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25 de abril del 2001 |
La mano del teñidor, de WH Auden La lección del poeta
Alicia Torres
En el prefacio de este libro* de ensayos (sobre cultura, poesía, teatro, música y ópera), su autor, Wystan Hugh Auden, uno de los mayores poetas y ensayistas del siglo XX, revela que si bien escribió cada uno de sus poemas por amor, todas sus líneas críticas fueron pergeñadas por una más prosaica necesidad: el vil metal (aunque hace trampa y deja entrever su confianza en que algo de amor se haya filtrado en sus prosas).
Nacido en York, Inglaterra, en 1907, en 1930 publicó Poems, su primer libro. De 1936 es Look, Stranger, que lo convirtió en arquetipo del poeta antifascista británico. Dos años después se radicó en Estados Unidos, adoptando en 1946 la ciudadanía estadounidense. Además de varios volúmenes de poesía, escribió libros de memorias, obras teatrales y libretos de ópera. Sus principales ensayos están compilados en este volumen que, con algunas variantes, vio la luz por vez primera en el año 1948. La inquieta editora argentina Adriana Hidalgo rescató, además, en volumen independiente y con el título El mundo de Shakespeare, los ensayos de la antigua sección "The Shakespearian City" y "La música en Shakespeare" -que integrara el "Homenaje a Igor Stravinsky". La prosa de Auden es muy particular y esta traducción la respeta. Su gama estilística va desde oraciones extensas con numerosas frases subordinadas (que en ocasiones exigen del lector una atención especial para no perder el hilo del sentido), hasta lo aforístico y epigramático en ensayos como "Leer", "Escribir", "Hic et Ille", "Cristianismo y arte" o "Notas sobre música y ópera". En los dos primeros, por ejemplo, Auden va desgranando sus agudas opiniones sobre la lectura, los autores y los críticos, con una erudición y un sentido de la didáctica envidiables, que seguramente hicieron por años las delicias de su alumnado en la Cátedra de Poesía de Oxford. Jerarquizando en todo momento el placer que proporciona el arte, opina por ejemplo que no debe confundirse con otros placeres que disfrutamos, y que se relaciona con todos ellos por el simple hecho de ser nuestro placer y no el de otra persona. Por más objetivos que parezcan -parece decir- nuestros juicios estéticos o morales son en parte una racionalización y en parte una disciplina destinada a corregir los deseos subjetivos. "Mientras alguien escriba poesía o ficción, su idea del paraíso es asunto suyo; pero cuando empieza a escribir crítica literaria, la honestidad exige que se revele ante sus lectores, para que ellos puedan a su vez opinar sobre sus opiniones." También cree que una de las razones de que los buenos críticos sean más escasos que los buenos novelistas o poetas es la naturaleza del egoísmo humano. El poeta o el novelista -propone- debe aprender a ser humilde ante su tema, que es la vida en general. Pero el tema del crítico, ante el que debe aprender a ser humilde, son los autores, es decir seres humanos; y allí la humildad es mucho menos frecuente. Es más fácil decir "La vida es más importante que lo que yo pueda decir sobre ella" que "La obra del señor A es más importante que lo que yo pueda decir sobre ella". La ironía de Auden, siempre presente, ilumina con una luz particular -a veces polémica- sus trabajos sobre DH Lawrence, Marianne Moore o Stravinsky, y testimonios personales se entremezclan con discusiones sobre la fuerza de la traducción, la importancia de las influencias, la naturaleza de la música o el impacto de la llamada "alta" cultura. En todos los casos los entendidos tienen la gran oportunidad de escuchar una suerte de diálogo virtual entre Auden y otros grandes teóricos de este tiempo, como Steiner o Bloom, y de paso revisar sus inspiradas propuestas a la luz de las últimas teorías. La suya es, en todos los casos, una lección obstinada y tenaz, y no se puede menos que admirar su insaciable deseo de compartir su amor por el conocimiento. "Enséñenos lo que importa y lo que no importa", escribió TS Eliot. De eso se trata, parece responder con un guiño este maestro inglés que, después de recibir el Pulitzer y el Bollinger, murió en Venecia en 1973. La mano del teñidor, de WH Auden. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires, 1999. Distribuye Gussi. |
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