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La insignia
9 de febrero del 2007


__Especial__
España, 1936-1939
España, 1936-1939

El Jarama en llamas


Juan Modesto
De «Soy del Quinto Regimiento».



El 6 de febrero se desencadenó el ataque enemigo en el frente La Marañosa-Ciempozuelos. Emprendieron la acción tres fuertes columnas, que mandaban Asensio Cabanillas, Barrón y Buruaga. En segundo escalón estaba la de Monasterio (veinte mil hombres, ochenta cañones y cincuenta tanques). (...) Al final de la primera jornada había dejado de existir la cabeza de puente republicana en la orilla derecha del río. Grupos y combatientes sueltos, cercados, se batieron heroicamente hasta el fin.

De las nuevas brigadas que se estaban concentrando, dos la 18 y la 19, fueron empleadas inteligentemente. La 19, que mandaba el comandante Manuel Márquez, sobre La Marañosa, en el flanco derecho; la 18, que mandaba el teniente coronel Martínez Monge, pasó por Titulcia a la banda derecha del río sobre Ciempozuelos.

Las dos brigadas se enfrentaron en un choque violento con un enemigo en pleno esfuerzo ofensivo, y con su resistencia frenaron su avance durante los días 6, 7 y 8. Al final de la última jornada, el enemigo consiguió avanzar hasta la orilla derecha en casi todo el sector de la cabeza de puente. Sin embargo, los dos flancos enemigos fueron sujetados fuertemente por las brigadas 18 y 19, demostrando los hombres de ambas unidades sus altas cualidades combativas. Las dos brigadas, que en estos combates recibían el bautismo de fuego, permanecieron clavadas al otro lado del río en una franja estrecha de terreno de escasísima profundidad, que en algunos lugares no llegaba a cincuenta metros: la 19, en las pendientes norte del Espolón de Vaciamadrid y del Vértice Coberteras, y la 18, ante el puente de Titulcia. Esta última fue abandonada en el combate por su jefe, tomando el mando el jefe del primer batallón, comandante Francisco Carro.

Las dos unidades tuvieron muchas bajas, pero las del enemigo fueron superiores. Los días 9, 10 y 11 de febrero fueron aprovechados por éste para avanzar su dispositivo hasta la margen derecha del río, relevar las fuerzas desgastadas de su primer escalón de combate, y realizar una serie de ataques locales en sus flancos, por medio de los cuales se intentó, sin resultado, expulsar al otro lado del río a los combatientes de las 18 y 19 brigadas; preparó sus nuevas acciones para la consecución del objetivo que perseguía en la operación y que era alcanzar Alcalá de Henares, cortando las comunicaciones de Madrid con la retaguardia republicana.

(...) En la noche del día 11 éste [el Ejército franquista] reanudó su ofensiva, pasando sus vanguardias el Jarama a la altura del puente Pindoque y aguas abajo; el día 12, otras unidades cruzaron el río por el puente de San Martín de la Vega. Como resultado, el enemigo consiguió, hacia el mediodía, crear una cabeza de puente de ocho kilómetros de frente por dos kilómetros de profundidad, que estaba ligada a sus bases en la otra orilla a través de dos puentes permanentes -los de Pindoque y San Martín-, más uno de pontones instalado entre los anteriores. Además, el río Jarama era vadeable para la infantería en gran parte de su curso y no suponía un obstáculo serio.

Recibí la orden de relevar del mando al coronel Mena y hacerme cargo de sus fuerzas. Mi puesto de mando lo instalé en Cerro Gordo. El flanco izquierdo se me alargó hasta Vaciamadrid; luego hasta el puente de Arganda (...) El ministro de la Guerra tomó la decisión de unificar las fuerzas de los generales Pozas y Miaja en un solo ejército (el del Centro), al mando del último (...).

Batalla del Jarama

El día 15, en medio de los combates, fueron reorganizadas las fuerzas del Jarama (...) Se creó una agrupación operativa independiente, al mando del teniente coronel Ricardo Burillo, integrada por tres divisiones circunstanciales, denominadas A, B y C, con la composición y mandos siguientes: división A (brigadas 5, 12 y 14), general Walter; división B (brigadas 11, 15 y 17), general Gal; división C (brigadas 9, 18 y 23), comandante Enrique Líster. Además, se organizó una "Agrupación Norte" compuesta por las fuerzas de la IV división más las brigadas 10 (V. González), 19 (Márquez) y 21 (Gómez Palacios). (...) El 10 de febrero, a precio de grandes pérdidas, los fascistas avanzan varios kilómetros. Un contraataque republicano en la dirección de Pinta amenaza seriamente el dispositivo enemigo, pero los éxitos iniciales obtenidos por los tanques no serán explotados a tiempo. Los fascistas ocupan San Martín de la Vega, sobre la orilla oeste del Jarama.

En pleno desarrollo de la ofensiva enemiga, la "Agrupación Norte", que yo mandaba, lanzó un contraataque sobre el flanco izquierdo enemigo. Participaron en él las brigadas 10 y 19, más dos batallones de la 1ª mandados estos últimos por Luis Balaguer. En ese combate cayó el comandante Aliaga en el asalto de las posiciones enemigas, pasando a mandar su batallón Justino Frutos (incorporado a la lucha en Somosierra desde los primeros días), que era, y lo fue hasta el fin de la guerra, uno de los jefes más valientes y destacados en el combate.

(...) Una semana larga duraron los combates, en los que se consiguió el principal objetivo fijado: atraer fuerzas enemigas, parte de las cuales fueron retiradas del Jarama.

(...) En los combates de los días 15, 16, 17 y 18 de febrero, las fuerzas republicanas que cubrían las direcciones Arganda-Morata-Chinchón, aplicando la misma táctica que en los días de noviembre y en los combates de enero por Madrid, la defensa activa, insistieron en sus ataques (...) El enemigo sintió la impotencia de sus fuerzas y se vio obligado a detener sus acciones para rehacerse. Posteriormente tuvo que desistir de la prosecución de su ofensiva.

A partir del día 18, la iniciativa pasó a nuestras manos.

(...) Por su desenlace, las fuerzas republicanas obtuvieron un nuevo éxito en campo abierto, destruyendo el cuarto intento enemigo de cercar y conquistar Madrid.

(...) No quiero poner punto final a mis impresiones sobre la batalla del Jarama sin antes destacar la influencia que ejerció en el desarrollo de las operaciones militares en el sur de España.

El ejército intervencionista de Mussolini, fuerza principal en la ocupación de Málaga, pensaba desarrollar sus acciones en el teatro operativo del sudeste de España -por la carretera general de la costa-, en dirección a Valencia. Dejando de lado todo lo que aquel plan tenía de aventurero y fanfarrón, la realidad es que después de la ocupación de Mallorca, en los propósitos del fascismo italiano entraba la ocupación del Levante español para dar solidez a sus posiciones estratégicas en la cuenta occidental del Mediterráneo.

Pero el desenlace de la batalla del Jarama deshizo aquellos planes. Y ese fue otro resultado del éxito defensivo del Ejército de la República. La masa de maniobra que actuaba en el sur, integrada en su totalidad por fuerzas regulares de los fascistas italianos, se trasladó al centro.



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