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16 de noviembre del 2007

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Iberoamérica
España

CCOO de Cataluña, esa rara organización


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, noviembre del 2007.

 

Desde hace ya cierto tiempo, la dirección de Comisiones Obreras de Cataluña hace anualmente un breve paseíllo: salen de su sede (Via Laietana) y, poquito a poco, calle Ferran arriba, antes de llegar a la Plaza de Sant Jaume, entran en un edificio público. Los recibe el Sindic de Comptes y -como cada año- los sindicalistas le hacen entrega de una cierta documentación: el estado financiero de las cuentas de la organización. Tras los oportunos comentarios de rigor, los sindicalistas vuelven al trabajo, y dada la hora mañanera es posible -sólo digo que es posible- que se tomen unos cafelitos en el Bar Haití. Como queda dicho se trata de una breve caminata anual porque el ejercicio de rendición de cuentas -como los balances- tiene esa prudente cadencia. Por razones que francamente desconozco, la única organización que camina hacia la Sindicatura es Comisiones Obreras. Nadie en Cataluña hace nada igual, parecido o similar. En honor a la verdad, tampoco hay otro referente fuera de Cataluña, ni siquiera el mismo sindicato.

Comoquiera que los sindicalistas de Comisiones están insistiendo, también desde hace años, en tan higiénica medida, y dado que (según parece) todo el mundo dice llamarse Andana, han tirado por la calle de en medio (seguramente Princesa, Comercio y demás) y han ido al Parlament de Cataluña -esta caminata es más larga-, donde les esperaba un grupo de diputados de las diversas fuerzas políticas. Pero, antes de explicar algunos pespuntes de este encuentro, me permito hacer un descansillo.

Hace dos años y medio, el presidente Maragall formó una comisión de trabajo de eso que desacomplejadamente se llama "expertos de reconocido prestigio" con el encargo de proponer al gobierno catalán de un elenco de recomendaciones para procurar la eficiencia y transparencia de la cosa pública. Entre paréntesis: desconozco las razones que llevaron al conseller Josep Maria Vallés (el verdadero inspirador del asunto) a proponerme para formar parte de dicho grupo. Lo acepté por no hacerle un feo a Vallés, dado que pensaba -aunque esa no era la intención del conseller ni del propio Pasqual Maragall- que el resultado de nuestro dictamen acabaría engrosando los abultados archivos o las hospitalarias papeleras de la Generalitat [el tiempo se ha encargado de demostrar que mis avinagrados pensamientos no iban desencaminados].

Pues bien, nos pusimos a trabajar con juvenil ardor y, guiados de la mano, por Juanjo López-Burniol, bajo la presidencia de Anton Cañellas (qpd), ya metidos en harina decidimos convocar a los representantes de las fuerzas vivas de la sociedad civil para que, con su potente sabiduría, nos iluminaran: de las organizaciones políticas y sociales, sólo se presentó Comisiones Obreras de Cataluña. Los comentarios que nos hicieron los sindicalistas, simplificando mucho las cosas, fueron: hay que normar las subvenciones, deben tener claro su finalidad y, además, todo ello debe ser transparente; por lo demás -añadieron en una tarde veraniega- sería ideal que todos los subvencionados de motu proprio presentaran sus cuentas en la Sindicatura. No dijeron que ellos lo hacían porque los que estábamos allí éramos gente aproximadamente bien informada, al menos de eso.

Bien, ¿cómo están las cosas? Sobre el documento de la comisión [llamado concretamente de Transparencia y Buen Gobierno] nada más se supo. Y tampoco de la invitación de Comisiones al resto de las organizaciones. De ahí que sea normal que dicho sindicato esté, según me han explicado algunas voces conocidas, hasta la cruz de los pantalones (de ambos sexos) por la galbana compartida en ese celo de no dejarse ver las cuentas financieras, ni siquiera -según parece- por sus parciales. Cierto, una conclusión lógica es que si esa es la normalidad, el raro es quien dice: aquí están los números, juzgue usted y ya me dirá lo que estime conveniente. Sería, así las cosas, otra de las anomalías de Comisiones Obreras de Cataluña.

Pues bien, tranquilamente irritados los raros piden un encuentro con los grupos parlamentarios para tratar del asunto, esto es, de la petición que desde hace tiempo vienen planteando nuestros anómalos. El resultado del encuentro es el siguiente, con la aclaración de que las negritas las pone un servidor para evitar el cansancio del sufrido lector. Hélo aquí:

Los partidos del Govern eludieron comprometerse con la petición de CC.OO. de obligar a los sindicatos, las patronales y otras organizaciones que reciban fondos públicos a someter sus cuentas a auditorías externas, y recordaron los pasos que está dando el Ejecutivo, entre los que incluyeron la próxima creación de una oficina antifraude.

Se trata de una respuesta que, consultado un eminente hermeneuta de la ciudad de Parapanda, contiene un disimulo [se elude el compromiso] y, a continuación, se sale por los Cerros del Anacoluto: unos cerros más disparatados que los de Úbeda. En ese sentido, el anacoluto parlamentario tiene ese aire de majestuoso (o, según se mire, republicano) surrealismo que lucía el afamado dicho: "Era de noche y sin embargo llovía". Que es muy propio de la peor sintaxis parlamentaria.

La `interpelación´ que me permito hacer a los grupos es: ¿por qué se elude el compromiso? ¿por qué se relaciona esa elusión con la creación de una oficina antifraude? Mientras tanto, pienso -y más adelante lo aclararé-que el sabio refrán de tiempos antiguos tiene hogaño una concreta vigencia: en casa del herrero, cuchillo de palo. Repito, volveré al tema.

Empezaré por el anacoluto. "Vamos a crear una oficina antifraude". Esta es una cosa que debe ser aplaudida sin reserva mental alguna. Ahora bien, lo que los raros sindicalistas están planteando es, indirectamente, una medida ex ante, una condición casi necesaria para que no haya fraude. He dicho casi necesaria, pero que indica la existencia de un control externo, como quien recela de que los que duermen en el mismo colchón son de la misma opinión.

Los sindicalistas debieron quedarse estupefactos ante el paralogismo de los parlamentarios, una labia tan vacua como exuberante. En todo caso, la respuesta (quiero decir, el anacoluto) no tiene la brillantez del "era de noche y sin embargo llovía", posiblemente ideada por un bohemio de taberna con el cerebro en poder del orujo. Ahora bien, si tiramos del ovillo es posible que encontremos una cierta razón entre `eludir comprometerse´ y prometer la creación de una Oficina antifraude. Pero eso se lo dejo a ustedes, pues no está bien que yo lo ponga todo o casi todo.

Lo que no acabo de entender es la normalidad de mis primos hermanos (los sindicalistas de Comisiones del Ebro para abajo) : una gente poco atenta con sus cofrades catalanes. En fin, si tienen alguna explicación de su normalidad no harían mal en decírmelo, al menos por los servicios prestados.

 

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