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4 de julio del 2001 |
El barrio que ya no es
Ana Elena Torres Goytortúa
A fines de 1994 o principios del 95, tuve oportunidad de leer el "Testimonio Zapopano" de Julia Orozco. Entonces me vino la idea de un día escribir los recuerdos de infancia del vecindario en que crecí.
Hablé con mis hermanos Hiram, Carlos y Oscar y estuvieron dispuestos a escribir de esa época que pasamos en la casa de Prolongación Corona 162. El barrio a que hago referencia queda limitado al norte por el monumento a Ramón Corona, al sur por el Agua Azul, al oriente por el templo de San Sebastián de Analco y al poniente por la parroquia y el mercado de Mexicaltzingo. Nuestros recuerdos tienen muchos puntos en común, los cuatro recordamos a Seve, a Uca y sus cantos, a Don Cutberto Tovar, el dueño de la fábrica de vidrio soplado y otros aspectos totalmente diferentes debidos quizá a la diferencia de nuestras edades. También fui a platicar con la Sra. Melitta Escalante vecina nuestra, hermana de Uca, actualmente con 91 años quien me regaló sus remembranzas, lo mismo que Ma. Eugenia su hija. Quiero escribir de un barrio y unas personas que me vieron crecer; ir a Párvulos (no hice kinder) y "Primero chico" a la Escuela Municipal que estaba en Bartolomé de las Casas y 20 de Noviembre; de primero a quinto de primaria al "Martínez Negrete", ubicado a espaldas de la parroquia de San José de Analco con entradas por Guadalupe Victoria y Constitución; y el sexto año a la Urbana # 70 "Abel Ayala" que estaba frente al templo de San Sebastián. Años mas tarde, cuando yo tenía doce, nos cambiamos cuadra y media más al sur, al 226 pero la calle dejó su antiguo nombre para convertirse en Dr. Roberto Michel. Recuerdo con mucho cariño a todas esas familias que a toda la chiquillería nos celebraba las "posadas", especialmente a los Lara que vivían en la 23 B (hoy Balderas) y la Calzada Independencia quienes nos daban los mejores "bolos": alguna canastita con caramelos envueltos en papelillos de colores y un chocolate probablemente "Dictador". Los demás no pasaban de ser un puñado de dulces y cacahuates revueltos con heno y envueltos en un trozo de papel crepé. Pero todos obsequiados con el mismo cariño. Para el 25 de diciembre nos hacían piñatas y merienda de churros con chocolate o pastel y nos acostumbraron a comprar con nuestros ahorros algún juguete para un niño pobre. ¿Defunciones? Muy pocas. Seguramente el vecindario era joven. Me acuerdo cuando falleció Victorita, la mamá de Uca, Tina y Melitta. Años después Don Gaudencio Hermosillo y al cabo de pocos mese Petrita su esposa. Don Cutberto Tovar y Cata la mamá de Seve. Cuando vivíamos en el 226 falleció un ferrocarrilero que andaba tramitando su jubilación. No recuerdo el nombre, pero sí la anécdota: Regresó de la capital enfermo y falleció de un infarto. Lo sepultaron con el traje que llevaba puesto cuando fue a la ciudad de México. No encontraban los papeles aquéllos. Solicitaron la exhumación y hallaron los documentos y al cuerpo boca abajo. Marta su viuda, de la impresión que se llevó quedó afectada de sus facultades mentales. El paso de los entierros era muy solemne con aquéllas carrozas blancas o negras, dependiendo de la edad del difunto, tiradas por cuatro caballos del mismo color enjaezadas y empenachadas de acuerdo al color del vehículo y con un cochero al pescante vestido de negro y con sombrero de copa. Los caballeros que acompañaban también de traje oscuro, de sombrero y con las manos atrás. Todo mundo que veía el cortejo, se paraba en el borde de la banqueta, los señores se descubrían y se rezaba algún responso. Quiero recordar a todas esas gentes, que cuando mi madre les anunció en 1953 que nos íbamos del barrio debido a que se había aprobado la construcción de la Central Camionera, nos despidieron con una comida y muchas lágrimas. Que para 1965 al cumplirse un año del fallecimiento de mi madre se reunieron para mandarle decir una Misa Solemne en lo que ahora es el Templo de Nuestra Señora de la Piedad, en lo que fue la casa de los Fernández y la nuestra. El castillo de Drácula Mi nombre es Hiram Torres Goytortúa. Nací en esta ciudad de Guadalajara en 1924, soy el segundo en el orden familiar. Recuerdo aquélla casa que desentonaba en el modesto barrio en que fue construida, mas aún si la comparamos con la vecina llamada por la chiquillería "El Castillo de Drácula" debido a su aspecto de miseria: Mientras la nuestra, por supuesto que rentada , parecía haber sido trasladada a ese lugar desde la zona residencial de lujo llamada "Las Colonias", la otra era una obra gigantesca que por razón que jamás supimos nunca fue terminada , quedando levantadas solamente las paredes y estaba habitada por innumerables familias de ínfima condición entre cuyos niños de nuestra edad hicimos muchos amigos. Casa la nuestra, con espacioso jardín en el que por las noches reinaba el "Trotsky", perro de aspecto impresionante que por las mañanas, cuando mi mamá lo metía para encerrarlo en un patio interior, se alcanzaba la puntada de recorrerla a toda velocidad trepándose a las camas para jugar con los ocupantes. Son inolvidables para mi los gritos de terror lanzados por mi tía Teresita cuando después de la única noche que pasó en la casa despertó al sentir y ver junto a ella la cara poco amigable del Bull Terrier que trataba de divertirse un rato con cada uno de sus amos. Este perro tenía otra diversión, pero durante su guardia nocturna. Como digo antes, el jardín era muy amplio y por lo mismo muy visitado por los gatos del barrio, pero gato que entraba, gato que salía cadáver. Por esa zona de Guadalajara, repartía leche Toño a bordo de una bicicleta anunciándose con un agudísimo silbido, imitando las palabras "La leche, la leche". Su silbido se oía cuando menos a dos cuadras de distancia por lo que cuando llegaba a las casa a surtir su pedido, el cliente ya lo estaba esperando en la puerta. La primera ocasión que a mi me tocó recibirle, me hizo la siguiente observación: "Jijos Chino, esta casa si que está bien chingona". Y es que ciertamente destacaba dentro de la modestia del barrio y sobre todo junto al mencionado "Castillo de Drácula". Recuerdo de entre sus moradores a Avelino, más o menos de mi edad y a sus hermanos menores que hicieron amistad con los míos. En orden descendente: Jesús y Rafael con Carlos, el "Cachetón" Joaquín con Óscar y contigo, Ana, una chica que me parece se llamaba Lola. No cuento a Vicente, el mayor de nosotros, porque él hizo amistad con los trabajadores de "El Progreso"., molino de trigo o fábrica de aceites, no lo recuerdo bien, integrándose a su equipo de futbol que participaba en la Liga Municipal de ese deporte, en compañía de otros como "Galletera" formado por trabajadores de una fábrica de galletas y pastas para sopa, "Universidad", que no necesita mayor presentación, "Rio Grande" y "Aztecas", formados estos dos por habitantes de poblados cercanos a Juanacatlán, amén de otros varios cuyos nombres no recuerdo, y el "Estadio" nombre tomado del gigantesco terreno que con muy buena voluntad era llamado Estadio Municipal, corralón de tierra suelta con tribunas de cemento en una de las cabeceras. Todos los domingos se celebraba doble jornada. Por las mañanas un juego de segunda fuerza y por las tardes otro, este de primara, ambos precedidos por un "Interesante preliminar", que no pasaba de ser una simple "langareada" porque los contendientes ni tan siquiera estaban uniformados. En ambas sesiones los precios eran: Caballeros $0.10, damas y niños menores de 12 años gratis. Había además de las tribunas una localidad mas barata totalmente fuera del control de los organizadores, y era la hilera de casas construidas en las calles anexas al Estadio cuyas azoteas y bardas rebasaban en altura a las del terreno de juego, por lo que se llenaban de espectadores el precio de $0.05 por persona. Los asistentes a estas localidades le llamaban "Ir a bardear". Había otro tipo de aficionados que por carecer del dinero para cualquier localidad simplemente esperaban la "Entrada del pichón" o sea que se paraban junto a la puerta de acceso y salida, esperando que unos quince o veinte minutos antes de concluir el juego estelar fuera abierta y se les permitiera que entraran en tropel. De mas está decir que el dichoso Estadio Municipal no tenía ni vestuarios para los jugadores ni servicios sanitarios para el público, por lo que los competidores se uniformaban atrás de las porterías y cuando a alguno de los clientes le surgía una necesidad imperiosa no había mas remedio que bajar de la tribuna y caminar discretamente a lo largo de la barda la distancia prudente para desahogarla sin cometer ninguna "falta a la moral". En el graderío abundaban los vendedores ambulantes de todo tipo de mercancía destacando por su número los niños que cargando un cántaro lleno de agua y un jarro de barro ofrecían "agua natural a fierro el jarro". Cero higiene para los sedientos puesto que todos bebían en el mismo jarro. Hubo una vez una gran conmoción entre los escolares de la barriada cuando alguien descubrió que una tapa de hierro situada en lo mas alto del graderío era la entrada a un conducto vertical provisto de una escalera de fierro que bajaba hasta el fondo de la tribuna. Este descubrimiento despertó el espíritu aventurero de los muchachos grandes, y en grupos capitaneados por el afortunado poseedor de una linterna de baterías se lanzaron a explorar el "subterráneo". Como era bien sabido que el Estadio fue construido sobre un antiguo cementerio, no faltaron los relatos de calaveras, osamentas fosforescentes, ruidos de cadenas y hasta apariciones de ultratumba, que los menores escuchábamos con admiración no exenta de terror. La euforia terminó cuando dos de los intrépidos exploradores no encontraron la escalera de salida por haberse agotado las pilas de su lámpara y se quedaron en total oscuridad, por lo que fue necesario solicitar la ayuda de los bomberos. Por supuesto que después de esto la tapa fue sellada con lo que pronto pasó al olvido. Este mal llamado Estadio estaba cerca del parque Agua Azul el que entre otras diversiones contaba con un teatro al aire libre al que pronto el pueblo bautizó como el "Teatro de adenbalde". Jamás supe que en este foro se presentara alguna obra teatral, pero eran frecuentes las funciones de boxeo de aficionados, con peleadores espontáneos surgidos de la tribuna. En medio de pelea y pelea pasaban entre los asistentes un sombrero pidiendo que se cooperara con lo que "fuera su voluntad" para premiar a los gladiadores. Por lo general estas peleas eran a un solo asalta sin límite de tiempo, que terminaba cuando alguno "se rajaba" entre el abucheo del público, o bien que el público decía que se detuviera porque el vencedor le había sacado "el mole" a su rival. Por lo general el árbitro era algún aficionado al deporte, propietario de los guantes que servían para todos los combatientes. Cerca del Agua Azul, cruzando la carretera a Chapala había un lugar llamado "Los Tubos". Cuatro o cinco tubos de asbesto descargando agua hasta formar un pequeño estanque, pero que salía por otro tubo de mucho mayor diámetro provisto de una malla para retener todo lo que no fuera agua. Nunca supe del lugar de donde venía el agua, aunque supongo que de un manantial cercano. ¿Sirvió para formar el balneario de Toluquilla? ¿Hacia donde iba el agua? Una vez las maestras de tercero y cuarto años de la escuela a la que yo iba, la Elemental Número 27, nos llevaron de excursión por ese rumbo y a petición unánime nos permitieron bañarnos en "los Tubos". Se formó una gran algarabía con cuarenta o cincuenta niños vestidos con un traje de baño igual al de nuestro padre Adán chapoteando en aquélla improvisada alberca. Después de un rato de jolgorio la fiesta terminó cuando uno de los bañistas comenzó a lanzar alaridos de terror porque una sanguijuela se le pegó exactamente en la punta del pene. Aún recuerdo las apuraciones de las maestras para despegarla, lo que consiguieron después de un rato cuando usaron crema facial por no haber encontrado en sus bolsas ni un trozo de jabón. La infortunada víctima tuvo que soportar que durante el resto del año escolar los demás bañistas los llamáramos "El pito grande". Precisamente frente a nosotros vivía Severiano, chico de la edad de alguno de mis hermanos, retrasado mental que apenas sabía hablar, pero conocía y aplicaba todas las groserías del castellano . Con la mayor frescura sostenía que todos éramos puros mensos, menos él y digo mensos por no decir pen… Una ocasión tratamos de enseñarle a jugar dominó, diciéndole que donde viera un punto colocara una de sus fichas con un punto, donde viera dos, acomodara una con dos y así sucesivamente. A las primeras de cambio aventó las fichas al centro de la mesa y endilgándonos un rosario de su florido lenguaje nos llamó tramposos por haberle dado una ficha que no servía, la doble blanca. Donde quiera que te encuentres…"Salud Seve". Julia, la mal hablada Soy Carlos Torres Goytortúa el tercero en el orden familiar. Nací en Colima en diciembre de 1928. Cuando llegamos a esta ciudad Óscar era muy chico y Ana Elena no nacía. Cuando nos cambiamos a Corona debo haber tenido siete años cuando mucho. Había baldíos por todos lados. La casa era muy grande, teníamos de vecinos a los Fernández; nos llamaba la atención Uca (María) porque cantaba arias de ópera. Los otros vecinos poco a poco fueron construyendo sus casa, chalets de un solo piso con jardín al frente. Prefería ir a misa a San Sebastián porque el Sr. Cura de Mexicaltzingo, Lino Aguirre se enojaba si nos salíamos antes de rezar las tres Ave Marías finales. Mis recuerdos son muy semejantes a los de Oscar e Hiram. También fui a la "Completa" a estudiar la primaria; tuve como maestra a Jovita Palencia Vda. De Nuñez en tercero; el Chino además tuvo en cuarto a Cuca Padilla. La secundaria la cursé en el Instituto de Ciencias que estaba por la calle de Tolsa. Guardo buenos recuerdos de Pina Hermosillo y sobre todo de Severiano que fue atropellado dos veces en frente de su casa y la mía. Mis amigos Noel Magaña y Armando Ruvalcaba y los Murrieta que vivían en los sótanos del Castillo de Drácula. Algunas casas del vecindario con pretensiones de grandeza, se limitaban a ser chalets pequeños de una sola planta. Destacaban el edificio donde vivía Julia, la malhablada y la casa de don Salvador Ortíz que le decían "el porta viandas" porque tenía muy poco fondo y se fue hacia arriba. Se ubicaba por la calle de Mexicaltzingo. Jícamas por metro Mi nombre es Oscar Torres Goytortúa. Nací en la ciudad de México en diciembre de 1932. Me trajeron de un año o poco mas a esta ciudad. Cuando la familia se cambió a Corona debo haber tenido escasos tres años. Fui a Párvulos a la Escuela Municipal que estaba por 20 de Noviembre y Bartolomé de las Casas. Primero y segundo de primaria a la escuela Medrano y en tercero me cambiaron a la Basilio Vadillo por seguir a la maestra Jovita. El resto de la primaria lo hice en el Colegio Unión. La nueva casa era muy grande . Luego , luego se contrató el teléfono: 43 09 Ericsson. A Misa y al catecismo nos llevaban a San Sebastián. Cuando acompañaba a mi madre al mercado , íbamos al de Mexicaltzingo. Había que cruzar las vías del tren, a veces, pasar por debajo de los vagones estacionados y alguna vez, me dio por "mosquearlo". Cuando las fiestas del IV Centenario en 1942, en el Agua Azul instalaron "juegos" y llamó mucho la atención, como novedad "El Avión del Amor". Recuerdo que se subió una dama de veras elegante y a su lado acomodaron a un sombrerudo, cada quien se fue al extremo del asiento, a la segunda vuelta, los vimos abrazados. Las calles alrededor de la casa, estaban empedradas. Al sur en un llano el tan mencionado Castillo de Drácula. En el campo llegamos jugar beisbol y fútbol. Guardo buenos recuerdos de don Angel Ramírez; tenía un taller de niquelado y en unas vacaciones me dio trabajo; ahí me apodaron "el agrio " por mi buen carácter. Con otras gentes aprendí a tejer huaraches y también ensayé una danza para la llevada de la Virgen de Zapopan. Y lo mejor, fui bombero. Debo haber tenido entonces alrededor de los diez años. Para las festividades del centenario, le dieron un nuevo equipo al cuerpo de bomberos y lo fueron a probar al Agua Azul. Nos quedamos azorados del chorrote de agua que salía por las mangueras. Al día siguiente de la prueba, se quemaron unos tambos de chapopote por el rumbo, cerca del Parque y se apagaron con arena porque oficialmente el equipo no había sido entregado. La Calzada Independencia tenía un camellón muy amplio y por él se paseaban a caballo. En el Agua Azul había una alberca llamada "el ovalado". La vaciaban los domingos por la noche, la lavaban los lunes y ya para el miércoles estaba lista para usarse. Cobraban por la entrada, no recuerdo si cinco o diez centavos. También estaban los "cuadrados, que yo creo se lavaban cada dos o tres meses, y uno chiquito al que le decíamos "el piojo" y donde aprendimos a nadar, Ese, si lo lavaban una vez al año era mucho. Los domingos, además había "merolicos" de esos que empiezan "…atrás de la raya que estoy trabajando…"y de repente anunciaban "cuando se junte un peso, le sigo", o " a ver ¿quien me descalabra con un billete de a cinco?" Durante la guerra, los soldados hacían sus maniobras militares en el Estadio Municipal. Cuando llegaban las enfermedades, se llamaba al Dr. Durán y él recomendó a un viejito el Dr. de la Garza, homeópata que tenía su consultorio por la de 8 de julio y Epigmenio González y decía "la medecina". Tengo muy presente a Severiano, diciéndole a algún albañil, cuando estaban construyendo la casa del vecino: "das taco, doy María" (su hermana). A los Hermosillo y su tienda de abarrotes, a los Tovar, a Uca y sus cantos y a los Jarero, los de la gasolinera que tenían un par de perros San Bernardo, preciosos. Todos los viajes a la escuela eran a pie y las clases eran mañana y tarde. Caminando nos íbamos al campo de aviación de La Nogalera a ver aterrizar al "Douglas", y, algunas veces, para el otro lado, a las barranquitas a comprar jícamas por metro. Cuando visitábamos a mi tía Carmen en Zapopan tomábamos el tranvía. Por enfrente de la casa, pasaban los Analco Moderna, pintados de amarillo y otros autobuses rojos, que iban a Chapala. Cuando llovía, después de las tormentas sacábamos las tablas de alguna cama para hacer puentes para cruzar las corrientes. Cobrábamos un centavo. También hacíamos barquitos de papel periódico y los seguíamos para que no se fueran por las coladeras. Estuve en ese vecindario hasta 1945. En enero del año siguiente me llevaron a Ciudad Juárez a estudiar. Las casas del barrio Soy Ana Elena y muy pequeña, antes de cumplir un año me llevaron a esa casa. En ella pasé los primeros doce años de mi vida. ¿Cómo era? Muy grande, con una entrada larga, que terminaba en la cochera y encima una terraza cuadrada. A derecha e izquierda como a dos metros de altura el jardín, con duraznos, un limón y muchas flores. Hilario, el jardinero, los domingos iba a Mexicaltzingo a comprar lo que necesitaba. Una vez me permitieron acompañarlo, al regreso, entramos a "La Sin Rival" una cantina que permanece en la Calzada Independencia y la hoy calla de Gante, él a tomarse un tequila y a mi me regalaron unos cacahuates salados. Está por demás decir que el permiso no se repitió. La casa, tenía cuatro recámaras y un sólo baño, una cocina muy grande con hornillas para el carbón y una terraza larga, otra pequeña y un par de patios, el del "Trotsky" y el de servicio propiamente dicho donde estaba la perrera de la "Titina". De la terraza cuadrada, la que estaba encima de la cochera, se veía el campo llano y por supuesto el Castillo de Drácula. No había mas vecinos que los Fernández: Don Roberto, maquinista de los N. de M. Uca su esposa, a la que también le dirían mas tarde "La Marquesa", Tina y Melitta hermanas entre sí y de Uca y los hijos de Melitta, Roberto y Ma Eugenia. Y Por último Victorita la mamá de las señoras. Poco a poco se empezó a poblar la zona. Contra esquina de los Fernández hicieron un edificio de departamentos de tres pisos, con un local que comunicaba con una casita donde se instalaron los Hermosillo, una familia venida de Ocotlán , que bautizaron el local de la tienda de abarrotes como "El 3 de Octubre", aunque todo el mundo la conocía como "El Atorón", porque según decía Luchi, una vecina, por mas prisa que llevaras, te atorabas a platicar. La familia la formaban Don Gaudencio y Petrita con sus hijos, José, María, Jesús y Pina. El hijo de Mari era Jesús, "el chado" (porque de grande sería licenciado). En los departamentos sólo vivían dos familias. En el de hasta arriba, una tal Julia, la persona mas mal hablada que he conocido y en la planta baja una señora de la que solamente recuerdo que por la noche sacaba sus trastos para vender "cena". En la acera de enfrente, por Corona vivían los Verduzco. Su casa de una sola planta, con jardín al frente, que tenía las cocheras hasta la calle de 20 de Noviembre, Tenían unas huertas de naranjas en Atotonilco y los muchachos, Jorge y su hermano encerraban las trocas llenas de fruta cuando llegaban por la tarde y muy temprano al día siguiente, las llevaban a los "encierros " del mercado Corona. Junto a ellos, construyeron su casa los Ruvalcaba, venidos de Tepic, un montón de hermano que se vinieron a estudiar y con ellos se vino la tía Tomasita . Casa también de una sola planta, con jardincito al frente y mucho fondo. Luego, seguían unos departamentos, cuatro en total, uno de ellos habitado por Seve y su familia: Cata su mamá que estaba enferma de cáncer, y sus hermanas Catita y María. De las demás gentes no me acuerdo. En seguida una vecindad, pero de veras vecindad, con sus hileras de cuartos a ambos lados de un patio siempre lleno de agua. Años mas tarde, estas dos fincas las compró un Sr. Casto Villaseñor de La Piedad, que hizo su casa de acuerdo a sus necesidades, de dos pisos. Seguía la casa de los Magaña, sin muchas pretenciones pero con un gran jardín interior; a la calle daban la puerta y dos ventanas, una que correspondía a la sala de la casa y la otra a la recámara de Aurora. Después venía la casa de una familia venida de San Marcos, Me acuerdo de la Sra. Amelia a quien le decíamos Nina, con sus sobrinas Ma. De la Luz (Luchi) que trabajaba como administradora de la maternidad Campos Kunhardt y Hortencia (Tencha) maestra en el internado Beatríz Hernández que era para los hijos del ejército. También vivía ahí Ma. De los Angeles nieta de mi Nina. Estaba también un galerón, que servía como taller mecánico de Don Moisés González. Cuentan que con motivo de las fiestas del IV Centenario, sus trabajadores le pidieron el día libre para ver el desfile de carros alegóricos y se negó aduciendo que "…Cuando llegaran las del V centenario también pedirían el día.. Al otro lado de nuestra casa, construyó la suya Heliodoro Hernández Loza, también una casota de dos o tres pisos, no estoy segura. Por la calle de Mexicaltzingo (hoy Gante) después de los Hermosillo, estaba otro chalet pequeño, propiedad de don Leopoldo Flores , fogonero de los N. de M. ya retirado, con Mari su esposa y después una serie de casitas que parecía se apoyaban una en la otra para no caer. Una de esas la habitaban los Cardoso, él también ferrocarrilero, con su esposa y su hija Ana María (Nanis) que decía que cuando fuera grande sería "señorita cantinera". Hay que recordar también a don Angel Ramírez y su taller de niquelado, le ayudaban sus dos hijos, Silvino y David ("El Negro), su esposa y dos hijas, Angelina, de mi edad y Marta la mayor. Por Mexicaltzingo, mas o menos a media cuadra entre la Calzada y la calle de Corona tenía Don Cutberto Tovar una fábrica de vidrio soplado. Trabajaban el azul y el verde. En todas las casas teníamos vasos, jarras, floreros, platones, etc. A los niños nos regalaba "tinteros de seguridad" con los que nos batíamos de tinta. Pasaron varios años antes de que los fabricaran seguros de verdad.. Muerto Dn. Cutberto la fábrica cerró. Paco su hijo no la pudo sostener. Toda la chiquillería jugábamos por las tardes en la calle de Mexicaltzingo bajo la mirada vigilante de Petrita que sacaba a la banqueta un equipal y su labor de gancho. Eramos dueños (en bola) de una bicicleta, un par de patines de cuatro ruedas, un patín del diablo además de las consabidas pelotas y cuerdas para saltar. Que yo recuerde, no hubo pleitos. Nos sorteábamos los juguetes y el orden que seguiríamos. Jugábamos además a los encantados, la "trais", el tres por seis dieciocho, al fajo escondido y todas las rondas conocidas, como Maria Blanca, a los listones, las estatuas de marfil, etc. Algún sábado en la tarde nos íbamos al jardín que estaba frente al Estadio y del puesto de policía auxiliar ubicado en 28 de enero, nos mandaban un par de policías a vigilar que no cruzáramos la avenida o ayudarnos a darle a la cuerda para saltar o recoger las pelotas que se nos fueran al arroyo de la calle. Otros días, mi Nina nos llevaba a comer a La Nogalera. Cargábamos con todo, desde el anafre hasta el agua fresca. Fácilmente éramos una docena de chiquillos que nos portábamos debidamente, pues al desobediente no lo volvían a invitar. Nos prestaban caballos a cambio de unos taquitos y veíamos aterrizar el Douglas. Nos quedábamos pasmados con el "avionzote" de dos motores y las niñas soñábamos bajar un día de un avión vestidas igual de elegantes que esas damas, de sombrero, guantes y estolas de piel. Las muchachas mayores, Chagua Ruvalcaba y Aurora Magaña nos llevaban al Agua Azul a los columpios y resbaladeros. Mis hermanos y sus amigos se iban a nadar al "ovalado" cuando tenían los cinco centavos que les cobraban por entrar. También en el parque podíamos disfrutar de un paseo en lancha. Por las tardes veíamos regresar a los "rurales" en sus caballos. A misa y al catecismo iba a San Sebastián. El P. Lorenzo Placencia (Padre Lencho), después de la sesión de catecismo nos contaba historias de santos, Cojeaba y tenía una voz quebrada. Una tarde un chiquillo le preguntó la causa de su cojera, Nos dijo, que cuando la cristiada, él se fue por el monte, cargado con una buena dotación de hostias sin consagrar, Llegaba a las rancherías, trabajaba la tierra con las gentes esas y cuando veía que eran de fiar, en la madrugada de los domingos y fiestas de guardar les oficiaba su misa. Una de tantas veces los descubrieron a medio oficio , el P. Lencho recogió sus ornamentos y le corrió pero un "pelón" lo cazó, lo "venadeó". La bala le atravesó la cadera y sin asistencia médica…De ahí la cojera, Dijo que en otra ocasión los mismos federales lo reconocieron y sin mas trámite lo colgaron de un mezquite. Uno de los soldados, después de la hazaña disparó al aire con tan buena puntería que rompió la cuerda de la que pendía. Nos decía que había sido la voluntad de Dios de que no se muriera y además porque siempre se encomendaba a Nuestra Señora del Refugio. Cuentan que el párroco de San José de Analco le hacía la vida pesada, pero tenía el apoyo de Monseñor Garibi Rivera. El vecindario era de gente de clase media, unos mas acomodados que otros. Los muchachos, se iban a la "Completa" y luego al Instituto de Ciencias; las niñas, al Martínez Negrete, caminando. A Ma. Eugenia y a Angeles las recogían con la fresca de las siete de la mañana el autobús escolar. Las demás salíamos de casa hacia las ocho y nos íbamos recogiendo niñas. En grupo llegábamos al colegio y en grupo nos regresábamos. Mi madre iba a Mexicaltzingo al mercado. Los abarrotes los compraba con "Los chinos" unas tienda llamada El Golfo de México, de Tomás Wong. Telas, algo de mercería, en La Nueva Fama de Heladio Jiménez. La Colonial era una mercería, además de la zapatería del mismo nombre. También por esa misma calle de Colón estaba la Farmacia del Obrero donde surtían cualquier receta, de patente o preparaciones especiales, como los jarabes para la tos. Conforme se fue poblando la zona se comenzaron a tener lazos de amistad muy fuertes. Era un grupo unido en las buenas y en las malas, fueran festejos o velorios. A los niños nos hacían las "posadas" entre todos los vecinos y para el 31 de diciembre organizaban la gran fiesta en la que era mi casa, en donde se repartían los gastos y también la limpieza del día siguiente. En la tienda de Pina se reunían los mayores a platicar y componer el mundo. Ahí se organizaban fiestas y tertulias. No hubo lugar a envidias ni pleitos, una sociedad en la que todo mundo contaba, hasta los niños. El barrio decayó muchísimo con la construcción de la Central Camionera., se llenó de talleres mecánicos y hotelitos de paso como vaticinó mi madre. Saludable Guadalajara Me llamo Melitta Escalante, nací en Teziutlán Puebla, hace 91 años. Allí me casé y viví algunos años. Vine a esta ciudad porque mi hija se enfermó de un oído y mi mamá, que aquí vivía con mis hermanas Tina y María y mi cuñado Roberto, me dijo que me viniera con mis niños Roberto y Ma. Eugenia, porque conocían a un doctor muy bueno, llamado Victor Manuel Durán y que seguramente curaría mi niña. Cuando llegamos, me dio gran alegría ver que solamente con el cambio de altura y de clima, Jenny se curó. De todas maneras hice la visita al médico quien ratificó que ese oído estaba curado. Mi mamá, hermanas y Roberto, vivían en unas casas de Jarero, el de la gasolinera que tenía por la Calzada. No estaban como ahora, eran puros chalets. De ahí nos cambiamos a la de Prolongación Corona y Mexicaltzingo. Bonitas casas. Las dos. Atrás, hasta la Calzada, unas huertas de naranjos. Luego, comenzaron a llegar los vecinos , los de Tepic, los Verduzco, los de la casa que daba hasta 20 de Noviembre, Juanita y sus muchachos Enrique, Aurora y Noel. Años después casó por segunda vez con Manuel Rodríguez. El señor ese del taller, creo que era Don Angel y sus hijos Silvino y David , al lado, Estercita con un chalet bien grande y enfrente Lucita que era maestra, vivía con su mamá y su hijo. Al lado Sarita Bravo y sus hijas Gloria y la otra no recuerdo su nombre. Los Tovar, buenas personas y por supuesto Pina Hermosillo. Jenny nada mas se asomaba a la puerta de la tienda y le regalaba un dulce, ya ves, tan tímida que ha sido mi hija durante toda su vida. Realmente no tuve muchas oportunidades de tratar a los vecinos, a no ser ustedes, pues me salía a trabajar. Tina sí, ella se iba al mercado de Mexicaltzingo a comprar a la tienda de los chinos. A misa, nos gustaba irnos caminando hasta San Francisco, después a tomar una nieve o una cerveza a un bar que estaba cerca del templo. ¿Cual sería? La Alemana no, …cuando me acuerde te lo digo. El doctor Durán del que te contaba curó a mi hermana María: decían que era una cosa, y le daban medicinas y no se curaba. Vino el médico y le preguntó que hacía durante el día con todo detalle y ahí salió: como le gustaba regar el jardín por la noche pescaba frío y todo se solucionó. Ya le iban a poner quien sabe que cosas , porque suponían que era una alergia. A ti te curó de una Pielonefritis que ya te morías. ¡Ah como lloraba Ode!. Pero ya ves aquí estás. Decían que las dos casas fueron construidas por unos americanos pero que el negocio que querían poner les falló y se regresaron a su país, pero antes se las vendieron a la señora Guadalupe Vda. De Hernández. Tumbaron la casa Soy María Eugenia Escalante y no te digo cuando nací, solamente que fue en Puebla. Ya te contó mi mamá que me trajeron muy chica de modo que me siento mas tapatía que poblana. Fuí a la Escuela Municipal, cursé ahí hasta tercero de primaria y luego por órdenes de Uca, me cambiaron al "Aquiles Serdán". Así comenzó la rutina de muchos años; me impidió hacer amistades, solamente contigo. Me acuerdo de mi tía Uca y sus cantos, lo peor era cuando no me permitían jugar porque "tienes que estudiar el piano". ¿Como cuántas veces me oíste tocar y a mi tía cantar el "Ciribiribin" de Pestalozza? De los vecinos aparte de ustedes, nada mas recuerdo a Pina Hermosillo, a Gloria e Irma Bravo. De los demás nada. Acompañaba a mi mamá y a la Sra. Aguilera a misa a San Francisco. Nos íbamos caminando. Al mercado jamás fui. Me acuerdo que en la esquina frente a la casa, instalaron una cantina y la quitaron porque se les ocurrió contratar mujeres y eso fue motivo de escándalos. Las casas, todas de un sólo piso con jardín al frente. Las calles empedradas, salvo la de Corona que sí estaba pavimentada. Nos cambiamos en 1964, cuando nos dijeron que la dueña había heredado el terreno a la iglesia. Tumbaron toda la casa, no aprovecharon nada de la construcción, a pesar de que la cúpula era muy bonita. Ya te acuerdas de eso ¿verdad? El recuento de los años Una tarde de éstas fui a hacer el "Recorrido del Recuerdo" ¿Qué encontré? En lugar del Estadio Municipal, un edificio que albergó la Central Camionera y ahora, la mitad la utiliza una oficina de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Para poder tomar la foto de la placa conmemorativa, tuve que pedir autorización al Delegado, quien amablemente me acompañó, después de que me identifiqué como estudiante del Colegio de Jalisco. Vaya desde aquí mi agradecimiento al Lic. Leoncio Jiménez por su gentileza. Y un estacionamiento (que está vacío porque fui un sábado por la tarde) en vez del jardín del dicho Estadio. La casa de la familia Radillo y el que fuera nuestro domicilio, una óptica. El que fuera domicilio de Francisco Noroña, quien por cierto tenía una puntería excelente, pues cada 31 de diciembre salía recibir el año, disparando al aire la carga de su pistola y siempre nos dejaba sin teléfono, ahora está el Hotel Canadá. Proesa Tecno Gas, está en el lugar del taller mecánico de Rubén Ruíz Peña. La casa que era de Nina y sus sobrinas Luchi y Hortencia está desocupada, abandonada, la fachada es igual a como la recuerdo pero deteriorada. En el 175 de Dr. R. Michel la que fuera casa de los Magaña, la finca está muy bien conservada, sin embargo en el #159, la que fuera de la familia Villaseñor, está irreconocible, habitada a medias. La finca de los Ruvalcaba es ahora una Clínica Dental, por fuera, está igualita, solamente que ya no tiene jardín, el espacio está encementado; sin embargo, la casa de la esquina, la de los Verduzco, está modificado el frente. Por la de Gante fue fraccionada y se instalaron negocios de todas clases. El "edificio" de la esquina donde en los bajos estaba instalada la tienda de abarrotes de Pina Hermosillo, sumamente deteriorado, en gran parte por no decir que en su totalidad, desocupado. Por la calle Gante en el #44, casa de la familia Bravo, en muy buen estado, con fachada un poco garigoleada, llena de azulejos y demás pero bien. Todo el terreno que ocupaba la fábrica de vidrio, fue fraccionada. La que fuera casa de los Fernández y la nuestra, una iglesia. El taller de Don Angel, una ruina, vacía. Con un letrero de "Se vende". Al lado la que fuera casa de Estercita, un lote baldío y en la acera de enfrente, la casa de Lucita la maestra, sin cambios aparentes. Seguí por la antigua calle de Mexicaltzingo y el "porta viandas" lo encontré en muy malas condiciones, desocupado también. La casa que fue de Polo Flores y Mari su esposa, está vacía pero con pocos cambios en la fachada. El resto de la cuadra, se vino abajo con las explosiones del 22 de abril del 92. Continué por 20 de Noviembre y me sorprendió las pocas fincas construidas, la mayoría se cayeron: proliferan los baldíos cercados. El lugar que tuviera la Escuela Municipal han construido la Escuela Primaria # 1669. Hacia 28 de Enero todo parece estar igual; las casas un poco mas viejas, quizá mas maltratadas, pero en buenas condiciones. En el 618, que estaba habitada por los Leal, Dn. Pablo, su esposa Aurelita y sus hijos: Etelvina, Clementina, Lupe, Jorge, Toño, Beatríz, Lucero y Pablito está vacía con su letrero de "Se Renta". La recuerdo como una casa muy grande. ¡Quien sabe que tamaño tendrá en realidad! En la esquina con Antonio Bravo, había un molino de trigo propiedad de Miguel Ascencio, " El Progreso" la construcción está muy deteriorada, en ruinas. El mercado, en la acera de enfrente sin cambios aparentes. La escuela y el jardín de niños "Lucio Blanco" muy compuestos, el templo de San Sebastián igual pero aunque parezca un contrasentido, diferente: la cantera limpia, las capillas mas bonitas, como si lo hubieran remozado, la plazuela construida en el lugar de la "Urbana # 70 le proporcionó amplitud y belleza. Y está el Patio de los Angeles en el lugar que ocupaba la Escuela Primaria "Hinojosa". Seguí caminando por la callecita de Cuautla hasta Guadalupe Victoria, crucé en diagonal el jardín de San José de Analco y me asomé por la calle de Constitución hasta encontrar la puerta del colegio Martínez Negrete. Está a la mitad de la cuadra y la verdad no lo recordaba así, ya que por G. Victoria llega hasta la calle de Analco. ¿Habrán tenido que vender un trozo de terreno las religiosas para sobrevivir? Tiempos pasados... El recorrido, me dejó muy triste. Hiram dice que era un barrio modesto. No lo creo. Mas bien de clase media. Había de todo "trenistas", profesionistas, miembros del ejército, obreros y uno que otro ranchero rico. El vecindario que encontré, es totalmente diferente al que recuerdo, y no es que lo quiera idealizar, existen fotografías que me dan la razón. Si era "modesto", ahora es muy pobre, lleno de talleres mecánicos, hotelitos de paso y negocios de todo tipo. Debe haber tenido su auge económico cuando estuvo en funciones la Central Camionera, pero ahora ha decaído totalmente. Y por si fuera poco, las explosiones del 92, lo han dejado dañado. ¿Dónde está la casa de Ramoncita Mendoza, de los Cardoso, de Carlos Moreno y Ramoncita Godínez su esposa, la de Chabelo el de la carbonería, la de Anita Rojas y tantas y tantas mas? :Voy de acuerdo en que no debemos vivir en el pasado, pero si esta situación es consecuencia del "progreso", prefiero quedarme como estaba. Como recorrido estuvo bien, quise darme una vuelta por el pasado, pero me encontré con un presente totalmente ajeno a mis recuerdos, diferente, extraño. No coincidió para nada con las remembranzas ni de mis hermanos ni la mía. Ya no fui hacia Mexicaltzingo. La zona no se ha modificado tanto. Ya desapareció la "Farmacia del Obrero" y la "Nueva Fama", pero eso sucedió hace muchos años. Lo que realmente me sorprendió en forma muy desagradable, lo confieso, es el cambio tan tremendo para mal que ha tenido mi viejo vecindario. Como el presente no me gusta, prefiero cerrar los ojos y recordar lo que fue y no lo que es. |
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