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La insignia
8 de septiembre del 2005


Valores reales y nominales:
Peripecias del precio del petróleo


Jürgen Schuldt
El Comercio. Perú, septiembre del 2005.


Si a usted le dijeran que el Producto Interno Bruto (PIB) del Perú aumentó un 7700% en 1990, usted se reiría a mares y le increparía ignorancia al informante por haber dejado de considerar la inflación que hubo de por medio. En realidad, ese año el PIB deflactado no solo no creció, sino que descendió 5,1% en términos reales. Curiosamente, sin embargo, si a usted le dicen -letanía que escuchamos a diario- que en el último cuatrienio las exportaciones se duplicaron de 7 a 14 mil millones de dólares usted se asombra y aplaude. Pero si sólo nos fijamos en su valor real, resulta que sólo pasaron de 7 a un poco más de 9 mil millones. Esa expansión es equivalente al 30% y del que buena parte se debió al esfuerzo de los empresarios, pero el gran resto es atribuible al disfuerzo de los mercados internacionales.

Confusión similar se viene dando últimamente en la prensa nacional e internacional, cuando se habla del precio del barril del petróleo y se afirma categóricamente que ha alcanzado niveles únicos en la historia de la humanidad. En efecto, el precio actual, que esta semana sobrepasó los 70 dólares por barril, es una cifra alucinante; pero si lo traducimos a términos reales, el alza aún no alcanza al de otros tiempos. El gráfico adjunto nos ilustra los azares del errático precio clave mencionado en los sesenta años de posguerra, tanto en términos nominales, como en dólares reales de julio 2005.

Como se puede observar, durante el largo periodo de auge económico de la posguerra (1946-1972) el precio se mantuvo en torno a los 3 dólares, lo que contribuyó a gestar y sostener los llamados 'años dorados' del capitalismo, en que la economía mundial creció al 6% anual y el comercio internacional lo hizo al 12%. Ese precio nominal de 3 dólares equivalía a 20 dólares del año 2005, guarismo éste que coincide con el promedio histórico del errático precio real del barril a lo largo de los últimos 150 años.

Luego, con la guerra del Yom Kipur y el embargo petrolero de los países árabes, el precio nominal saltó abruptamente en el bienio 1973-74. Lo hizo nuevamente a fines de la década de los setenta como consecuencia de la revolución iraní y la guerra entre Irán e Irak, llegando a su pico histórico de 38 dólares nominales (en enero 1980), equivalentes a 95 dólares reales. Hacia 1986 volvió a caer a sus niveles reales históricos de 20 dólares por barril, con marcadas tendencias fluctuantes, la más sustancial de las cuales derivó de la invasión de Kuwait por Irak (en 1990). En los tres casos se trató, por tanto, de alzas que resultaron de recortes de la oferta.

En cambio, la triplicación del precio nominal acaecida durante los últimos tres años es atribuible principalmente a incrementos relativamente graduales en la demanda, como consecuencia de la boyante economía mundial, en especial por la recuperación económica del este asiático y el boom de China. Aunque algunas huelgas y huracanes que azotaron a los productores de petróleo también ejercieron impactos coyunturales por el lado de la oferta, más fuerza tuvieron en ese sentido la guerra de Irak, la relativamente escasa capacidad instalada y de inventarios de la industria, así como las magras inversiones en exploración y desarrollo de proyectos energéticos. El dispendio mayor, sin embargo, sigue proviniendo de los EEUU, que consume el 26% de la producción mundial del oro negro, lo que se entiende en parte por las bajas tasas de interés que estimularon el consumo privado e inflaron la espectacular burbuja del sector construcción/viviendas y, más aún, si tenemos presente que allá el galón de gasolina cuesta algo menos de 3 dólares, frente al doble que pagan alemanes, británicos y algunos otros europeos.

Sólo en los años sesenta del siglo XIX se sobrepasó el nivel histórico máximo de 1980, pero ese fue un periodo en el que el petróleo no era tan importante como hoy en la determinación de los costos y precios de las economías, ya que el carbón cumplía ese papel. El precio promedio real más bajo de la posguerra, en cambio, se dio en el marco de la crisis internacional de 1998.

El precio del barril aún tendría que sobrepasar la escalofriante barrera de los cien dólares nominales para alcanzar su record histórico en términos reales. Todos esperamos que esto no suceda, aunque son cada vez más los que apuestan por ello. Sin embargo, los cálculos más serios postulan que oscilará en torno a los 65 dólares por barril durante el próximo quinquenio, lo que en sí ya es un nivel muy alto, equivalente al triple del promedio histórico real. Lo que no permitirá un crecimiento sustancial en lo que resta de esta década inaugural del siglo XXI. Recordemos que un aumento de 10 dólares en el precio del petróleo reduce el crecimiento de la economía mundial en algo menos de un punto porcentual. En todo caso, lo que sí está claro es que el precio no volverá a su precio histórico real de largo plazo (20 por barril), lo que significaría el 'ocaso de la era del petróleo' y el inicio de la 'era de las guerras de recursos' (Michael T. Klare).

¿Estaría preparado el mundo para enfrentar un shock fulminante de ese tipo? En el ámbito internacional, las tres últimas grandes crisis (bienios 1973-74, 1979-80 y 1989-90) fueron provocadas por un sustancial aumento del petróleo, lo que en cada caso desembocó en peculiares procesos de recesión con inflación a escala global. Fenómenos que se volverían a desatar, en especial si EEUU aumenta sustancialmente sus tasas de interés -lo que tendrá que hacer, tarde o temprano- en un intento por sanear sus cuentas externas; y también, si el yuan se llegara a devaluar en más del 10% -lo que tendrá que suceder, más tarde que temprano- por las presiones políticas internacionales. En cuanto a Perú, es conocido el desastre al que daría lugar un precio internacional de esa magnitud, a pesar de todas las expectativas exageradamente optimistas puestas en el gas. Consecuentemente, a nivel mundial y nacional, es evidente que hay que ir sentando las bases para desarrollar una economía pospetrolera. Por lo pronto, habrá que ir pensando en sacar la bicicleta del depósito.


Lima, 31 de agosto.




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