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20 de agosto del 2001 |
A fuego lento Meditación en Madrid
Mario Roberto Morales
En una Madrid que celebra a la Virgen de la Paloma y también el centenario del nacimiento de Enrique Jardiel Poncela, camino alerta por las calles, atento a los ladrones que infestan el ambiente sobre todo en las inmediaciones del metro, las estaciones de tren y de autobuses. Y atento igualmente a cualquier bombazo de ETA.
Los rostros latinoamericanos proliferan: peruanos, ecuatorianos... La calle de la Montera, que conecta la Gran Vía con la Puerta del Sol, hierve de prostitutas hispanoamericanas, sobre las cuales la prensa española escribe a menudo denunciando su condición de esclavitud en locales que aparecen profusamente a lo largo de las carreteras del país entero, y que están controlados por extensas mafias que enganchan muchachas en nuestros países y las traen aquí ofreciéndoles trabajos que en apariencia nada tienen que ver con la prostitución. Cierta prensa española apela a la clientela de estos antros, sin la cual colapsaría el oscuro negocio del tráfico humano para estos fines. Por su parte, la televisión anuncia un alza en la bolsa española gracias al aumento en las acciones de Telefónica en América Latina. La inversión en el rubro turístico en Cuba hace que aparezcan reportajes sobre la vida y milagros de Fidel Castro en la prensa escrita, mucho de lo cual es, por supuesto, cosa sabida. Los planes de incremento en la inversión turística española en nuestros países son firmes: se han propuesto expandir su mercado a donde el idioma no es problema ni tampoco las idiosincrasias, pues éstas se originan en las diferencias regionales de España. Después de recorrer Galicia, Extremadura, Castilla y Andalucía, me centro en analizar Madrid como espacio latinoamericano. Un espacio marginal, sobresaturado y a la vez familiar, precisamente por la idiosincrasia y el idioma. ¿O acaso la "esencia" del "alma española" no la constituye una realidad marginal, como ocurre con las "esencias" de las "almas nacionales" de los países latinoamericanos? Me refiero a que los gitanos son en España una realidad a la vez discriminada e idealizada, como lo son en América Latina los indios y los negros, los mestizos y los mulatos. ¿Acaso no en el siglo XIX se inventa en España el Flamenco como en nuestras latitudes los bailes y músicas e instrumentos que expresan lo nacional? ¿Acaso no García Lorca publicó su invención "esencial" de España (el Romancero gitano) al mismo tiempo (1928) que Asturias terminaba su similar operativo respecto del "alma" hispanoamericana con sus Leyendas de Guatemala? ¿Es que acaso no es el melodrama el recurso que articula la expresión artística popular de España y también la de los países hispanoamericanos? Y aunque algunos académicos españoles se nieguen infructuosamente a aceptar que un nicaragüense, el inevitable Rubén Darío, revolucionó no solamente la poesía en habla española sino también la lengua castellana misma, y aunque en España mucha gente mire a los hispanoamericanos como personas de segunda categoría, el idioma y las idiosincrasias comunes hacen de España, y particularmente de Madrid, un espacio conflictivamente compartido por hispanoamericanos, que expresa las migraciones a las que las leyes sueltas del Mercado han forzado a nuestras depauperadas masas. Alerta ante los ladrones y los bombazos, me deleito con Jardiel Poncela, un autor de mi adolescencia, de quien en Madrid se exhiben Madre (el drama padre), Usted tiene ojos de mujer fatal y Eloísa está debajo de un almendro. Desconstrucciones del melodrama, como corresponde a la mejor inteligencia de la hispanidad. Digo. |
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