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La insignia
16 de diciembre del 2005


Ecuador: José Cabrera, notario

Muerte en el Mercure


Diego Cornejo Menacho (*)
La Insignia. Ecuador, diciembre del 2005.

Del libro La ruleta rusa
Ed. Hoy, diciembre del 2005.


¡Tiene puesta una careta de plástico! -gritó el primero que se aproximó al cadáver. - ¡No es él! ¡Es un muerto cambiado! Tras unos segundos de perplejidad general, en que solo se escuchaba la respiración agitada de todos y el ladrido de algún perro en el horizonte, rectificó:

-¡No... no carga una máscara!

Anochecía en el Parque de la Paz, de Machala. Poco antes, la turba de un centenar de personas -entre gritos y reclamos- se había dirigido al sector siete de ese cementerio, buscaron la sepultura en la tierra, excavaron con palas y con ansias, en relevos. Con la ayuda de una polea extrajeron la loza de cemento y, entonces, dieron con el ataúd de madera, que sacaron de la sepultura. No tuvieron dificultad en abrirlo. Ahí estaba el cadáver de un hombre, vestido con traje negro y corbata. En el pecho, un crucifijo. La pestilencia de la muerte se extendió por el lugar y todos se llevaron un pañuelo a la nariz, las manos, las camisetas. Pero eso no les importó ni les desarmó, tampoco les hizo santiguarse: nada calma el dolor de bolsillo, nada detiene al que lo padece.

-¿Es él?

-No sé... tal vez.
-¿Cómo que tal vez? Déjamelo ver.
-¿Es un muñeco, verdad?
-No. No. ¡El man es de carne y hueso!
-¡Carajo! ¡Cómo apestamos de muertos!

"Uno de ellos le apretó la nariz y parte de la cara y dijo que sí era una persona, pero que no sabía si se trataba del ex notario", se publicó en El Universo. "Le clavaron varillas y lo golpearon varias veces para desbaratarlo: estaban seguros de que era un muñeco y que él estaba vivo, vivo para devolverles su plata", en El Comercio.

-Quienquiera que seas, ¡devuélveme la plata, carajo!
-¡No te lleves mi dinero, hijueputa!
-¡Sácale un pedazo de pellejo para hacerle un ADN!
-Sí, ¡métele la pala en la cara!
-¡Ladrón! ¡Quiero mi plata!
-¡Ay de mí!

Uno, tal vez el más arrojado, le cortó parte de tejido de la barbilla con una gillete. Dos horas más tarde llegó un piquete de policías para evitar que se llevaran el ataúd. En la noche, los gendarmes y los sepultureros volvieron a inhumar el cadáver.

En el Diario HOY: "Al cadáver de Cabrera, que fue exhumado el lunes, a las 17:00, sin una orden judicial, se le extrajo parte de un tejido de la piel con una hoja de afeitar, supuestamente con el objeto de practicarle una prueba de ADN, dado que muchos de los que le observaron durante las cuatro horas, en las que el cadáver quedó expuesto y a la intemperie, se quedaron con dudas de su identidad".

***

Se llamaba José Cabrera Román. Le decían 'Doctor', 'Don Pepe'. Los más confianzudos, 'Cabrerita'. Al morir tenía 71 años. Había sido el notario segundo de Machala en las últimas cuatro décadas: era el que daba fe de las transacciones de bienes raíces, quien sacralizaba documentos públicos y privados, dejaba constancia, con valor jurídico, de la pulcritud de los concursos, de las licitaciones, de los remates y de los sorteos; alguien que se ufanaba, según informó El Comercio, de que administraba muy bien su cara de pendejo.

Nacido en Piñas, una bucólica población en la zona alta, subtropical, de la provincia de El Oro, se había convertido en un personaje respetable y adinerado de la capital, Machala: fue presidente de la Federación Nacional de Notarios, coordinador de la Comunidad Andina de Notarios, profesor universitario y, para que nada falte, presidente de los notarios de esa ciudad. Se dice que llegó a manejar $800 mil dólares al día, mientras mantuvo varias cuentas en algunos bancos de la localidad, entre tanto los bancos se lo permitieron.

HOY: "Los perjudicados por el notario de Machala, José Cabrera Román, fallecido el 26 de octubre en Quito (quien había montado una 'financiera fantasma'), apedrearon ayer las instalaciones de radio Fiesta. Gustavo Calvopiña, de esa emisora, fue acusado de permitir la huida de los hijos del notario a los EEUU, al anunciar el lunes que Carolina Cabrera fue detenida en Quito. Carolina y su hermano José, al parecer, aprovecharon la confusión, por el anuncio de Calvopiña, para salir en un vuelo de Continental, a las 08:00 del pasado lunes. Quienes confiaron su dinero a Cabrera montaron en cólera, luego de que Carolina anunciara por teléfono, desde los Estados Unidos, que no iba a pagar ni un solo centavo a nadie".

El viernes 28 de octubre de 2005, 18 días antes de que lo desenterraran, los machaleños amanecieron sumidos en la incertidumbre: ya no se trataba de un rumor, como en veces anteriores. Sí. Era él. Y estaba muerto. Sin remedio. Ya no hubo boletines que desmintieran la muerte. Tampoco, un notario que -entre bromas- se presentara, en vivo y en directo, a decir que no estaba muerto, que solo había estado de parranda, igual que la canción.

-Estamos en problemas.
-Tengo miedo...
-Confiemos en Dios.

La prueba era que, en ese día, lo sepultarían. Y, en efecto, lo sepultaron mientras la congoja estaba prendida, como una garrapata, en la boca del estómago de sus familiares y de los empleados de su oficina. La banda de la Zona Militar de la provincia de El Oro tocó con sentimiento y respeto y policías correctamente uniformados le hicieron calle de honor. Entre los acompañantes del cortejo fúnebre estaba el presidente de la Corte de Justicia de Machala, Teodoro Cordero Jaramillo, un ex ministro de Defensa y ex candidato a la Presidencia de la República, la crema y nata machaleña.

-Se va un hombre extraordinario.
-Hizo tanto por todos.
-Una vida ejemplar.
-José, lo lamento. Siento mucho la pérdida de su padre. Fuimos amigos durante 30 años. ¡Era como mi hermano!
-Carolina, le compañamos en su dolor.
-Debemos ser fuertes.
-Y que José y Carolina se encarguen de los asuntos del finado.

Un impulso incontrolable había llevado a la turba a profanar su tumba, al extenderse el rumor de que se había enterrado un muñeco para que él pudiese huir a Suiza o a Israel. Alguien lo afirmó en una radio. Fue suficiente. Eran los mismos -pero no todos- que, desde el mismo día de la muerte, habían formado largas filas al pie de la Notaría, en el edificio de la Inmobiliaria Veintimilla, situada en la intersección de las calles Nueve de Octubre y Rocafuerte. Ellos eran parte de las más de 27 mil personas que depositaron dinero en sus confiables manos, a cambio de impensables intereses que iban de 7% a 10% ¡mensual!, mientras la banca operaba con tasas activas de 9% y pasivas de 3% anuales.

***

-Niña Yessi...
-Don Pepito...
-Ya calle a ese niño.
-Sí, Don Pepito.Ya mi niño, duérmete ya.
-Niña Yessi...
-Ya se durmió mi niño.
-Véngase para acá.
-Niña Yessi....
-Sí.
-Cójame aquí.
-Ya... ¿quiere otro traguito?
-Sírvame uno doble y alcánceme esas pastillitas azules.
-¿Estas?
-No. Esas no.
-¿Cuáles si no?
-Las que tienen forma de rombito.
-Ya.
-Cójame con las dos manos.
-Don Pepito...
-¡Achú! Esta perica siempre me hace estornudar.
-Salud.
-Cójame más.
-Es que el bebe ha vuelto a llorar. Ya regreso, don.
-Sí, hágalo callar y venga, que ya ve cómo me ha puesto usted. Si no viene rapidito, me voy a tirar una paja, solito.

Don Pepe, Cabrerita, si usted lo prefiere, había muerto en la madrugada del miércoles 26 de octubre, a las 04:40, en el lujoso hotel Mercure, en el centro norte de Quito, una zona de turistas, restaurantes y lugares para tomar una cerveza o un vino, y para bailar, si está de humor. También hay prostíbulos clandestinos y sitios de strippers, en las casas que, en los años sesenta, servían de habitación residencial para los quiteños de clase media, beneficiarios de la Caja de Pensiones del Seguro Social.

Se había masturbado exactamente 10 minutos antes de morir, después de beber whisky Grants, un trago tras otro. Aparentemente, el licor hacía parte de un coctel con viagra y cocaína. Según distintos medios de información, que citaron a las autoridades policiales, así lo reveló Jéssica Valles, de 18 años, nacida en Pasaje, quien, hacía dos años, mantenía relaciones amorosas con Cabrera.

Carolina Cabrera Gallardo, hija del prohombre fallecido, negó estas versiones. Dijo que su padre siempre fue íntegro, un padre y esposo ejemplar, que honró su matrimonio de 42 años, que llevaba una vida sana y era querido y respetado en la provincia. La Niña Yessi había llegado a Quito el 24 de octubre, acompañada de su pequeño hijo y una tía. Se hospedaron en la habitación 901 del Mercure y José Cabrera en una del piso 10. Don Pepe la había invitado a pasar unos días allí, aprovechando que él asistiría a una reunión de notarios en la capital de la República. Entre otros temas, iba a ponerse de acuerdo con sus colegas sobre el tarifario de tasas notariales.

Las mujeres y el niño viajaron por tierra, porque era proverbial la avaricia de su viejo, y acaudalado, amante, 53 años mayor que ella, nada menos. El pasaje ejecutivo en 'flota', de Quito a Machala, cuesta $10; en avión, una vía, de Machala a Guayaquil y a Quito, no más de $70. Ahorrativo el difunto, ¿no?

El Comercio: "Dos empleados subieron hasta el piso 10 y una mujer joven, que se cubría el cuerpo con una toalla, les abrió la puerta: era Jéssica Valles Noblecilla, de 18 años, huésped de la habitación 901. Dos días antes del deceso, Cabrera la llamó a su celular y la invitó a ir a Quito. A las 20:15 del 24 de octubre, ella, su bebé Jersly Cabrera (quien no es hijo del notario, según el padre de Jéssica) y su tía Nasly tomaron un bus de Panamericana y fueron a la capital. Viajaron toda la noche y se hospedaron temporalmente en un hostal. En la tarde del 25, la joven recibió otra llamada del notario, quien le dijo que había reservado un cuarto en el Hotel Mercure para los tres".

Los empleados del Mercure llamaron a un servicio de emergencias. Los médicos no pudieron hacer otra cosa que confirmar su muerte, y escribieron un reporte en el que dejaban constancia de que en la habitación 1008, donde murió Don Pepe, encontraron rastros de alcohol, base de coca y tabaco. Dos agentes de la Policía Judicial se encargaron del levantamiento del cadáver.

***

Eran pasadas las 05:00 de ese miércoles y faltaba poco para que amaneciera en Quito. El cuerpo de Don Pepe aún estaba tibio, sin lividez. Seguía en posición decúbito dorsal, en la misma en que su corazón dejó de latir. Los dos agentes, expertos en homicios, notaron que en la habitación había un maletín de cuero, varias botellas de licor, dinero, pastillas... y que la pequeña caja fuerte estaba abierta. Nada había en en su interior.

Un informe de El Comercio, que citaba a la Policía como fuente, aseguró que en el cuarto 1008 se encontraron $1 682: 61 billetes de $5, 26 billetes de $10, 55 de $20, 4 de $1 y 7 monedas de 50 centavos. También 12 pastillas de Acrogésico, dos de Ansietil, 19 de Digespar y dos de Acitip. "Las pastillas Digespar y Acitip sirven para las molestias estomacales y acidez. Asietil es recetado para depresión y estrés. El Acrogésico para el dolor. Según el Instituto Izquieta Pérez, los medicamentos Acrogésico y Asietil tienen componentes psicotrópicos y estupefacientes. Su venta es recetada. El Izquieta Pérez también descartó rastros de barbitúricos, derivados de opio y anfetaminas, en el cuerpo de Cabrera".

Ninguno dejó constancia de cómo era la muchacha que abrió, asustada, la habitación 1008, la que les había llamado a la recepción, sin saber qué otra cosa hacer. ¿Tenía la piel morena? ¿Hablaba con el modo gracioso de las costeñas? ¿Se mantuvo en silencio? Sus ojos: ¿Pardos? ¿Amarillos? ¿Del color de la toalla con que cubría su cuerpo? ¿Tiritaba por el frío quiteño? ¿Temblaba por el temor, por el susto de su encuentro inesperado con la muerte, ensañada en el cuerpo de su viejo amante viagrero? ¿O no era más que un fantasma?

La NiñaYessi fue arrestada y permaneció detenida 15 días.

-Ya se lo he dicho: no sé nada más.
-¿No cogió nada de la caja fuerte?
-No señor agente, nada.
-Y, ¿de la maleta de cuero?
-Tampoco.
-¿Quiso usted matar al occiso?
-¿Occi...qué?
-¡Al muerto!
-Ah... ¡No! ¿Cómo va a pensar eso? Él era muy bueno conmigo.
-¿Tiene plata para el regreso?
-No. Pero quiero estar con mi bebe.

En medio de la perplejidad, la infaltable ironía:

-Se ha presentado en el Ecuador el primer caso de gripe aviar, esa de los pollos.
-¡No me digas! ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Quién?
-¡El notario Cabrera!
-¿Cómo?
-Sí. El mismo. No ves que se murió por comerse una polla.

En Vanguardia: "A algunos abogados cercanos a su círculo profesional no les extraña que Cabrera estuviera con una mujer tan joven. Él, en reuniones sociales, siempre destacaba que a sus 71 años podía satisfacer a cualquier mujer, especialmente si eran jóvenes, blancas y algo caderonas. Así le gustaban al caballero de finos modales y trato amable". Es decir, el patriarcalismo en la versión tropical y viagrera.

'Cabrerita' tuvo dificultades para descansar en paz. Tras una muerte 'dulce' (¿cuántos, en su intimidad, no le han envidiado por morir 'en manos' de una chiquilla?), fue sacado violentamente de su tumba, el 14 de noviembre de 2005 y, para que no quedaran dudas, literalmente, el 2 de diciembre se lo volvería a exhumar, en una diligencia judicial. El abogado de los 'perjudicados', Harry Álvarez, pidió que le tomaran las huellas digitales, antes de que la pudrición de la eternidad dejara incombustible la duda: ¿era él, era otro el que está enterrado en el cementario Parque de la Paz de Machala?

Antes de que, un buen día, alguien llegara con la noticia de que lo han visto caminando en una Rambla de Barcelona, en la avenida Corrientes de Buenos Aires, o en un mall Dadeland, en Miami, con una mujer idéntica a Jéssica Valles -le juro por mi madre que los vi, eran ellos- los dos empujando un cochecito de niño y con un perro de pedigrí atado a una correa.

Antes de que el Extra publique el testimonio secreto de un cirujano, en el que se revelan los detalles de la cirugía plástica realizada a don José Cabrera, en una clínica clandestina de Medellín, que le levantó las cejas y los pómulos, le rebajó la papada, le estiró la piel del rostro, un proceso completo con injerto de cabello para solucionar la alopecia, y de barba, debajo de la nariz, para que en el futuro él pudiera lucir un bigote grueso (Marlon Brando, en Viva Zapata) reducción de abdomen y aumento de glúteos, además de la recomendación de lentes de contacto de color, a fin de suavizar su mirada, por la que hubiera sido fácil reconocerlo: "Algunas veces, como para asentar su punto de vista y llegar más a fondo, con su dedo índice bajaba los lentes de luna cuadrada y clavaba directamente sus ojos cafés oscuros". (Vanguardia).

Luego de la costosa cirugía y del carísimo cambio de guardarropa -¿qué era caro o inalcanzable para un tacaño que guardaba millones en baldes, archivadores, cajas, armarios?- Don José sería él mismo, pero diferente, mimetizado entre todos los hombres que pueblan el planeta, sólo identificable por sus más íntimos, siempre y cuando esa fuese su voluntad.


(*) Subdirector de Información de Diario HOY.



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