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La insignia
25 de marzo del 2003


Las horas desesperadas


Luis Peraza Parga
La Insignia, marzo del 2003.


Por el título del artículo podría estar hablando del sufrimiento de la población iraquí ante el bombardeo indiscriminado e inmisericordie de las fuerzas anglosajonas pero me rehuso a entrar en el morbo de los medios de comunicación. Ya nada se pude hacer para detener la ofensiva. La televisión es puro morbo y el cine es lo único que nos queda para evadir la horrenda realidad. Precisamente, parte de la industria del cine galardonada durante los Oscar, manifestó su rechazo al ataque bélico desde la tribuna que le otorgó el premio.

La maravilla de ir al cine en México, a diferencia de en España, es la ausencia del doblaje. Todas las películas están en esa versión original cargada de matices. Aunque en España disfrutamos de grandes "actores" de doblaje, su intervención minimiza, hasta límites insospechados, el arduo trabajo del actor por meterse en la piel del personaje, una de cuyas características más emblemáticas son la entonación y la fuerza de sus palabras.

En casi todas las películas, en algún momento, se hace referencia al título. Creo que es más sano e inteligente que el título se deduzca del argumento sin necesidad de que alguno de los personajes lo anuncie. En "Las horas" dos veces se mencionan las mismas. Un Ed Harris, demacrado por muchos años de soportar el VIH Sida, un poco antes de arrojarse al vacío desde su departamento, argumenta con su inagotable cuidadora, M. Streep, qué pasara con las horas que siguen a su fiesta homenaje por su labor de poeta, a la que nunca asistirá y las que siguen a esas, manifestando una verdadera desesperación ante un tiempo que no le aporta nada y que se prolonga con el único propósito de que su amiga pueda vivir a través de él. La cinta comienza y termina de la misma manera, el suicidio de Virginia Woolf en un río inglés con el delantal lleno de piedras, interpretada por una Nicole Kidman irreconocible por un retoque nasal que, película tras película, se consagra como una excelente actriz lo que le ha merecido el Oscar 2003. Su último pensamiento es para su abnegado y amantísimo marido y para "las horas".

El ser humano tiene dos opciones ante la vida: vivirla o apearse en marcha. La cinta nos describe el torturado mundo de la esquizofrenia de la autora inglesa cuya hermana define en términos amables como el vivir dos vidas: la de ella misma y la de sus novelas. La esquizofrenia es una enfermedad devastadora para el que la sufre y los que le rodean. "A wonderful mind" nos acercó el año pasado a ese tortuoso mundo interior donde el posterior premio Nobel aprendió a vivir, a base de una fuerza de voluntad inconmensurable, con sus alucinaciones. Se puede llegar a llevar una vida aparentemente normal pero siempre con el peligro de los brotes esquizoides. Estás en tu propio mundo, oyes voces que en ocasiones te causan llanto y en otras te provocan la risa, mueves la cabeza al ritmo de las mismas y mantienes auténticas conversaciones internas con seres imaginados o alucinados que te alejan, inexorablemente, de la realidad. Suele llevar aparejada la adición compulsiva a la nicotina. La desaliñada, otro rasgo de la enfermedad, escritora vive en el campo con una servidumbre a la que teme (que diferencia con la señora de "Los otros") y a la que ordena misiones caprichosas como desplazarse a Londres en busca de jengibre. Nos impacta su conocimiento exacto de los siempre puntuales trenes ingleses. Después nos damos cuenta, en una escena fantástica en el andén de la estación de provincias entre su marido y ella, de su obsesión por regresar a la vida frenética londinense. Un marido desesperado por años de cuidados amorosos hacia su mujer enferma desahoga su coraje interno acumulado y ante el miedo de perderla, le recuerda su enfermedad y que precisamente Londres le llevó a sus dos anteriores intentos de suicidio. Ella le desarma diciendo que se está muriendo en vida en medio del soporífero sosiego de la campiña británica y que añora y necesita el caos y el ambiente londinense. Lo que acaba por convencer al marido, en un final de escena conmovedor, es la frialdad con que enuncia que entre la muerte y la campiña preferirá la muerte.

Años después se suicida en un río de Essex en medio del campo inglés, después de escribir una nota llena de amor a su marido. Si tuviera que elegir las mejores escenas de la cinta, dos serían ésta del anden y la previa al suicidio de Ed Harris ya comentada. Una tercera consistiría en la conversación entre los padres del poeta, cuando aquél era niño, entre el baño y el dormitorio donde ella, desgarrada en lágrimas, ya optó por la vida, pero por una vida alejada de su marido y sus dos hijos. Una cuarta sería la conversación entre el antiguo novio del poeta y una Streep histérica en donde ella le espeta que sólo lo tuvo un verano y él le dice que cuando dejó al poeta experimentó la mayor sensación de libertad de su vida. Una quinta sería la conversación con su hija adolescente en donde ante el resumen simplista de su hija sobre la juventud, la Streep le explica la vez que creyó que empezaba su felicidad y después entendió que ese supuesto comienzo era todo, que la felicidad son momentos y a veces pueden ser momentos cotidianos. La felicidad, al menos la de este mundo, son breves instantes que es mejor simplemente disfrutarlos sin ni siquiera comentarlos en voz alta porque desaparecen como le ocurrió al padre del poeta (actor que por su natural cara de bonachón se está especializando en maridos consentidores "Chicago") que, sin saber que estuvo a punto de perder a su mujer muerta por píldoras en la habitación de un hotel ("Esencia de mujer" con Al Pacino) el mismo día de su propio cumpleaños, simplemente prolongó su felicidad hasta el nacimiento de su segundo hijo, ya que un día, su mujer se subió a un autobús y desapareció para siempre pero siguió viviendo su martirio personal como una triste bibliotecaria en Canadá. En la distancia conoció que su marido falleció de cáncer aún joven, su hija murió y su hijo se suicidó en una escena, no a la altura de las mencionadas anteriormente, donde conoce a la Streep.

La película podría haberse llamado "Los besos desesperados". Se producen tres prolongados besos en los labios, cargados de sufrimiento y de petición de ayuda. Todos son entre mujeres lo que significa que los hombres no servimos, por lo general, para dar esperanza y comprensión. Somos muy simples y nada sensibles para captar las llamadas de socorro que se producen a nuestro alrededor. El primero es de la escritora a su hermana, el segundo es el de la madre del poeta a una amiga que lo tiene todo menos la oportunidad de ser madre a causa de un tumor en el útero (atención también a esta escena pues está cargada de dramatismo) y el tercero es de la Streep a su compañera de diez años pidiéndole ayuda para vivir su propia vida ya que se ha matado el motivo de vivirla (Harris). Amiga con la que falta comunicación como demuestra la escena en que llega de madrugada y sigilosamente se introduce en el lecho común y vemos a una Streep aparentemente dormida que abre los ojos pero calla, prefiriendo el silencio al enfrentamiento. He mentido. Se produce un beso del poeta en los labios de su protectora por que él vive a través de ella. Necesita sentir. Los enfermos terminales necesitan el contacto humano con desesperación para sentir la vida que se les está escapando sin remedio ("La vida de David Gale" donde el protagonista hace delicadamente el amor a su amiga leucémica).

Es una película de seres humanos que viven y se sienten desesperados, de vidas marcadas por el hecho de ser mujer, de un hombre enfermo por culpa del comportamiento materno, de mujeres enfermas que optan por el suicidio y por la huida sin retorno y cuya penitencia es sobrevivir físicamente a la familia que dejó atrás y que seguramente amó de la única manera que podía: desde la lejanía. Simplemente no podía vivir esa vida. Muchos hombres lo hacen, ¿por qué censurar entonces a una mujer atrapada en su propia mente?

Es una película de opciones, del concepto y búsqueda de la felicidad, del pasado, del presente y de algo del futuro, de un libro, "La Señora Dalloway" que las une en la desgracia y en ocasiones las salva pero para llevar una existencia de fantasma. Tres épocas, tres momentos distintos donde el sufrimiento siempre es el mismo pero las opciones son siempre distintas. Dos suicidios, una huida hacia una vida sin sentido, la única que su mente le permitía y un libro que todos los que vimos la película necesitamos leer para comprenderla mejor.

Es una cinta sin finales abiertos y en la que, a la mera hora, todo encaja aunque al principio pareciera un laberinto en el que nunca tienes la sensación de estar perdido.



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