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La insignia
3 de diciembre del 2004


Perú

Alfonso Barrantes Lingán in memoriam


Rafael Roncagliolo
La República. Perú, 2 de noviembre del 2004.


Anteayer, martes 30, el cajamarquino Alfonso Barrantes Lingán habría cumplido 77 años.

Barrantes es uno de los pocos políticos que, cuatro años después de su fallecimiento, sigue mereciendo reconocimiento unánime. Todos recuerdan que fue un demócrata a carta cabal. Fue también, y esto se recuerda menos, un marxista convicto y confeso y, en su juventud, un aprista (la bifurcación y el enfrentamiento entre apristas y marxistas, como se sabe, fue resultado de un largo proceso que se inicia entre Haya de la Torre y Mariátegui y se exacerba con el transcurso de los años).

Barrantes accede a las primeras planas en 1958, cuando es electo presidente de la Federación Universitaria de San Marcos y encabeza las manifestaciones callejeras de repudio al entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, quien recibió en sus visitas de ese año a Perú y Venezuela expresiones de rechazo que él mismo recuerda en sus memorias.

Luego, durante muchos años, Alfonso fue un sobrio abogado sindical, alejado de la actividad partidaria y de las pugnas y anatemas recíprocos dentro de la izquierda, en particular entre pro soviéticos y pro chinos. Como el luto en el vestir, como su dependencia gastronómica del arroz blanco y como su casa de las Capullanas (con segundo piso construido al principio sin escalera de acceso), la sobriedad le duró toda la vida. Incluso cuando fue alcalde de Lima y precandidato con la primera opción a la presidencia de la República.

En los años ochenta la izquierda peruana irrumpió en la escena electoral con un ímpetu inusitado, llegando a ser la izquierda hasta ese momento más votada de América Latina. Captaba un porcentaje de votos mayor al que obtuvo Salvador Allende cuando fue electo presidente de Chile. Esta Izquierda Unida (que así se llamaba) estalló, entre otros muchos motivos, porque Barrantes asumió que, en pleno accionar terrorista, no era viable ni serio llegar a la presidencia encabezando un frente en el que no todos sus integrantes habían deslindado claramente con el camino de las armas.

Sea como haya sido esta historia trágica y controvertida, el país perdió un segmento político que era y sigue siendo crucial para la construcción de un sistema de partidos equilibrado. La izquierda misma se dispersó en una diáspora de la que ahora se benefician numerosas fuerzas políticas.

Todo lo anterior forma parte de una historia aún por escribirse sin pasiones. Lo que queda claro, cuatro años después del fallecimiento de Barrantes, es que, en el Perú como en todo el resto de América Latina, hay marxistas que han cumplido un papel destacado en la construcción de las democracias que hoy vivimos, y que tanto esfuerzo colectivo exigen para su defensa, consolidación y profundización.



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