Colabora Portada Directorio Buscador Redacción Correo
La insignia
16 de diciembre del 2003


España

Rafael Alberti ha muerto


Jesús Gómez
España, 28 de octubre de 1999 (*).


«Ahora, según me voy adentrando, haciéndome cada vez más chico, más alejado punto por esa vía que va a dar al final, a ese golfo de sombra que me espera tan solo para cerrarse, oigo detrás de mí los pasos, el avance callado, la inflexible invasión de aquella como recordada arboleda perdida de mis años.»
-Rafael Alberti, La arboleda perdida-


Murió Alberti en El Puerto de Santa María, y las primeras ediciones escupirán su nombre a las portadas de los medios. Neruda, que lo conoció bien, mostró sus pasos: "Alberti es algo así como un sobreviviente. Había mil muertes dispuestas para él. Una también en Granada. Otra muerte lo esperaba en Badajoz. En Sevilla llena de sol o en su pequeña patria, Cádiz y Puerto de Santa María, allí lo buscaban para acuchillarlo, para ahorcarlo, para matar en él una vez más la poesía". No pudieron, y Alberti sobrevivió para comprarle unos zapatos nuevos al poeta chileno, en París, cuando organizaban el congreso de escritores antifascistas.

Una madrugada cualquiera, suena un teléfono y una voz emite el salmo monótono de los datos que sirven para estructurar noticias, artículos de opinión, necrológicas, homenajes: 1.15. Insuficiencia respiratoria. Cenizas devueltas a la Bahía de Cádiz en fecha sin determinar. PCE. Sobre los ángeles. Pero vuelve Neruda y habla de los hechos que no están, de lo importante, "Sucede que me canso de ser hombre", y define el vacío. Alberti fue uno de tantos españoles que llevaban la estrella de León Felipe en la frente, para ganar la luz y cerrarle el paso a los inquisidores con un verbo, un puñado de sustantivos y algún adjetivo que se reía de su sombra.

Ninguna palabra escrita desde la urgencia puede medir el peso de una muerte que se lleva un siglo roto, arrastras, con la burla final del poeta del exilio en Roma. No podrían. Como en el relato de Varlam Shalámov, abrió caminos en la nieve virgen y tuvo tiempo de ganar una batalla por Góngora, jugar con Murillo, con Velázquez y con Gris, y ponerle nombres a la infamia y cascabeles a las raices que tanto molestaban a Ehrenburg. Ahora ya lo saben: se dice que Rafael Alberti, poeta, comunista y practicante del oficio de vivir, cierra un libro.

Otra madrugada, y otra voz, dejaron constancia: "Cuando por fin, allá, concluido el instante de la última tierra, cumplida su conquista, seamos uno en el hundirnos para siempre, preparado ese golfo de oscuridad abierta, irremediable, quién sabe si a la derecha de otro nuevo camino, que como aquél también caminará hacia el mar, me tumbaré bajo retamas blancas y a amarillas a recordar, a ser ya todo yo la total arboleda perdida de mi sangre."


(*) Publicado originalmente en la revista Rebelión. El autor fue responsable de las secciones de Cultura y España de la publicación mencionada hasta su dimisión en febrero del año 2000.



Portada | Iberoamérica | Internacional | Derechos Humanos | Cultura | Ecología | Economía | Sociedad Ciencia y tecnología | Diálogos | Especiales | Álbum | Cartas | Directorio | Redacción | Proyecto