padre invadió Panamá en diciembre de 1989 para arrestar al dirigente máximo de ese país, el general Manuel Noriega. La campaña de prensa preparada por la Casa Blanca dió los resultados esperados y la gran mayoría de la opinión pública estadounidense apoyó dicha invasión. El argumento principal: Noriega representaba un peligro para la salud de la juventud de EEUU debido a su partcipación en el narcotráfico. Obviamente, casi 15 años después de dicha invasión, que concluyó con la detención de Noriega y su condena a 40 años de cárcel en Florida, el tráfico y consumo de drogas no han disminuído en Estados Unidos.

Años antes, el ex presidente Ronald Reagan, de quien George Bush fué vicepresidente (de 1980 a 1988), argumentó que la llegada de los sandinistas al poder en Nicaragua, a comienzos de los 80, era una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Por lo tanto lanzó una gigantezca operación militar "indirecta" consistente en atacar a ese pequeño país por medio de terceros, mercenarios y nicaragüenses opositores. La opinión pública estadounidense aceptó el argumento y apoyó la acción militar que costó más 30.000 vidas y agudizó perversamente la pobreza de Nicaragua.

Asimismo, la invasión a Irak de 2003 se realizó después de una paciente tarea de "lavado de cerebro" público, utilizando argumentos ya conocidos, como el peligro que supuestamente representaba ese país y su presidente para la seguridad del país. Como en los casos anteriores, las excusas nunca pudieron probarse; pero lograron el objetivo deseado.

Sin embargo, la campaña publicitaria de Washington para lograr apoyo a la invasión a Irak no logró engañar a la mayoría de la opinión pública mundial. La presión internacional y el fracaso del plan inicial de ocupación militar, que preveía un fácil triunfo, está creando problemas al gobierno de George Bush Jr. La credibilidad mundial del gobierno estadounidense es inexistente. Y de pronto, la tragedia del tsunami sirve para mejorar dicha credibilidad.

Aunque la oferta inicial de ayuda de Estados Unidos para Asia fue muy escasa y mereció las críticas de las autoridades de Naciones Unidas, el gobierno la aumentó considerablemente a los pocos días. Es más, Washington anunció a bombo y platillo la visita de Colin Powell y de Jeb Bush, hermano del presidente, a la zona. Después, una sucesión de fotografías y videos han mostrado constantemente esa visita y la llegada de la ayuda estadounidense.

El pueblo de Estados Unidos ha demostrado ser generoso en más de una oportunidad, y la ayuda a las víctimas del Tsunami es imprescindible. Sin embargo, el exhibicionismo del gobierno parece más bien una campaña de márketing ante el desastre en Irak y su indiferencia frente a las críticas mundiales. En efecto, cabe preguntarse por qué el señor Powell no muestra la misma angustia ante los casi 100.000 civiles iraquíes muertos a menos de sus soldados, o por la desvastación de ciudades iraquíes, arrasadas intencionalmente, y cuyas imágenes se asemejan a los poblados destruidos por el tsunami en Asia.

Al parecer, la diferencia estriba en que el desastre de Asia se debe a un fenómeno natural, mientras que el de Irak fue provocado por una desmesurada ambición imperial.



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