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La insignia
6 de abril del 2005


La pista búlgara y la muerte del Papa


Rafael Poch-de-Feliu
La Vanguardia. España, marzo del 2005.


Pekín.- La agonía y muerte del Papa Juan Pablo II, ha reabierto la "pista búlgara". Citando documentos de la "Stasi", el "Corriere della Sera" informó, en su edición del 30 de abril, que el atentado contra Juan Pablo II, perpetrado por el turco Ali Agca el 13 de mayo de 1981, "fue ordenado por el KGB soviético, dirigido por la Stasi de la Alemania comunista, y ejecutado por los servicios secretos búlgaros". El "Corriere", explicaba que esos documentos consisten, sobre todo, "en cartas de operativos de la Stasi a sus colegas búlgaros, pidiéndoles ayuda para ocultar indicios después del ataque y desmentir una participación búlgara" (las citas son de "La Vanguardia" y de la agencia AFP).

Digo que ese asunto se "reabre", porque hace 8 años, esa misma información ya había sido divulgada por el diario alemán "Bild Zeitung" en idénticos términos. En efecto, el 18 de junio de 1997, la Agencia Internacional Católica de Noticias, daba el siguiente titular: "Atentado contra el Papa: se confirma la "pista búlgara, el KGB y la Stasi falsificaron las pruebas del intento de asesinato de 1981". Y bajo el titular, la siguiente información:

"Roma, 18 junio.- Finalmente salen a relucir los documentos que comprometen a los auténticos mentores del atentado contra Juan Pablo II del 13 de mayo de 1981. La supuesta "pista búlgara" está comenzando a dejar de ser una tesis periodística para convertirse en un auténtico "complot" certificado por los archivos y las confesiones de los hombres de la Stasi, el temido servicio secreto de la ex República Democrática Alemana. Los archivos de la "Gestapo roja", dejan traslucir que las órdenes del fallido homicidio provenían del mismo Comité de Seguridad del Estado de la antigua URSS, el KGB. Este se sirvió de sus fieles agentes búlgaros para preparar los aspectos concretos del atentado. Más tarde pidieron a los profesionales de la Stasi que lanzaran una campaña de desinformación que sirviera para tapar las huellas" (Todo en; Agencia Internacional Católica de Noticias. Zenit. Publicación de la archidiócesis de Madrid).

Entre las dos noticias, la del "Corriere" de la semana pasada, y la del "Bild Zeitung" de hace ochos años, hay una declaración del propio Papa, el 24 de mayo del 2002, en Sofía que dice así:

"El Papa rechaza la pista búlgara en el atentado de 1981". Sofia.- El papa Juan Pablo II dijo el viernes al presidente de Bulgaria, Gueorgui Parvanov, que nunca creyó en la llamada "pista búlgara", la implicación de los servicios secretos búlgaros de la época comunista en el atentado contra el Pontífice el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Estas afirmaciones las hizo el Papa durante el encuentro que mantuvo con el mandatario búlgaro en el palacio presidencial, "absolviendo" de esta manera a los búlgaros, durante años "sospechosos" de estar detrás de los tiros disparados por el turco Alí Agca contra el Obispo de Roma."Jamás he creído en la pista búlgara. Estimo demasiado a este pueblo para creer en ella", dijo el Papa. (Agencia EFE, 25/5/2002).

Antes de eso, hubo declaraciones similares del Papa ante el ex rey de Bulgaria, Simeón, y durante la visita al Vaticano del ministro de educación y ciencia búlgaro, Ilcho Dimitrov. En aquella ocasión, Juan Pablo II dijo que había que, "limpiar para siempre la llamada "pista búlgara" del atentado" y declaró que invitaba a visitar el Vaticano a Sergei Antonov, el representante en Roma de las líneas aéreas búlgaras "Balkan", que había salido absuelto de un juicio en el que compareció como presunto cómplice del atentado, juzgado como presunto cómplice, con la intención de, "dar su bendición personal al ciudadano búlgaro y rezar por su salud" (Agencia Itar TASS, 25/5/1996).

La Italia del periodo que va de 1966 a 1981 concentra un sorprendente número de grandes casos no resueltos. Una trama de servicios secretos extranjeros, mafia, logias masónicas, políticos y delincuentes, se entrecruza, como en ningún otro país europeo, con los propios servicios secretos locales, el Sismi. Hay bombas y grupos terroristas, en los que extrema izquierda y extrema derecha se confunden, "tramas negras", un primer ministro asesinado, otros incriminados, un banquero vaticano ahorcado en un puente de Londres.... Lo que ha llegado a pasar en Italia es extraordinario y supera cualquier ficción. La "pista búlgara" forma parte de esa serie. No voy a entrar en la tesis de Edward S. Herman, y otros autores estadounidenses, según la cual esa pista fue una gran operación de intoxicación de la CIA, cuyo objetivo era, "desacreditar a las autoridades soviéticas de 1982 y principios de 1983, ya que Yuri Andropov, que acababa de suceder a Brezhnev como jefe del estado había sido director del KGB". Lo que hay que apuntar es que todo eso resulta muy extraño para quien conozca las realidades de la última URSS.

Hay que empezar por explicar algo tan banal como que la URSS de los ochenta no tenía mucho que ver con la URSS y el KGB de la época de Stalin. En los ochenta habían pasado muchos años desde los tiempos en que lo sicarios de Moscú asesinaron a Andreu Nin y Camilo Bernieri en España, a Leon Trotsky en México y a Stepan Bandera en Múnich. Matar al Papa con el lío que Moscú tenía en Polonia parece una jugada insensata, de alto riesgo, muy poco acorde con el profundo espíritu conservador del Moscú de los ochenta, con la manifiesta voluntad senil de Brezhnev de no buscarse problemas ("que haya paz con los americanos, Tolia, que haya paz", eran las "instrucciones" de entonces de Brezhnev a su embajador en Washington). Es difícil imaginar una acción "autónoma" del KGB, al margen del partido comunista, pero incluso en aquella hipótesis, el escenario sugerido (el KGB "ordena", la Stasi de la RDA "dirige" y los búlgaros "ejecutan", utilizando a un activista turco de extrema derecha con pedigrí anticomunista) es realmente sorprendente. Aun más lo es, que una operación tan secreta se "socialice" de tal forma, e incluso que sus múltiples autores, directores y ejecutores, intercambien "cartas" y dejen "documentos" escritos sobre el crimen.

Otro dato a tener en cuenta es la situación en el Moscú de principios de los noventa. Tras la disolución de la URSS, en Moscú hubo un gran fervor anticomunista (un curioso anticomunismo generalmente a cargo de ex comunistas). Ahora ya nadie se acuerda, pero hubo incluso un "juicio al PCUS", a cargo de fiscales y abogados de Boris Yeltsin, como Gennadi Burbulis, ex profesor de "comunismo científico" y luego secretario de Estado de la nueva Rusia, o Sergei Shajrai, ex miembro del Komsomol, las juventudes comunistas. No hay más ferviente inquisidor que el converso, pero aquellos voluntariosos funcionarios, con acceso a todos los archivos y secretos del estado soviético, no encontraron nada que pudiera relacionar a la URSS con el atentado contra el Papa.

Los documentos más jugosos que se encontraron relacionados con el Papa fueron dos: 1) El informe sobre previsiones, expectativas y política de la dirección soviética ante el nombramiento de Karol Wojtyla como nuevo Papa de Roma, (Izbranie novogo papy rimskogo: vozmozhnye politicheskie posledstvia) con fecha del 16 de octubre de 1978, coincidiendo con el nombramiento del nuevo Papa, que es un informe a cargo del director del Instituto de Economía del Sistema Socialista Mundial, Oleg Bogomolov, y 2) La resolución del secretariado del comité central del PCUS, sobre medidas para contrarrestar la política del Vaticano hacia los países socialistas (O meraj po protivodeistviyu politike Vatikana v otnoshenii sotsialisticheskij stran), del 13 de noviembre de 1979, casi un año después.

Ambos documentos, de gran interés, fueron comentados en "La Vanguardia" del 2 de abril, pero con algunas imprecisiones. Son documentos del secretariado del comité central y no "del politburó", como afirma el autor del artículo, un periodista italiano, que dice que el diario "La Stampa" los publicó "en exclusiva" en abril de 1993, pese a que ya habían sido publicados antes en Moscú (en la revista "Istochnik", número 1/ 1993), pero eso es lo de menos. Discrepo más con la interpretación del contenido. Mas que "frío y áspero", como dice el periodista, los documentos transmiten prevención y prudencia, algo muy acorde con aquella URSS oxidada que se parecía más a una agotada y conservadora monarquía del siglo XIX, enemiga de aventuras, que a lo que podría esperarse de quien se plantea asesinar al Papa pocos años después.

Bogomolov era un académico moderado, un "occidentalista" que en un régimen de libertades habría sido un socialdemócrata. Su informe intenta responder a tres cuestiones; "cómo repercutirá el nombramiento del nuevo Papa a las relaciones del Vaticano con los países socialistas, especialmente en Polonia; cómo evolucionará la posición del Vaticano en el mundo, sobre todo en lo que concierne a los problemas internacionales más importantes; y cómo conviene reaccionar a estos cambios."

El documento encuentra tanto elementos negativos como positivos en la llegada del Papa polaco. De él se dice que representa, "posiciones de derecha", que su opinión sobre el socialismo es "negativa", pero también se apunta los llamamientos de Wojtyla a, "renunciar a los ataques frontales contra el socialismo" y a utilizar "medios más flexibles" en la "presión" occidental contra la URSS.

"Su elección -se dice- provocará un aumento de la religiosidad en los países socialistas, en primer lugar Polonia, pero también en Hungría y Yugoslavia, y posiblemente en Lituania, las regiones occidentales de Ucrania y Bielorusia". A continuación, se añade; "el hecho de que Juan Pablo II proceda de una familia pobre y que él mismo haya sido obrero, se interpreta como una prueba de la democratización de la iglesia católica". Se recuerda también la afirmación del senador Edward Kennedy (uno de esos nombres que tanto impresionaban a los occidentalistas como Bogomolov, y a no pocos cuadros del PCUS en aquella época) de que la elección de Wojtyla, "contribuirá a la mejora de relaciones este/oeste". Y se efectúa el siguiente pronóstico; "si al principio es posible un endurecimiento de la política del Vaticano hacia los países socialistas, no puede excluirse que luego se regrese a una política más realista y razonable, aunque eso, naturalmente, dependerá de la posición de los países socialistas hacia el Vaticano". Esto último se parece a un reconocimiento de que en las malas relaciones con el Vaticano hay también responsabilidades del "campo socialista".

"Para prevenir las acometidas inamistosas del nuevo Papa contra la URSS, se puede examinar la cuestión de las posibilidades de mejora de relaciones con el clero católico de Lituania, regiones occidentales de Ucrania y Bielorrusia". Al mismo tiempo, se dice, hay que observar atentamente las tendencias en el interior de la Iglesia uniata (los llamados grecocatólicos de Galitzia), "teniendo en cuenta la aparición en los últimos años de focos de fermentación, y contrarrestar el fortalecimiento de su tendencia hacia el catolicismo".

En el segundo documento, el Comité Central, decide, un año más tarde, instruir lo siguiente. "Al Ministerio de Exteriores de la URSS; "adoptar medidas destinadas al estímulo de los círculos del Vaticano que están a favor de la paz y la coexistencia pacífica, el mantenimiento de una actitud sobria hacia la URSS y otros países socialistas y a favor del desarrollo de esfuerzos constructivos del Vaticano para la distensión y el desarme, así como el saneamiento del clima internacional". En la "carpeta especial" se incluyen instrucciones al mismo ministerio y al KGB para que, "consideren nuevos pasos para contrarrestar los aspectos negativos de la nueva política oriental del Vaticano, y, en la medida de lo necesario, presentar al comité central las correspondientes propuestas". Al KGB se le encarga una campaña de propaganda para que divulgue la "inconveniencia de actitudes del Vaticano que puedan dañar sus relaciones con los países socialistas y dificultar la situación de las iglesias católicas en ellos".

Evidentemente, estos documentos no prueban que la "pista búlgara" sea falsa, pero lo que está por demostrar es lo contrario, que es verdadera. Como decían Herman y Chomsky en 1990, no se entiende por qué Moscú debía tener interés en asesinar al Papa. Los riesgos eran enormes.

De ser descubierto tal crimen, el atentado habría enfurecido y unido a los polacos, fortaleciendo a la oposición al régimen controlado por los soviéticos. A ello hay que añadir el coste del deterioro de las relaciones con Europa Occidental, extremadamente importantes para la Unión Soviética de 1981, con la negociación del gaseoducto y con el emplazamiento en puertas de nuevos misiles estadounidenses en Europa Occidental, una de las grandes preocupaciones de Moscú entonces. La pregunta es si aquel atentado es un "misterio ruso", o si forma parte de los grandes secretos de la Italia de los últimos cuarenta años. ¿Se aclarará algún día ese misterio?.



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