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24 de septiembre del 2001 |
La prehistoria
Eduardo Galeano
Nadie nos respetaba, nadie nos temía. Merecíamos desprecio, o a lo sumo lástima.
La noche y la selva nos daban terror. Eramos los bichos más vulnerables de la zoología terrestre, cachorros inútiles, adultos pocacosa, sin garras, ni grandes colmillos, ni patas veloces, ni olfato largo. Ser boca o ser bocado, cazador o cazado, ésa era la cuestión; y nosotros no pasábamos de la categoría de almuerzo fácil en la mesa de los tigres y los leones y los lobos y los osos y los jabalíes y demás vecinos voraces.
Fuimos capaces de sobrevivir, contra toda evidencia, porque supimos defendernos juntos de los muchos peligros que nos acosaban y porque supimos compartir la comida que encontrábamos. Así fue, así ocurrió, en los tiempos tempranos, mucho antes de la civilización del sálvese quien pueda y cada cual a lo suyo. Si nosotros hubiéramos sido, en aquel entonces, como somos ahora, no habríamos durado ni un ratito en el mundo. |
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