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16 de marzo del 2008

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Iberoamérica
España

La cuestión económica tras las elecciones


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, 14 de marzo.

 

Me imagino que, tras las vacaciones de Semana Santa, los dirigentes políticos empezarán a moverse para la configuración de los mecanismos institucionales que presidirán la biografía de la legislatura. Es normal que se tomen unos días de relax tras la loquinaria zahúrda del proceso legislativo anterior. Es de esperar, pues, que tras ese lapso las cosas tomen un rumbo menos estridente así en el Parlamento como en el conjunto de la vida política. Naturalmente ello dependerá de las meditaciones que hagan los mandamases del Partido popular y, muy concretamente, si deciden dejar de estar realquilados en las sacristías y en determinados chambaos mediáticos. Pero, más todavía, dependerá del saber hacer del gobierno y de la atinada lectura que haga de la expresión popular que ha sido emitida hace unos pocos días. Así pues, unos y otros no deberían apresurarse en la declaración de intenciones; aprovechen el sosiego de la próxima semana y, a continuación, hablen en consecuencia.

Estoy por decir que la situación económica tendrá en estos cuatro años la mayor relevancia. Los saberes de los expertos y las narices de los chusqueros en estas materias económicas parecen coincidir que los tiempos que vienen van a complicar, en desigual medida, los bolsillos del público. Más todavía, afirman expertos y chusqueros que la joya de la corona -esto es, la macroeconomía- va a resentirse y lucirá menos su boquita de piñón. De manera que, dado el consenso entre la academia y el chusco -las dobles integrales abelianas y la regla de tres simple- es insoslayable que el presidente Zapatero diga en el discurso de investidura que los tiempos que vienen serán más complicados. Si yo tuviera que lidiar ese vitorino me guardaría mucho de ampliar el elenco de dádivas-cheque que han lucido excesivamente su compostura en el proceso electoral. No quisiera ser cenizo pero intuyo que algunas dádivas-cheque prometidas en campaña podrían entrar en un estado de delicuescencia. Tampoco digo que sea necesario, dios me libre, pero es sabido que hay la fea costumbre de rebajar la sisa de los pantalones en los sitios acostumbrados y para los de siempre. Mejor que no por dos razones: 1) santa Rita, Rita; lo que se da, no se quita; 2) sería algo más que una estupidez romper el contrato moral entre la promesa y el voto, y encima crearse problemas innecesarios.

En primera y provisional conclusión: hay que meterse en harina, en la harina de las cuestiones económicas y sociales. Y, aprovechando que el río Genil pasa por Santafé, el presidente Zapatero podría decir, chispa más o menos, lo siguiente: que se abordarán medidas urgentes y de choque y que es necesario un planteamiento de largo recorrido en las cuestiones económicas y sociales, estableciendo una aproximada compatibilidad entre lo uno y lo otro. O lo que es lo mismo: saber combinar adecuadamente un conjunto de tapas variadas con el menú consistente. En base a las enseñanzas de esa vieja dama, Doña Empiria, sabemos que sindicatos y patronales seguirán negociando; de hecho, han sido los únicos sujetos que, desde hace treinta años, han estado metidos en ese quehacer, mientras que otros se dedicaban a eructar desconsideradamente.

Tenemos un problema que conviene abordar de raíz: el miura de la innovación tecnológica. En ese aspecto estamos en un lugar inapropiado. Y por decirlo de manera un tanto abrupta, diré que no cuadra el lugar que tenemos en la economía mundial con el nivel de innovación tecnológica. Se trata de un desajuste que podría disimularse cuando iba viento en popa a toda vela el velero bergantín. Pero cuando soplan otros aires no es posible, por imprudencia temeraria, encogerse de hombros.

Yendo por lo derecho: la madre de todos los problemas está en la innovación tecnológica, si es que se quiere encarar este gigantesco proceso de innovación y reestructuración de los aparatos productivos y de la economía toda. Que ahora, además, se encuentra subsumida en el paradigma del cambio climático: otra coincidencia entre los académicos y las sabidurías chusqueras.

Pues bien, ese estadio de innovación y reestructuración, necesitado de ser compatible con la defensa y promoción medioambiental, requiere un protagonismo decisivo para impulsar una nueva fase de puesta al día de los aparatos tecnológicos y de los nuevos materiales. El centro de trabajo tiene un déficit considerable y, por lo tanto, esa escualidez tecnológica es un mecanismo de freno que tapona la marcha de las empresas y las repercusiones de esa situación sobre el empleo de calidad y los salarios que convienen.

De ahí que sea necesaria, a mi criterio, una contractualidad entre los agentes sociales (sindicatos y organizaciones empresariales) y los poderes públicos que, de manera itinerante, conduzca a un pacto social por la innovación tecnológica.

Es desde esa contractualidad como se va produciendo el necesario forraje para cualquier reforma sensata del Estado de bienestar. Cuestión obligada es que ese pacto no se circunscriba a los necesarios acuerdos interconfederales con el Gobierno sino que recorra todos los espacios de la negociación colectiva. Cuestión más obligada todavía es que el mencionado pacto obvie la hojarasca y la farfolla que, con alguna frecuencia, preside algunos acuerdos: hay que meterse a negociar los ganglios del problema.

No subestimo el resto de las cuestiones pendientes que tiene el país, especialmente el fatigoso problema de la configuración del Estado de las autonomías. Pero sostengo (sin necesidad de recurrir a Pereira) que la economía será lo más decisivo en la legislatura que se abrirá dentro de unas semanas. Y me arriesgo a dar una opinión: podría ser que el voto a Zapatero (mezclado con el voto contra Rajoy) tenga más que ver con una razonable esperanza de que el primero estuviera en mejores condiciones que el segundo para liderar la nueva situación económica y no tanto al "que viene el lobo de la derecha". No descarto, en todo caso, que esta opinión carezca de un abundoso fundamento. Pero, sea como fuere, ahí están -dicen académicos de alto coturno y chusqueros con sentido común- el cielo y las nubes un tanto enmarañados.

Así pues, amigos federalistas: dejad de dar la tabarra metafísicamente y echad cuentas de que, de cuando en vez, hay que saber que lo primero, por pura tautología chusquera, es lo primero: las cosas de comer. Que también os afecta a vosotros y a las hipotecas de vuestros hijos. Ir por ahí tal vez les evite ser okupas.

 

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