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8 de septiembre del 2007

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Iberoamérica
España

El culebrón del Partido Democrático


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, septiembre del 2007.

 

Jordi Borja reflexiona, con su habitual lucidez, en las columnas de El País de Cataluña (4-9-2007) sobre el tan traído y llevado asunto del Partido Democrático por el que bebe todos los vientos, Pasqual Maragall (*). Se pregunta Jordi Borja, nada más iniciar su reflexión, si son solubles en un mismo frasco las esencias de los socialistas y las de los convergentes catalanes para la construcción del mencionado nuevo partido. Mi punto de vista es: naturalmente que sí, a cambio de que unos y otros desechen el tronco central de lo que siempre les caracterizó; aquello por lo que ambos creyeron, cada cual a su manera, que valía la pena (los primeros hace más de un siglo, los segundos mucho más tarde) estructurarse como organización política con un determinado sentido. Hablando en plata: de renunciar los socialistas al proyecto de transformación de la sociedad y los convergentes a abandonar un proyecto que está repartido entre el nacionalismo y el soberanismo catalán.

Aunque en política nada es descartable (por ejemplo, pueden coincidir quienes afirmen que el Sol sale por Antequera y los que estén radicalmente en contra), no parece creíble que una parte importante del socialismo y otra no menos considerable de los convergentes estén interesados en fundar el partido que se trae en la cabeza Pasqual Maragall. Porque, por un lado, la condición necesaria para ello es que el socialismo, aunque sea profunda y convincentemente renovado, deje de ser socialismo; y, por otro lado, que los convergentes dejen de ser o bien nacionalistas o bien soberanistas. No creo que haya en Cataluña tanto bicarbonato para que entrambos se traguen tamaña cantidad de sapos. Naturalmente cabe otra hipótesis: la atolondrada creación de un Partido Democrático formado por personalidades de babor y estribor que, aunque minoritarios, hagan la experiencia de ser la sección catalana del PD italiano.

Lógicamente, Pasqual Maragall se orientará a crear (si es que se decide finalmente) un partido de ámbito español. El problema es tres cuartos de lo mismo: ¿con quién? Maragall ha explicado que el vasco Imaz ve la operación con buenos ojos (la "Carta a los amigos" que publica la excelente revista La factoría, dirigida por mi primo Carles Navales). ¿Es posible que Pasqual entendiera adecuadamente al dirigente del PNV? Porque no parece creíble que Josu Jon Imaz desee (y esté en condiciones) de meterse en estos menesteres. Y tampoco es creíble que el socialismo español quiera (y esté en condiciones de) abrir una operación de ese calado: a los de Génova (de Madrid, no de Italia) los dedos se les harían huéspedes. ¿Con Josep Anton Durán? No lo creo, el político democristiano sabe dónde y cómo debe demostrar astutamente su utilidad: lo aprendió de dom Sturzo. O sea, Durán conoce perfectamente que hay procesiones que pueden acabar como el rosario de la Aurora.

Ahora bien, en el caso de crearse en España el Partido Democrático, me atrevo provisionalmente a establecer estas hipótesis: 1) nuevas derrotas electorales a la francesa de los socialistas europeos y 2) no sería una creación a la italiana, sino más bien incorporando al PSOE una serie de personalidades desperdigadas que, hoy por hoy, no las veo en sitio alguno. Pero, entonces, la situación en Génova (Madrid, por supuesto) sería de algo más que albricias. Y estaríamos ante una derrota caballuna de la izquierda, no sólo de la reformista sino también de la autollamada antagonista. Los primeros por razones obvias; los segundos acabarían merendándose a Llamazares (que, desgraciadamente, llegó tarde a Izquierda Unida) y colocarían en el mostrador a los jóvenes Paco Mias y Felipe Alcaraz que, voluntariosamente, seguirían haciendo lo que han demostrado saber hacer.

Me reafirmo en lo que he escrito en otras ocasiones: a) esta operación maragalliana no es útil ni para la izquierda ni para el progreso social; b) la forma de salir del guadiana del socialismo europeo no es otra que una profunda renovación que resitúe el sentido de la transformación real de las cosas, y si tiene que echar fardo por los escotillones que sean los placebos. ¿Que cómo renovarse? Ábranle las tripas a los mecanismos de la economía y observen de qué manera funciona; ábranle las tripas a la sociedad y vean cómo no es tan santurrona como algunos felicistas piensan; abránle las tripas a la política que, solipsistamente orgullosa, se felicita así misma cada dos por tres, y por supuesto corríjanlo. Y sobre todo pregúntense contra quiénes van ustedes. Y, naturalmente, el conjunto de los contenidos de civilización, vistos desde la mirada de la trasformación de las cosas. Es decir, reelaborar una política de izquierdas -dicho con Obiols- "de sentido".

Por cierto, debemos a Raimon Obiols un atento estudio sobre el tema, "La cuestión del Partito Democrático", también publicado por La factoría. En este trabajo, Obiols explica el estado de la cuestión. Y, como importante colofón, invita a que toda opción que se produzca incida especialmente en los contenidos del nasciturus. Por supuesto, exclamarán no pocos. Ahora bien, no me reprimo de interpelarle con amistoso desparpajo: si lo importante son los contenidos, ¿por qué meterse en el mal avispero del Partido Democrático y no entrar en el buen avispero de la renovación del socialismo, entendido como movimiento de trasformación gradual de las cosas? No me resisto a explicar una anécdota que protagonizó Raimon. Hace muchos años, siendo primer dirigente del socialismo catalán, me invitó a comer. Y, a los postres, me dijo: Jo vull veure, José Luis. Obiols quería ver. Naturalmente, yo entendí que quería ver y vivir un futuro mejor. Me digo ahora: yo también, pero el Partido Democrático nos retrotrae a lo que cansinamente hemos visto y vivido, y podría darse el caso de que, siguiendo la teoría de las regresiones, acabáramos en los tiempos de cuando Fernando Séptimo usaba paletón.


(*) Un ruego a quien pueda corresponder: ¿hay alguna manera de que tan suculento artículo se reproduzca en el mismo diario para todo el ámbito español? La ocasión y el tema lo merecen bien de veras.

 

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