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La insignia
30 de noviembre del 2003


Entrevista con Rodolfo Castro

No sólo de libros vive la lectura


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. España, noviembre del 2003.


Generalmente se piensa que la lectura, si se trata de verdadera lectura, es únicamente de libros. A través del desciframiento de los códigos escritos contenidos en volúmenes -y mientras más grandes, mejor- el lector estaría abriendo la puerta exclusiva hacia el auténtico conocimiento. Sin embargo, con todos los beneficios indudables que ella tiene, no podemos restar importancia a muchas otras formas de conocer e interpretar el mundo, tan válidas y útiles como aquella.

El multifacético cuentero argentino Rodolfo Castro se dio a la tarea de convocar a una rica gama de autores para que escriban sobre las formas en que leen el mundo. De esa forma ha reunido en el libro La otras lecturas (México, Paidós, 2003) a un científico, un músico, una dramaturga, un cirquero, un director teatral, un poeta, un cuentacuentos y una titiritera para que nos cuenten de sus experiencias como lectores intérpretes de la realidad.

Sobre diversos temas contenidos en ese libro es que sostuvimos la siguiente charla.


Ariel Ruiz (AR): Después de tu libro La intuición de leer, la intención de narrar, ¿cuál fue el motivo que te llevó a coordinar este nuevo volumen sobre lectura?

Rodolfo Castro (RC): Este libro surge como la posibilidad de desarrollar a mayor profundidad una idea que ya manejaba en La intuición de leer, que era la de que todos somos lectores, y algunos leemos libros. Aquí desarrollo más esa idea.

AR: Hay una gran variedad de autores de diversas disciplinas en el libro: hay un científico, un músico, una titiritera, un clown, una persona que hace teatro para sordos. ¿Hubo algún criterio para escoger a estos colaboradores?

RC: En principio la idea fue buscar gente que estuviera haciendo una lectura específica a través de algún oficio. La idea de la convocatoria que hice fue que si se animaban a escribir cómo ellos leían el mundo no a través de los libros sino a través de su oficio.

AR: Uno de los textos que más me impresionó fue el de Alberto Lomnitz que trata acerca de los sordos, a los que generalmente ignoramos. Ellos también tienen una forma muy particular de leer, incluso libros.

RC: En principio la idea fue incorporar la mayor cantidad de lecturas posibles. A partir de eso entrevisté o llame a mucha gente para invitarla a participar en el libro. De toda esa gente quedaron nueve colaboraciones, cuyos autores tuvieron interés y a los que les pareció que tenían algo que decir. El libro tiene la limitación de los nueve que escribieron, porque hay muchos otras lecturas que quedaron fuera del libro.

AR: Otra forma muy específica de leer la realidad es la de los científicos sociales, que generalmente la interpretan a través de potentes lentes teóricos. ¿No pensaste en integrar a uno de ellos?

RC: Uno busca, y fueron surgiendo personas que iban dando el perfil, que tenían interés, y en esta búsqueda no apareció un sociólogo, pero quizá sea otra de las lecturas que quedó fuera del libro.

AR: Los autores del libro señalan mencionan muchas otras lecturas que hace la gente: el que lee el clima, que leen la conducta de la gente, etc. ¿A qué se debe que la lectura de libros tiene mayor prestigio que esas otras formas de descifrar el mundo?

RC: Creo que se ha construido alrededor de la lectura de libros una cuestión de estatus social que genera entre las personas una sensación de que el que lee libros es el que sabe, el inteligente y el sensible, y el que no lee libros es despreciable, no existe. Es un problema de percepción alrededor de la lectura, es un discurso perverso. El problema no son los libros, sino quienes usan a los libros como un símbolo de superioridad.

AR: Dices que el libro resulta un poco disperso debido a la variedad de lecturas que en él se hallan; pero también en eso radica su riqueza. Pero, ¿qué encuentras de común en las lecturas que reuniste?

RC: Eso fue un hallazgo, porque cuando cada uno de ellos escribió o realizamos la entrevista sin que cada uno supiera lo que los otros estaban escribiendo. No nos pusimos de acuerdo, sino que cada quien escribió lo que le pasaba.

El hallazgo fue que aunque cada uno tenía una lectura diferente del mundo, se tejen redes entre esas percepciones distintas, entre esas formas de vivir el mundo. Por ello lo que se percibe en este libro es que las lecturas no nos dividen, sino que nos unen y establecen puentes entre nosotros.

AR: Hay otro fenómeno interesante: ¿Por qué un mismo hecho lo observamos de forma distinta, y a veces hasta confrontada, a otras personas?

RC: Esa es la condición de la lectura: no existe una única lectura. Hay muchas formas de leer un mismo acontecimiento, y esos forma parte de la condición humana.

AR: También existe una lectura de lo que se ha dado en llamar la comunicación "no verbal": gestos, movimientos, señas. ¿Qué tan relevante te parece esa lectura?

RC: Es fundamental, ya que el lenguaje está basado en la gestualidad. El lenguaje tiene su origen en la gestualidad y en el sonido. A través de nuestros gestos estamos diciendo quiénes somos, qué nos pasa, cómo nos sentimos. La base del lenguaje está allí. Por ello, mientras más reprimida tenemos nuestra gestualidad, más reprimida tenemos nuestras posibilidades de expresión y de lectura.

AR: En tu opinión, ¿qué papel tiene en las lecturas la imaginación? Incluso la ciencia, que uno podría pensar que es lo menos imaginativo que hay en el mundo, la utiliza, como nos muestra Sergio de Régules.

RC: La imaginación, como la curiosidad, es el motor del aprendizaje, del conocimiento. Si uno no se imagina hacia delante, hacia el futuro, o hacia atrás, cómo fueron las cosas o cómo podrían ser, pues uno no puede avanzar hacia nada. Uno tiene que armar hipótesis y allí juega un papel importante la imaginación.

AR: Con los cambio científico, las transformaciones tecnológicas, ¿qué cambios fundamentales piensas que se han introducido en la lectura del mundo?

RC: Creo que la tecnología ha introducido pequeños cambios superficiales. Hacia el interior de la emoción del ser humano, de su razonamiento y de su pensamiento, los cambios son menores. Nada más han mejorado y ampliado las posibilidades o han generado nuevos espacios. La tecnología ha propuesto cambios superficiales.

AR: Otro tema interesante que me despierta el libro es el siguiente: aquí se hacen lecturas desde diversas profesiones, pero otra diferencia entre lecturas puede ser por la edad.

RC. Sí, seguro. No percibe igual el mundo un niño que un anciano. La experiencia va modificando e incorporando juicios, temores, dolores, que no se tienen en la infancia, y la lectura es completamente distinta. La moral que tiene un niño no tiene por qué ser la que tiene un anciano.

AR: Además de lectores, la mayoría de los autores del libro también son creadores: hacen obras que son leídas.

RC: Hay una necesidad del ser humano de trascendencia, de poder encontrarse con otros más allá de su vida, de las limitaciones de su espacio y de su entorno. Entonces mucha gente que necesita, de alguna manera, bajar a cierto formato expresivo, ya sea un libro, una obra de arte, una canción, una mesa, y poner allí algo que los trascienda.

AR: ¿Cuál es, a tu parecer, la relación que se establece entre la obra de un creador y la lectura que el público hace de ella?

RC: Los autores lo que hacen es proponer una lectura, y son los lectores los que disponen de esa propuesta, y cada uno lo hace a su libre albedrío. Yo no puedo obligar a nadie a que lea lo que yo quería que esa gente leyera. Yo trato de ser lo más claro posible en mi mensaje, pero es el otro el que dispone la interpretación que le va a dar.

AR: ¿Cuáles consideras que son los principales filtros a través de los que leemos?

RC: Creo que cada vez más la diversidad en esos filtros -como tú los llamas- se va reduciendo, cada vez son menos para más gente. En ese sentido los medios de comunicación masiva generan un modelo único de leer la realidad, y mucha gente está entrando en esos filtros y está aceptando leer la realidad sólo como se la presentan los medios de comunicación. Eso es una lucha que hay que librar para que eso no ocurra.

No entiendo por qué, el televisor tiene que estar en el comedor o en la recámara, o sea, en donde comes, en donde duermes y haces el amor. El televisor debería estar en otro cuarto en donde uno fuera especialmente a verlo, pero no que estuviera invadiendo mis otros espacios.

AR: ¿Tú qué prefieres: leer o ser leído?

RC: Disfruto mucho leyendo. La posibilidad de ser leído es una sensación muy conmocionante, sentir que alguien está en acuerdo o en desacuerdo con algo que uno ha escrito y que de alguna manera es un riesgo.

Pienso que son acontecimientos distintos, y que he sentido distintas emociones en los dos casos. Cuando escribo es cuando más leo, y cuando no estoy escribiendo como que la lectura también se rezaga. Pero escribir me lleva mucho a leer. Y me da más placer leer.



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