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La insignia
17 de octubre del 2004


En defensa de Ismael Serrano


Alberto Arce
La Insignia. España, octubre del 2004.


En una pequeña habitación de estudiante en Santiago de Compostela hace por los menos siete u ocho años muchos de nosotros escuchábamos un programa de radio que se llamaba "La Gramola". Ni siquiera sé si aún se emite. "La Gramola" y Joaquín, su presentador, acompañaron muchas noches de finales de los 90. Tampoco sé si continuan existiendo los programas de radio a los que la gente escribe contando su pequeña historia y pidiendo canciones para dedicarle a su novio que es vigilante nocturno, a su amiga que vive en Jerez o a su primo que cumple años y está haciendo la mili. Canciones de cualquier clase y estilo y dedicadas a cualquier persona por un millón de sencillos motivos. La idea suena antigua, a mesa camilla o a épocas en las que las únicas Crónicas Marcianas que existían eran las de Ray Bradbury. Pero a mí me gustaba ese programa. Lo escuchaba siempre que podía. Por más que me decían que esas eran cosas de adolescentes de instituto o de niñas enamoradizas me consta que no era el único que lo escuchaba. Y me gustaría que siguiese existiendo. De hecho quizás aún exista. Pero hace tanto tiempo que no enciendo la radio que incluso existiendo sé que ya no sería lo mismo escucharlo ahora. Ya no duermo solo, ya no descanso, muerto de frío, en una pequeña habitación de estudiante llena de humo, tapizada con posters de causas perdidas o una inmensa cara del Ché Guevara. En definitiva, ya no tengo ni el tiempo ni el cuerpo para escuchar cantautores pese a que a veces los echo de menos y me gustaría que me diese menos miedo sentarme a pensar con ellos.

En aquel programa comenzó a sonar un joven cantautor llamado Ismael Serrano allá por el año 1997 si mal no recuerdo. Mucha gente aún tararea su "Papá cuéntame otra vez". Esa fue la canción que le hizo famoso. Y probablemente la que las personas que asisten a sus conciertos siguen cantando con más énfasis. Y se ha convertido para algunos de nosotros en un himno generacional. Sí, ya sé que no es "A galopar" de Rafael Alberti-Paco Ibáñez ni "Al alba" de Aute ni "L`estaca" de Lluis Llach. Pero tampoco nosotros llevamos patillas ni trajes de pana ni corremos delante de los grises. Pero ahora, como dice Ismael, seguimos corriendo delante de los mismos aunque "atrapados en azul" y "las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más". Todo ha cambiado pero todo sigue igual. Para nuestros padres "debajo de los adoquines no había arena de playa" y para nosotros ya casi no quedan ni adoquines bajo los que buscar. Es lo que nos ha tocado en suerte y lo que se corresponde con nuestra época. Es nuestro himno y a mí me gusta y me transmite algo. Es, en definitiva, una de las primeras canciones que acompañaron nuestros años de asambleas y correrías estudiantiles que no había sido escrita por Silvio Rodríguez en su hipócrita defensa del régimen castrista "yo vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre..." perdonen que me ría.

Su valor, el de Papá cuéntame otra vez, se encuentra precisamente ahí, en nuestra pertenencia a lugares comunes, en todas las botellas de pisco vacías que hemos compartido sin llegar a conocernos en Santiago de Chile antes de correr a gritarle a los pacos de la Moneda, en aquellas noches de homenaje al Ché en las que coincidimos en la zona vieja de Santiago de Compostela hace tantos años y en algún teatro de la Avenida Corrientes de Buenos Aires donde tarareamos juntos "dile a las Madres que en algún lado/ donde hace falta/ seguimos luchando/ Madre, tu hijo no ha desaparecido/ Madre, que yo lo encontré andando conmigo/ guian mis manos sus manos fuertes/ hacia el futuro/ hasta la victoria siempre". Ismael Serrano fue el primer cantautor que pudimos sentir nuestro y no recibimos como una simple herencia de las batallitas perdidas por nuestros padres "somos esa generación perdida/ apuntalando las ruinas". Por más que algunos hayamos crecido con Aute o con Silvio o con Pablo Milanés y finalmente hayamos terminado convirtiéndonos en fieles seguidores del irreductible Luis Pastor "Viva la vida, EVOË", escucharles no suele ser más que el producto de tardes de descubrimiento y recuperación de aquellos vinilos rayados y llenos de polvo que algún día aparecieron en un olvidado rincón de la casa, entre discos de Los Brincos y Cecilia. En cambio Ismael Serrano fue el primer cantautor que pudimos presentarle a nuestros padres por nosotros mismos, fue el primer cantautor que nos contaba las cosas que nos pasaban (y nos siguen pasando) en primera persona, que nos hablaba y nos continua hablando a los que compartimos su edad, en nuestro mismo idioma, que entre canción y canción nos demostraba que vivía en nuestro mismo universo, evolucionando con nosotros hacia el "prende la luz/ tapa la calle ya/ que anda reunida la alimaña/ no puedo pensar que todas las batallas están perdidas/ pobre de aquel que nos recuerde que la historia se termina/ un rumor de alas y tormenta inunda la avenida/ en los muros leí los gritos que nos dan la bienvenida/ prende la luz/ tapa la calle ya /que anda reunida la alimaña".

Al mismo tiempo nos ha permitido diferenciarnos de los gustos de quienes pretenden habérnoslo enseñado todo, musicalmente hablando, cuando conmiserativamente afirman que Ismael Serrano no es más que una copia de Joan Manuel Serrat. ¿Cuántas veces he oído eso? ¿Y qué si su tono de voz se le parece? ¿Acaso no se parecen, en un momento u otro, todos y cada uno de los grupos de rock que en el mundo han sido a algún disco de los Beatles y no por eso dejan de tener su autenticidad?

Con Ismael Serrano conocimos las primeras historias de amor en coches con cristales empañados, cuando nos dimos cuenta de que no volveríamos a hacer nada por primera vez "como tantas madrugadas encerrados en un coche/en una calle sin luz/una calle sin nombre/los dos frentea frente se miran despacio/tras dedicarse al amor y su trabajo/ secan su sudor /secan su sudor". Más tarde nos explicó que quizá aquella persona con la que tanto habíamos soñado y junto a la cual esperábamos pasar una vida entera quizás no era en realidad la compañera adecuada "Conocerás a un hombre/te robará el misterio/ te dará una casa y muchos hijos/ y romperá tu hechizo cubriéndote de dinero/ con el BMW directa a la gimnasia/ con Gin Tonic ahogando la menopausia/ hora en la peluquería para tapar esas canas/ echándome de menos/ artrosis en el alma/donde estarás..." Y una vez que entendimos, gracias a él, que el primer amor no tiene porque ser el definitivo, por más triste que parezca, nos transmitió unas útiles instrucciones para salvar el odio eternamente que nunca sabremos agradecerle lo suficiente "si ella se va/ no trates nunca de entenderla/ maldice sus pasos/ nunca creas sus despedidas/ sus promesas/ su explicación y provoca llanto y dolor/ que queme su conciencia como el sol/ que el adiós le corte como una cuchilla/ no te confundas/ ella es la asesina."

Finalmente los chicos de provincias viajamos a Madrid y nos encontramos con "los paraísos desiertos" de la gran ciudad, ubicándonos en el primer "kilómetro cero/ comienzo de los días que vendrán" de nuestros obligados primeros pasos en la madurez y la independencia. Y nos encontramos con nuestra guerrillera y poco a poco, con lo que habíamos ido aprendiendo y pese a las estaciones de autobuses pudimos empezar a decir "no estarás sola/ siempre habrá quien se parta en dos en cada despedida/ quien te dé aliento cuando te des por vencida/ tu revolución llenará sonrisas /yo la incorporé a mis aperos de trabajo/ a mi vida".

Pero no todo en la música de Ismael Serrano son historias de amor fallidas o manuales de búsqueda para almas perdidas en la gran ciudad. Su música es para muchos fiel reflejo de los motivos por los que merece la pena seguir levantándose por la mañana y quemando etapas vitales. Más que lamento, en algunas ocasiones, se convierte en descripción de un sueño, de pequeñas historias que durante tanto tiempo nos han mantenido vivos junto a nuestra pequeña criatura"hoy he encontrado en el segunda mano /un piso modesto, céntricoy barato/en el paraíso apenas a unos minutos/ si vamos en metro, del resto del mundo/ sueño con ello mientras mi calor te espera/ inexperto yo quemo la cena/ llegas tarde a casa/ dónde te has metido, te creía perdida/ me besas y aguantas mis bellas mentiras, traes por fin la calma".

Y finalmente nos acompaña para acomodar en nuestro corazón los versos de esas solitarias tardes de domingo en que miramos atrás y pensamos "qué andarás haciendo ahora, hecha una madeja en el sillón, dibujando constelaciones en los huecos de los cuedros que aún quedan por colgar/ Guardando mi paz y mis recuerdos/ la costumbre de dormir al lado izquierdo".

Gracias Ismael, por escribir versos que ayudan a transmitir aquello que a algunos ya no se les permite sentir y poner en nuestra boca lo que queremos transmitir a quien sabe entendernos.



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