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La insignia
27 de octubre del 2003


Para otra lectura de Manuel Sacristán


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Poliética
Sección Diálogos
Francisco Fernández Buey
La Insignia. España, octubre del 2003.


I

Se acaba de publicar una antología de máximas, aforismos y reflexiones de Manuel Sacristán con el título de M.A.R.X. (*). El autor de la antología, Salvador López Arnal, que es profesor de informática y matemáticas, ha decidido jugar con lo que algunos saben (que Sacristán fue nuestro Marx) para darnos un título ingenioso en el que la x responde a "algunas variables libres" añadidas a las máximas, aforismos y reflexiones. López Arnal lleva ya un montón de años trabajando en el legado de Sacristán, hoy depositado en los archivos de la Universidad de Barcelona, y en este momento es con toda seguridad la persona que más sabe de la obra (en parte inédita) del filósofo. Sólo se ha permitido esa broma del título en un libro de quinientas páginas que, en mi opinión, y bromas aparte, está llamado a facilitar otra lectura de Sacristán; una lectura para personas jóvenes que no conocieron al filósofo ni le leyeron cuando estaba vivo.

Además de la ordenación por temas de una parte importante de la producción de Sacristán, cosa que permite enseguida hacerse una idea de la amplitud de su horizonte intelectual, hay tres cosas en este libro que dan pie para argumentar lo que acabo de decir.

La primera es la incorporación al volumen, en texto o en notas, de material inédito que va a romper con la imagen estereotipada de Sacristán que ahora corre por ahí en memorias y desmemorias de personas que le conocieron poco. Entre ese material hay una reflexión autobiográfica, probablemente de finales de los sesenta, breve pero notabilísima (págs. 57-66), que seguramente contribuirá a la mejor comprensión de lo que fue la evolución intelectual de uno de nuestros pocos grandes filósofos del siglo XX. Este es uno (y no el único) de los frutos de la dedicación apasionada de López Arnal a la difusión de la obra de Sacristán.

Las otras dos cosas que me hacen decir que este volumen abrirá una fase nueva en el conocimiento e interpretación del pensamiento de Sacristán son el prólogo y el epílogo, escritos, respectivamente, y con conocimiento de los materiales inéditos, por Jorge Riechmann y Enric Tello. Prólogo y epílogo han sido redactados con estilos muy diferentes, tienen una dimensión muy distinta, pero son igualmente eficaces: en la aforística contención del poeta que sabe relacionar temas, palabras y conceptos, el uno; con atención al matiz y a la distinción propia del historiador, que sabiendo el oficio, no pierde de vista lo esencial, el otro. Pero sobre todo, en ambos casos, con la frescura de quien, apreciando al personaje y conociendo sus libros, piensa en él con libertad, con su propia cabeza, y piensa, además, al escribir, en aquellos que podrían leer a Sacristán hoy (que no son ya quienes le leyeron ayer).


II

Manuel Sacristán ha sido uno de los tres o cuatro pensadores realmente influyentes en el ámbito de la filosofía hispánica de la segunda mitad del siglo XX. Era ya respetado entre los intelectuales y los estudiantes universitarios de la Barcelona de los años cincuenta; se convirtió en el pensador marxista más conocido en la España de los sesenta; y cuando murió, en 1985, a los sesenta años, su obra fue presentada por pensadores de diferentes tendencias como la más sólida contribución a la filosofía española después de Ortega y Gasset.

Este juicio, muy generalmente compartido, se basa en la contribución que Sacristán hizo al menos en cuatro ámbitos próximos pero diferentes: a la lógica formal contemporánea, de la que fue introductor indiscutido en nuestro país; al conocimiento de las principales corrientes de la filosofía posterior a la segunda guerra mundial, para lo que nos dejó una panorámica muy completa ya en 1960; al análisis de la obra de Marx y de los principales marxismos posteriores a Marx, en una época en la que el marxismo estaba prohibido en España y la marxología completamente en mantillas; y a la metodología, la sociología y la política de la ciencia desde un enfoque tan innovador y novedoso como equilibrado y ecuánime para un momento, los años setenta y parte de los ochenta del siglo XX, en que la filosofía académica de la ciencia parecía oscilar entre la resaca que dejó el giro introducido por Thomas Kuhn y el retorno a las añoranzas románticas.

A pesar de que durante cuarenta años (desde 1946 hasta 1985) Sacristán escribió mucho y sobre muchas cosas (López Arnal ha clasificado sus reflexiones en dieciocho apartados), no fue un autor de muchos libros. De hecho, sólo publicó tres libros: dos sobre temas específicos y un tercero (dividido, a su vez, en cuatro volúmenes) que es la recopilación de artículos, ensayos, prólogos y conferencias que él mismo consideró dignos de ser juntados para conocimiento del público en general. Tal vez por eso, porque lo que él mismo publicó o quiso dar a conocer en forma de libro es sólo una parte de lo que pensó, escribió y comunicó en sus clases y en sus intervenciones públicas, se ha dicho varias veces, con razón, que el hombre valía más que lo publicado. Pero lo publicado, no siendo mucho en comparación con lo que dejó escrito o dicho, era ya suficiente para hacer bueno el juicio acerca de su lugar en la historia del filosofar en castellano.

Efectivamente: sus dos primeros libros, Las ideas gnoseológicas de Heidegger (1) e Introducción a la lógica y al análisis formal, publicados respectivamente en 1960 y 1964, son, ambos, innovación casi absoluta en el panorama de los estudios filosóficos en la España de aquellos años. Las ideas gnoseológicas de Heidegger, por lo que tiene de análisis crítico, textual y contextualizador, de la analítica existencial y del pensar esencial heideggerianos. Y el segundo, La introducción a la lógica (2), no sólo por la novedad que significaba dar a conocer una disciplina entonces desconocida en nuestro país, la lógica formal, sino también por su enfoque, por su atención a la historia y a la filosofía de la lógica, cosa, ésta última, que lo diferenciaba de las tendencias académicas contemporáneas, casi siempre ancladas ya en los tecnicismos de escuela.

Con el paso de los años la importancia de estos dos libros se puede valorar aún mejor. Desde 1959 se ha escrito muchísimo sobre Heidegger; pero cuando se repasa la enorme bibliografía hoy disponible al respecto todavía es posible contar con los dedos de una mano monografías con la altura analítica y crítica de la que escribió Sacristán hace más de cuarenta años. Con el paso del tiempo el propio Sacristán no quiso reeditar aquel libro suyo, aduciendo que habría tenido que seguir con detenimiento la evolución de Heidegger después del final de la segunda guerra mundial, cosa que, dedicado a otros asuntos, no hizo ya, a pesar de lo cual todavía dejó algún apunte sobre el mismo que pone de manifiesto la solidez de su enfoque y el equilibrio de aquella aproximación temprana (recuérdese que por entonces Jean Paul Sartre se quejaba de la falta de atención de los marxistas europeos hacia Heidegger).

Y ¿qué decir sobre la Introducción a la lógica y al análisis formal que no hayan dicho ya Jesús Mosterín, Luis Vega y Manuel Otero, especialistas autorizados para hablar de estas cosas de la lógica y su historia? Al prologar uno de los libros inéditos de Sacristán, Lógica elemental, escrito en su momento (1965) para un público amplio y publicado después de la muerte del filósofo, por Vera Sacristán, en la editorial Vicens Vives, en 1994, Mosterín dejó dicho que sólo con aquella Introducción dispusieron los estudiantes españoles de un texto de lógica riguroso, útil y a la altura de las circunstancias, y que seguiría siendo único durante los seis años siguientes (3).


III

El título que dio Sacristán a la recopilación de escritos preparada para la Editorial Icaria, y publicada por esta casa editorial de Barcelona entre 1983 y 1986, es sintomático: Panfletos y materiales. Esta antología, hoy descatalogada y, por tanto, inencontrable en librerías, agrupa por temas, en cuatro volúmenes, artículos y ensayos de filosofía (a los que Sacristán llamó papeles); prólogos, introducciones y ensayos dedicados a Marx y a los marxismos escritos durante veinte años; aproximaciones a poetas, artistas y literatos que fueron en algún momento de su vida santos de la devoción de Sacristán (a lo que llamó lecturas); e intervenciones de contenido directamente político, político-social o político-cultural (que son sólo la expresión de una parte mínima de la ingente tarea de Sacristán en ese ámbito, iniciada al comienzo de los años cincuenta en la revista Laye y concluida en la revista que él mismo había fundado en 1979, la revista verdirojovioleta mientras tanto).

He escrito en alguna otra ocasión que ese título, Panfletos y materiales, además de reflejar acentuadamente uno de los rasgos que Sacristán más apreciaba, la modestia científica, y de resaltar algo que él mismo vivió como una amputación (el haber tenido que escribir, sobre todo desde 1965, mucho texto ocasional o por encargos editoriales para ganarse la vida) conlleva el riesgo de despistar al lector. Pues ya en 1983, cuando salió el primer volumen, sólo el lector formado en la misma tradición que Sacristán, la social-comunista (una expresión entonces empleada con cierto orgullo y hoy usada en España casi solo como insulto por quienes no habrían conocido la democracia de no haber sido por aquella tradición), sólo ese lector, digo, podía entender en todo su significado lo que quiere decir "panfleto" y lo quiere decir "material" y también comprender, por tanto, al ir leyendo lo que esos volúmenes contienen en realidad, la autoironía (un poco negra) de su autor.

Es verdad que los papeles de filosofía o el fruto de las lecturas que Sacristán hizo de Goethe y de Heine, de la narrativa de Rafael Sánchez Ferlosio, de la poesía de Brossa o de los poemas cantados por Raimon, así como los artículos y ensayos que escribió sobre Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Lukács, etc., son más, mucho más, que lo que hoy se entiende habitualmente por panfleto y material. Incluso lo que Sacristán llamaba, de manera neutra, intervenciones políticas habría que calificarlo, por comparación con lo que hoy se denomina así y, por tanto, con ojos y oídos de ahora, como piezas breves de filosofía política. Por desgracia, además, el hecho de que Sacristán fuera marxista y comunista, y el más conocido de los filósofos marxistas y comunistas de este país, el que no renegara de sus ideas ni hiciera caso a neomarxismos y otras modas, ha favorecido la identificación primitiva e ignorante entre su marxismo y el panfleto dedicado a la propaganda o al adoctrinamiento, que es literalmente lo contrario de lo que eran los panfletos y materiales de Sacristán en su contexto histórico.

Para entender bien hoy lo que Sacristán tenía en la cabeza cuando llamó panfletos y materiales a escritos suyos del género ensayo, artículo, prólogo, introducción, lección o conferencia, la vía más rápida es comparar lo que hay en estos cuatro volúmenes, y aun en el quinto (también póstumo) (4), dedicado a cuestiones de pacifismo, ecologismo y política alternativa, con sus dos libros anteriores, Las ideas gnoseológicas de Heidegger (que es una tesis doctoral que tiene detrás varios años de trabajo riguroso) y la Introducción a la Lógica (que es el resultado de la ocupación durante ocho años en una disciplina científica como el análisis formal). Cuando uno ha estudiado esos dos textos (pues en ese caso se trata de estudiar, no de leer por encima) y sabe, además, las horas y horas que Sacristán tuvo que dedicar desde 1956 a la organización de una de las pocas cosas que en realidad se oponían a la dictadura franquista, el Partido Comunista y, desde 1965, expulsado ya de la universidad precisamente por comunista, al viejo pero siempre decisivo asunto del pane lucrando en condiciones adversas deplorables, comprende mejor por qué él llamó panfleto o material a tanto escrito suyo, breve, sí (en la concepción de la época), pero siempre informado, siempre agudo, siempre construido con el rigor lógico y argumental de los buscadores de la verdad.

Veracidad no es sólo una palabra recurrente en los escritos de Sacristán; es el meollo mismo de su filosofar, lo que vincula su marxismo al clasicismo filosófico, como queda patente en una entrevista conmovedora, de 1978, recogida en Acerca de Manuel Sacristán (Destino, Barcelona, 1996, págs. 97-119), libro éste, por cierto, también descatalogado, pero que hoy sigue siendo la mejor fuente de información disponible para el conocimiento de la vida y la obra del filósofo.


IV

Al ofrecer al lector un volumen que lleva en el título las palabras "máximas", "aforismos" y "reflexiones" (un libro que, obviamente, Sacristán nunca escribió), López Arnal ha hecho una apuesta arriesgada. Corre el riesgo, en efecto, de que los viejos que conocen la obra de Sacristán se queden en la broma del título. No debería ser así porque en la tripa del libro hay premio. Incluso para sexagenarios, como yo, que le tratamos mucho, le quisimos mucho y leímos casi todo lo que escribió.

Explicaré un poco más lo que quiero decir para no parecer críptico. Tal vez a Sacristán esto de las máximas y aforismos, tratándose de él mismo, le habría parecido excesivo. Cierto. Pero, si se mira bien la cosa, este bondadoso exceso formal viene a restaurar, al cabo de los años, lo que fue la orientación profunda del Sacristán más verdadero. Ayuda, creo, a girar la rueda de la fortuna en la dirección contraria a aquella que él siguió, exagerando también, como aquel personaje de Shakespeare que iniciaba la lucha contra sí mismo, al llamar a tantos escritos suyos (reflexiones y pensamientos concentrados; máximas, al fin) panfletos y materiales.

Sacristán no tuvo suerte en esta vida. En España fue un exiliado interior, incluso cuando empezó eso a lo que llamamos democracia. El primer Ministerio de Educación después de la dictadura todavía le negó una cátedra, como se la había negado el Ministerio de Educación franquista. Y su obra tampoco ha tenido la fortuna que merecía entre nosotros. Prueba de ello es que, como he dicho, buena parte de sus obras están hoy, casi veinte años después de su muerte, descatalogadas. No por la censura, sino por el mercado. Y porque la lógica, la argumentación rigurosa, la intención científica y la razón apasionada se confunden ahora, demasiado a menudo, incluso entre los filósofos licenciados, con eso a lo que llaman dogmatismo.

Tampoco en Iberoamérica el filosofar de Sacristán ha tenido demasiada suerte. En México, en Argentina y en otros países se conocieron antes que en España su antología de los escritos de Antonio Gramsci (Siglo XXI, 1970), su ensayo sobre el Anti-Dühring o sus traducciones de Lukács. Algunas, pocas, personas se beneficiaron de su magisterio en México, en la UNAM, entre 1983 y 1984, ya casi al final de su vida. Ecos de ese magisterio y del conflicto que supuso en Iberoamérica el choque con un marxismo crítico y libertario como el de Sacristán hay en la revista Dialéctica, en los recuerdos de Adolfo Sánchez Vázquez y en escritos de Aricó, de Dora Kanussi y de Víctor Alarcón. Pero, por lo general, todavía se desconoce el fruto de su aproximación a Gramsci (lo que debería haber sido la introducción a la Antología de Siglo XXI) (5) y la edición de los Panfletos y materiales, en Icaria, que hubiera permitido hacerse una idea de conjunto de la evolución filosófico-política de Sacristán, llegó allí con cuentagotas. Algunos amigos de América Latina piden hoy las obras de Sacristán y no pueden leerlas. Dicen en Internet: "Ya sabíamos que pensar con veracidad en ese país vuestro, como en el nuestro, es penar". Ayer y hoy. Aquí y allí. Pero tal vez no sea otra ilusión, una ilusión más, esperar, los unos y los otros, que lo que se abre con una broma ingeniosa y provocativa, M.A.R.X., sirva, leyéndolo, para empujar la rueda de la fortuna en la dirección contraria. Aunque en el caso de Manuel Sacristán hayan tenido que pasar casi veinte años.


Notas

(1) Las ideas gnoseológicas de Heidegger está ahora disponible en la Editorial Crítica (edición de F. Fernández Buey), Barcelona, 1995.
(2) Ahora disponible en Círculo de Lectores, Barcelona, 1990.
(2) La Lógica elemental fue publicada por la Editorial Vicens Vives, Barcelona, 1996 (edición al cuidado de Vera Sacristán Adinolfi).
(3) Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Icaria, Barcelona, 1987. Este volumen, al cuidado de Juan Ramón Capella, incluye la mayoría de las intervenciones políticas de los últimos años de Sacristán.
(4) Publicada con el título de El orden y el tiempo por la Editorial Trotta, Madrid, 1995 (al cuidado de Albert Domingo).

(*) El viejo topo, Barcelona (España), 2003.



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