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14 de diciembre del 2007

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Iberoamérica
Entre dos orillas

Argentina: Algo está por pasar (II)


José Ramón García Menéndez (*)
La Insignia. España, diciembre del 2007.

 

Otras escenas más significativas del drama argentino cobran, en cambio, tintes de tragicomedia. Sucedió hace pocos años, durante el primer ministerio de Roberto Lavagna. Les ruego que hagan una composición mental del tiempo y de los lugares de referencia.

Con el agridulce sabor de la derrota de la selección argentina de fútbol en la Copa del Mundo, el ministro de Economía argentino viaja a Washington en una mágica travesía hemisférica a lo largo de la noche de San Juan. Sin confirmar su agenda de trabajo, Lavagna prevé reunirse con el secretario del Tesoro estadounidense, Paul O'Neill, y la segunda autoridad de la nomenclatura del Fondo Monetario Internacional, Anne Krueger. Mientras se instala en su asiento de first-first class rememora otro viaje anterior de su colega mexicano que, en agosto de 1982, vuela hacia Washington para anunciar la moratoria indefinida unilateral de México ante los compromisos financieros contraídos con la banca transnacional y las instituciones multilaterales de crédito. Tras embarcar en su vuelo, funcionarios del ministerio comentan off the record a periodistas bonaerenses que en la cartera de Lavagna no existía propuesta alguna que cumpliera algunos de los requisitos que el FMI impuso para implementar un programa de ayuda ante el abismo al que se dirige el país. "Entonces, che, para qué viaja el ministro", pregunta ingenuamente un meritorio del diario Clarín antes de concluir: "este país se va la marchanta". En las largas horas de vuelo, reconfortado con las comodidades de la first-first class, el ministro despacha con sus asesores sobre qué puede ofrecer a los interlocutores del FMI, descartada la viabilidad del desarmar totalmente el "corralito financiero" que mantiene cautivo y esterilizado -quizás también fugado- a una parte de capital interno de pequeños y medianos ahorradores y pensionistas.

Ahora, con la inspiración más kafkiana de Julio Cortázar (que era capaz de describir en un cuento -lo he recordado recientemente con ocasión de una columna de mi admirado Mario Roberto Morales- cómo un motorista atropelló a un guerrero azteca que sufrió un inexplicable salto en el tiempo de cinco siglos), ustedes deben imaginar que las turbulencias aéreas del paso del ecuador incitan al ministro Lavagna a releer editoriales de la prensa bonaerense en los que se descifraban los motivos de la salida de Mario Blejer de la presidencia del Banco Central de Argentina. Blejer se queja amargamente de las constantes intromisiones y violaciones a la independencia del banco emisor por parte del Ministerio de Economía. Un cruel columnista insiste en las servidumbres de Mario Blejer como veterano funcionario del FMI con más de 20 años de servicio mientras que lectores que somos alumnos y admiradores de la obra y trayectoria de Raúl Prebisch o de Aldo Ferrer, no dejamos de recordar las advertencias sobre el lastre que representa una autonomía domesticada y condicionada de la institución oficial monetaria. Es más, Juan Carlos Amigo, director de una de las publicaciones argentinas más rigurosas, Realidad Económica, haciendo honor a su apellido me confesaba ya en 1996, en un seminario organizado en la Universidad de Santiago de Compostela: "Argentina ya está en saldo final ".

No sorprende, por tanto, que los argentinos, cuando el ministro aterriza en Washington y el presidente Duhalde nombra a Aldo Pignanelli nuevo responsable del Banco Central de Argentina, asistan impotentes e indignados a la escena de la representación correspondiente a un lejano pero no menos significativo martes 25 de junio de 2002. En ese día, la cotización del peso respecto al dólar es de 4 a 1, cuando seis meses atrás era de 1 a 1, pero la Bolsa en Buenos Aires cierra con una ganancia del 7 por ciento debido al impulso de inversionistas que temen (¡!) una mayor depreciación del peso. Mientras Uruguay anuncia que deja flotar libremente su moneda para adaptarse a la incertidumbre de la profunda crisis argentina y Brasil incrementa su riesgo-país en 15 puntos para colocar la confianza en su economía por debajo de Nigeria superando solamente a Argentina, el portavoz del FMI, Thomas Dawson, declara que no existe motivo alguno (¡) para suponer que la crisis económica argentina 'contagiará' a los socios del MERCOSUR. Desde entonces, MERCOSUR entró en un período de esclerosis múltiple a la espera de una salto hacia delante con la últimas incorporaciones solicitadas por Venezuela y Ecuador.

Tras la normalización democrática (a pesar de algunos pintorescos y graves avatares) la recesión económica se adueñó de un país en "crisis crónica". Y desde la última vuelta de tuerca, ha pasado más de un quinquenio de cicatrización de profundas heridas político-económicas y comprobamos que la cauterización es lenta y en dicha lentitud está la semilla de la injusticia (ajustando cuentas con el pasado) y de la insatisfacción (ajustando cuentas con el presente). En estas coordenadas, anticipar la evolución económica de Argentina y de su vertebración en el MERCOSUR ampliado es un ejercicio arriesgado de prognosis por cuanto están presentes variables de diversa naturaleza cuyo procesamiento requiere un especial talento (para)psicológico.

Recuerdo ahora un excelente documental, La toma, cuya guionista -Noemí Klein- reflejó la crisis del "corralito" y el cierre concatenado de empresas. Algunas de estas empresas fueron tomadas por sus trabajadores bajo el combativo lema de "ocupar, resistir, producir" . Y todo ello en los inicios del presente siglo del tercer milenio, en una economía de mercado de un país capitalista de desarrollo intermedio y de enorme potencialidad que vuelve (¡parece increíble!) a la "economía de trueque" .

La ciudadanía argentina debe reflexionar y mejorar su olfato colectivo ante las expectativas del futuro. La reciente llegada a la Presidencia de Cristina Fernández, más allá de la nostalgia peronista y de las tentaciones populistas, puede representar una ocasión irrepetible para que los electores argentinos con la experiencia cívica de los últimos años sepa discernir cuánto hay de artificio, cuánto de demagogia y cuánto de expectativas consistentes en la oferta del equipo ganador para afrontar cambios económicos e institucionales que son inaplazables. La secuencia de las escenas descritas es desquiciante y engendra una insatisfacción insoportable, especialmente en una sociedad tan proclive al psicoanálisis. Una tensión, con frecuencia, al borde de la derrota y del vacio. Como en la tragedia de Eurípides que el poeta Juan Gelman cita en "Salarios del impío", en ocasiones la derrotada sociedad argentina desempeña el papel de un desconcertado Hipólito que escucha la voz grave de Teseo cuando le anuncia: "no, no morirás de golpe; la muerte rápida es el castigo más ligero para el impío..."


Pie de foto: A finales del año 2002, las víctimas argentinas acorraladas por la crisis saquean los comercios.

 

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