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14 de abril del 2001 |
Roger Garaudy: A fuerza de no tener nada
Paco Peña
El controvertido filósofo francés Roger Garaudy visitará América Latina y nuestro país el próximo mes de abril. Terminará así un viaje inconcluso comenzado hace más de cincuenta años con su compatriota, el poeta Paul Eluard, que lo llevó a Brasil y México a fines de los años 40, con ocasión del Congreso Panamericano de la Paz, donde conoció al poeta cubano Juan Marinello, a Pablo Neruda y a los pintores mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Posteriormente (1961-1962) permaneció varios meses en Cuba, volviendo a Río de Janeiro en 1992.
Roger Garaudy nació en Marsella en 1913, "visigodo por parte de padre y mallorquino por el lado materno", su infancia y adolescencia transcurrieron en ese puerto. Son los años en que devoraba los libros de caballería: Aimeric de Narbona, Garin de Monglane, Galaad y Amadís de Gaula. Luego en el liceo, se sumerge en la lectura de Hegel, Marx y Kierkegaard y la duda existencial lo atrapa, "Temor y Temblor es el primer libro que leí con los ojos del alma. Supe, y ya para siempre, que se puede comprometer la vida sin ningún fundamento objetivo. Estaba aterrorizado, pero alegre al leer la prosa devastadora de Kierkegaard. Tomé conciencia de mi ateísmo como una depuración de la idea de Dios, rechazando a todo Dios que no fuera Dios". A los veinte años ingresa al Partido Comunista y estudia filosofía en Estrasburgo, siendo designado luego profesor en la ciudad de Albi. Allí conoce al carismático Maurice Thorez, secretario del PCF, que había lanzado en esos años la política de la "mano tendida" a los católicos. Hoy, bajo un frondoso árbol del jardín de su casa en los alrededores de París, recuerda aquella conversación con Thorez sobre los orígenes cristianos del socialismo en Europa. La larga discusión se centró entonces en Tomás Munzer, organizador en el siglo XVI en Suabia, de una revolución campesina que se inspiraba en Joaquín de Fiore, un monje calabrés del siglo XIII que había concebido la Trinidad proyectada en el tiempo: después de la edad del Padre vendría la edad del Hijo y luego la edad del Espíritu, una sociedad sin propiedad, sin Estado, sin Iglesia. "Maurice siempre me protegió en el partido, defendiéndome contra todos los sectarismos", recuerda con nostalgia Garaudy. En 1939 le envía el esbozo de una novela al célebre escritor Romain Rolland, titulada "El primer día de mi vida". Este le contesta sabiamente: "La historia que cuenta su libro ganaría mucho si fuera escrita después de recorrer los días siguientes". Contrae matrimonio y seis meses más tarde estalla la guerra. Es movilizado en un regimiento de Tolosa y combate en la región de Somme. Lucha valerosamente durante la fulgurante ofensiva germana, obteniendo la Cruz de Guerra. El ejército francés se repliega al sur y con el poeta Jean Marcenac reconstituye una célula del PC en su regimiento. Descubierto por la contrainteligencia militar, Roger Garaudy es deportado en septiembre de 1940 a un campo de concentración en el desierto de Sahara, junto a decenas de dirigentes y sindicalistas. "Organicé entonces cursos nocturnos, haciendo comentarios sobre los profetas de Israel... La Biblia era el único libro autorizado. Mis alumnos eran casi todos comunistas, pero bueno, un profeta es de cierta manera un revolucionario y Amós por ejemplo, habla contra la opresión y corrupción de los ricos y poderosos, proclamando que el verdadero culto a Dios es la práctica de la justicia". Liberado en junio de 1943, luego de la derrota de las tropas del Eje en Africa, Garaudy empieza a trabajar como periodista en Radio Francia de Argel. A instancias de André Marty -el famoso dirigente comunista organizador en 1917 de la sublevación de la flota francesa en el Mar Negro que se negó a combatir contra los bolcheviques, y más tarde jefe de las Brigadas Internacionales en España-, es asignado al Ministerio de Educación, dando conferencias por todo el país. "Recuerdo que di una conferencia sobre la contribución histórica de la civilización arabe-islámica. Veinte años después, cuando Gamal Abdel Nasser me dio la bienvenida en El Cairo, tenía en su mano una copia en árabe de ese texto: -Ya ve que lo conozco desde hace tiempo, me dijo abrazándome". De retorno a París luego de la liberación, es elegido diputado en las Asambleas Constituyentes de 1945 y 1946, siendo designado vicepresidente de ella durante un período. Retrospectivamente considera que se trata de años perdidos, años de "cretinismo parlamentario", aun cuando rememora con humor algunas célebres polémicas, como aquella habida con el entonces ministro de la cultura André Malraux, quien en una sesión se lanzó en una furiosa improvisación imprecatoria: "La cultura, señor Garaudy, es cuando cada joven puede decir a la mujer que ama: cuando los dos estemos en aquella actitud/ que a los muertos otorga la forma de la tumba... "En mi tiempo, señor Malraux, no era así como se hablaba a las mujeres..." Recuerda con afecto a Jacques Duclos, jefe del PC clandestino, quien durante la guerra "llevó durante esos años en su pecho una ampolla de cianuro para no caer vivo en manos del enemigo". También a Marc Sagnier -uno de los fundadores de la DC francesa- y al abate Pierre, fundador de los Traperos de Emaús. Miembro de la comisión política del PCF, Garaudy era el encargado del frente cultural. Contrajo matrimonio en segundas nupcias con Paulette, su mujer actual, viuda de un resistente. A fines de 1948 visita Italia, investigando para una serie de obras en preparación en la exclusiva biblioteca del Vaticano, gracias a las gestiones de Jacques Maritain, embajador de Francia ante la Santa Sede. "Descubrí que en el Index aún estaban la Fábulas de La Fontaine y el diccionario Larousse", dice sonriendo. Italia era presa en esos años, recuerda, de una formidable campaña del terror. La DC y las más altas autoridades eclesiásticas, llamaban a votar "por o contra Cristo". Corresponsal de L?Humanité en Roma, entrevista a un obrero católico de los suburbios: "¿Y usted, va a votar comunista?" "Por supuesto. El Papa me ha bendecido. El me dará el cielo, pero Togliatti me dará la tierra". Este último llegará a ser su gran amigo: "Tienes razón -le dice aprobando un artículo escrito para el periódico comunista francés- no hay que atacar a la fe. Lo que combatimos es la integración de la Iglesia en el sistema capitalista". Togliatti, afirmará años después en un famoso discurso (Bérgamo, 1963), que la religión no era necesariamente en todas partes y siempre "el opio del pueblo", sino que en algunas ocasiones, podía convertirse en la levadura del cambio. EN LA SIERRA MADRE Garaudy visitó nuestro continente recorriendo Brasil y México. En este último país, con Eluard y Marinello pernoctan en un polvoriento y desolado hotel de un pequeño villorrio de la Sierra Madre. El anfitrión, un azteca de vivísimos ojos negros les explica que antes de la llegada de los conquistadores, ni siquiera tenían una palabra para designar la propiedad de uno solo. El filósofo galo evoca como si fuera ayer las palabras del hotelero mexicano: "Nadie era dueño de las plantas ni de los animales. El sol, el agua de la lluvia y de los ríos nos ayudaban a vivir. Eramos una misma comunidad, desde las hormigas hasta las estrellas. El sentido de propiedad privada introducido por los españoles, desgarró el tejido de nuestro mundo, masacró los bosques, despanzurró la tierra... Conocíamos hasta el sexo de las piedras, así como deben ser talladas para no herirlas... La mayor parte del tiempo la dedicábamos a la celebración de la vida que habita en los pájaros, las rocas, los animales. Se me grabó indeleblemente la larga perorata de este filósofo de Sierra Madre -termina Garaudy- fue allí, en su continente, donde me pregunté si ese comunismo cósmico y la religión que lo envuelve, no le otorgaban una dimensión sacral a nuestro socialismo tan provincianamente europeo". En 1953 defendió en La Sorbona una tesis sobre "La teoría del conocimiento de Helvetius", bajo la dirección de Gastón Bachelard, obteniendo "mención muy honorable". Hoy afirma que es un trabajo impregnado de positivismo, "dogmático, es el peor de mis libros... no tengo excusa, salvo que entonces creía un deber compartir los errores de los demás", agregando, "está falseado por la idea según la cual el conocimiento es un reflejo de lo real, herencia griega, tomista, del siglo XVIII". En esos años publica su famoso estudio sobre Hegel, "Dios ha muerto" y varios artículos sobre Marx y sobre lo que denomina, "la filosofia del acto" (o praxis), en contrapunto a la filosofía aristotélica del ser. Mucho más tarde, en 1977, formulará de manera acabada en "Claves del marxismo", su concepción sobre el pensamiento antidogmático de Marx, a la luz de Hegel y Fichte. También cruza lanzas con Althusser, quien considera al hombre como una marioneta manejada por las estructuras. No se trata en este caso sólo de determinismo mecanicista, sino que estructural. El filósofo galo admite tener una gran deuda intelectual con Gastón Bachelard, quien le confesó "no estar en absoluto de acuerdo con su tesis", pero que "había querido ayudarlo y no influenciarlo". Bachelard trató al final de su vida, ensamblar y compatibilizar dos extremos aparentemente opuestos, la reflexión sobre la ciencia y la poesía. Preocupación que se manifiesta claramente en su Filosofía del no, donde poesía y ciencia son complementarias. El gran poeta francés Louis Aragon le pidió más de una vez a Garaudy, que prologara la investigación de Bachelard sobre la creación científica y poética, considerando a ambas como ramas del mismo árbol. "Nuestros tecnócratas apoyados por los medios de comunicación asimilan el cerebro humano a un computador. Es la generación del ?ordenántropo?, tal vez el último avatar del pitecántropo. Hace 40 años Bachelard me inspiró con su reflexión señera, alertándome contra este virus hoy en día tan expandido. Lo comprendí sólo hace algunos años, cuando escribí -Filosofía de don Quijote: ¡guerra al ordenántropo!-, pero tal vez sea un poco tarde", dice con nostalgia Garaudy. DEBATE CON SARTRE En el París de la post guerra está de moda lo que Roger Garaudy llama "la filosofía de Robinson Crusoe". El gran especialista es Jean Paul Sartre. Desde hace años que por distintas vías chocan el uno con el otro, cada cual privilegiando a Kierkegaard o a Marx. Pero intercambian manuscritos y ambos debaten invitados por Palmiro Togliatti, en el Instituto Gramsci de Roma. Garaudy se pregunta si el marxismo excluye toda transcendencia y si el existencialismo de Sartre permite pensar la historia y ejercer una acción sobre ella. "A diferencia de la evolución animal -responde Sartre- el hombre hace su propia historia, hace existir aquello que es otra cosa, algo que es el resultado y el producto de lo que ya existía". Garaudy replica que si bien es cierto que los hombres hacen su propia historia, no la hacen arbitrariamente, puesto que no pueden hacer cualquier cosa en cualquier momento. "¿Cómo se puede concebir una historia a partir de miles de destinos individuales chocando unos con otros?". Togliatti tratando de apaciguar el debate, interviene afirmando que a pesar de todo, Sartre siempre ha estado en el bando correcto: en la Resistencia, por el FLN argelino, por Vietnam, por la paz. "En Roma, tanto Sartre como yo no respondimos a lo que Togliatti esperaba... hacer un llamado al hombre entero, al actuante, pero también al hombre de nuestro interior, a la esperanza y a la angustia, sin desestimar ninguna de sus dimensiones". Otro debate tuvo lugar en esos años entre los dos filósofos en el teatro de la Mutualidad, en el centro de París. El Barrio Latino, no podía escapar a la gran disquisición del momento, por ello llevaba por título: "Marxismo y existencialismo". Sartre retoma las ideas de "El ser y la nada". "Es absurdo que hayamos nacido, es absurdo que muramos, la vida es una pasión inútil". Garaudy rebate diciendo que Sartre tiene razón al decir que estamos ante un mundo absurdo, sin alcanzar jamás la plenitud, pero añade, "tenemos sí, la certeza oscura de que ésta existe". Los dos filósofos se separan, Sartre dice: "Nos tenemos que ver". No volverán a encontrarse. ADIOS AL PC En 1953 se realizó el XX congreso del PC de la URSS y el remezón producido por el informe de Kruschev no lo dejó indemne. Visitante asiduo de la URSS, trabajando durante dos años en la Academia de Ciencias, Roger Garaudy ha narrado en varios textos lo que vio, leyó y le contaron sobre la realidad soviética. "Una larga y dura experiencia personal me permite esbozar algunas reglas de deontología sobre el juicio que se puede tener sobre una revolución, contrarrevolución o hecho histórico. Yo distingo lo que emana y deriva de un sistema, lo que es una imposición que proviene de la lógica de una situación y de su entorno y lo que lleva la marca de los errores o de los crímenes de un hombre". Invitado a menudo por Kruschev, frecuenta al mariscal Zhukov y a Mikoyan. Recuerda un incidente entre Nikita y el dirigente comunista polaco Gomulka. "Brindo por ti, pero no por los otros perros de tu comisión política" -espetó Kruschev-; "brindamos por todos o no hay brindis", le respondió secamente Gomulka. Años más tarde en Varsovia este último le confió tener más problemas con Kruschev que con el primado de Polonia, el cardenal Wyszynski: "Por su autoridad sobre los católicos puede crearnos problemas, pero no lo hace por espíritu patriótico". Garaudy estima que una cuestión crucial en el fracaso de la experiencia de la URSS, arranca de la idea equivocada que consideraba al socialismo, capaz de alcanzar con más éxito que el propio capitalismo los objetivos de éste, sin plantearse o abandonando, un proyecto de civilización alternativo. "Yo fui el primer intelectual y dirigente comunista en denunciar los errores de Stalin y los crímenes que esos errores pudieron engendrar". Amigo de Ilya Ehrenburg, el filósofo galo recuerda sus largas discusiones. Ehrenburg, criticaba al régimen recordándole: "La violencia es un mal criterio para juzgar a una revolución. ¿Qué me dice del genocidio de la Vendée en su país, planeado fríamente por los miembros de la Convención? El terror jacobino, ¿no cortó las cabezas de muchos de sus hijos, al igual que los procesos de Moscú? ¿Quién es el culpable, el socialismo o la lógica de toda mutación política? El Terror cortó 1.200 cabezas, la Restauración más de 30.000. La Comuna de París ejecutó a 70 rehenes, pero luego los versalleses a miles de comuneros. Hay que tomar como precaución el distanciamiento para respetar la perspectiva histórica y las proporciones. Lo más cercano aparece de mayor tamaño. Auschwitz ha sido citado como el más grande genocidio de la historia. Por muy espantoso que haya sido, por desgracia los ha habido peores: la conquista de América que condujo al exterminio del 80% de su población, sin hablar de la trata de negros...". Asumiendo su responsabilidad, Roger Garaudy reconoce su principal falta: haber contribuido a difundir un pensamiento dogmático, esterilizado y reduccionista, que permitía al igual que en la Iglesia, identificar y excomulgar al hereje. En los años 60 Garaudy era ya un herético y además su posición ante el conflicto sino-soviético, lo oponía a la opinión mayoritaria de la comisión política del PCF. El secretario de éste, Waldeck Rochet, trató de disuadirlo de publicar un artículo sobre el tema, salvo si lo hacía como filósofo y no como miembro de la comisión política: "Le dije a Rochet, que siempre fue muy fraterno conmigo, que cuando uno lee a Hegel, se tiene la impresión de que la Historia ha existido, pero que desde ahora se acabará, puesto que se ha llegado a la síntesis final. Ahora bien, Mao piensa y creo que es correcto, que la contradicción no cesa de actuar después de la revolución. Ya lo ves Waldeck -le dije- no hay peor conservador que el revolucionario satisfecho". Garaudy estimaba que la revolución también podía encontrar un terreno fértil en la cultura y en la civilización chinas. Occidente debía aprender del Oriente: "Hizo usted muy bien -le dijo poco tiempo después la intelectual china Han Suyin-. No sé si la China será comunista o no en el futuro, pero estoy segura que será china". Otro motivo de alejamiento del PC en esos años, fue su actitud ante los acontecimientos de mayo y junio del 68. La comisión política le reprochó participar en las manifestaciones y debates organizados por la ultraizquierda. Las acusaciones eran variadas: dejarse engañar por el romanticismo y la aventura cuando no existía ninguna condición objetiva para una revolución. "Nunca existen condiciones objetivas para una revolución", respondía Garaudy. Tildado de "soreliano", se le enrostra su adhesión a la idea de la fuerza movilizadora del mito: "El mito es más movilizador que un teorema", contestaba. Minoritario en la comisión política, prefiere viajar participando en debates y conferencias en Poitiers, Roma, en París, en la Unesco, donde enfrenta a Herbert Marcuse, con ocasión del sesquicentenario del nacimiento de Marx. Guarda un recuerdo particular del debate que en esas semanas lo opuso a miles de estudiantes en el anfiteatro de La Sorbona. Días antes, Aragon, el poeta comunista, había sido abucheado al ser presentado al mismo público por Daniel Cohn-Bendit: "Aquí incluso los traidores tienen la palabra, por lo tanto Aragon, puedes hablar". Luego de unos veinte minutos de gritos y de nuestos por parte de los estudiantes, finalmente Garaudy logró hacerse oír: "En nuestras sociedades desarrolladas todo sucede como si San Pedro, antes de enviar hacia el Paraíso o el Infierno, hiciera a cada uno de los que llegan una pregunta única: ¿Qué has hecho en la tierra para aumentar el producto nacional bruto y la plusvalía del capital?" Garaudy ya está en capilla. Inicia entonces una nueva serie de conferencias en las universidades de Heidelberg, Montreal, Santa Clara de California, Bruselas, Cambridge. El golpe de gracia vendrá de Praga, con la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en agosto de ese año. Y en 1970, con ocasión del congreso del PC, un hombre solo pero entero, en medio del silencio glacial de los congresales sube al proscenio: "Compañeros, al hablar por última vez desde esta tribuna me veo obligado a decirles con tristeza, pero sin amargura, que los problemas volverán a plantearse, incluso si se expulsa a aquellos que los exponen...". PROFESOR EN CUBA A comienzos de la década de los años 60 había visitado Cuba, una revolución en plena fusión. Hoy, en el "salón africano" de su casa, la evoca con ternura y emoción: "Imagínese, más de un millón de personas escuchando la Segunda Declaración de La Habana. Para mí todo era nuevo, sentimiento de participación vital, diferencia de escala, coloración exaltante de los sentimientos y los sentidos. No tenía nada que ver con el desfile tradicional en la Plaza Roja. Todo era relámpagos y juventud, como ese sindicato de peluqueros que marchaba gritando amenazadoramente: ¡Kennedy, te cortaremos el pelo!" Invitado por Fidel Castro, propone reorganizar la enseñanza de la filosofía en Cuba. Con Juan Marinello y Armando Hart elabora planes de estudios, programas y manuales. Se trataba de un curso acelerado para formar profesores. Los aspirantes eran cuatro comandantes del Ejército Rebelde, nueve sindicalistas, ocho maestros, tres periodistas, dos profesores y un bailarín negro. "Yo aprendí mucho más que ellos. Explicar a combatientes revolucionarios el papel motor que la dialéctica de Hegel puede tener en nuestra acción de cada día, me hizo comprender mucho mejor la significación de la lógica que cien cursos en La Sorbona". El presidente argelino Ben Bella lo invita a Argelia y da una serie de conferencias sobre "El socialismo y el Islam", en las que desarrolla la idea que el socialismo no se puede construir "desde arriba". Ello conlleva -explica a los estudiantes- la decidida participación popular y un cambio radical de mentalidad, una verdadera revolución cultural "la dimensión de lo subjetivo es indispensable", dice. Algunos estudiantes expresan que el marxismo es un invento europeo, un producto de exportación que el Islam no necesita. Al otro extremo unos objetan que en Argelia es imposible edificar el socialismo mientras el Islam sea predominante, es el opio del pueblo. "Yo no soy musulmán, les aclara Garaudy, pero en un país donde el 85% de la población es musulmana es imposible construir el socialismo sin ellos". Su relación con los cristianos data como dijimos, de hace mucho tiempo. A su casa llegaban muchos curas obreros, que criticaban el papel jugado por la Iglesia, planteándose el problema de las relaciones entre la fe y la política. Los comunistas luchan por romper las cadenas económicas y sociales con las cuales el hombre está aherrojado, admitía Garaudy, pero hay que continuar más adelante. Se relaciona con católicos eminentes, como Francois Mauriac y el padre Chenu, escribiendo el prólogo de la edición soviética de "El fenómeno humano de Pierre Theihalrd de Chardin", "fui así el ?padrino? del primer jesuita traducido en la URSS desde 1917". Escribe "Perspectivas del Hombre", y Sartre le lanza artillería pesada. Está en su fase "theilhardiana", estableciendo "puentes filosóficos" con el gran palenteólogo. "Sentía que Theihalrd de Chardin -en otro plano, el de la ciencia- iba en el mismo sentido que mis amigos, los curas obreros, enraizando el espíritu en la materia, puesto que ir hacia Dios no implica dar la espalda ni a la materia ni al mundo. Se trataba para mí de una necesidad histórica: ayudar a través del diálogo de hombres de diferentes religiones y culturas, a tomar conciencia de nuestros fines, necesariamente comunes". Publica entonces en "Testimonio Cristiano" y en los "Cuadernos Comunistas", un texto en el que afirma que el marxismo se empobrecería "si San Agustín, Santa Teresa o Pascal le fueran totalmente extraños". Ilyachev, encargado de la ideología del PCUS, publica un artículo donde sostiene que no será posible avanzar en el socialismo mientras subsista la religión. Garaudy le contesta en el curso de un coloquio en el Instituto Católico de Lyon: "La tesis de Ilyachev está en contradicción con el marxismo. Los comunistas luchan contra todas las formas de alienación, es cierto. Un ateo puede pensar que la religión es una forma de alienación. Un creyente puede pensar que existen formas alienadas de religión, pero que la desaparición de esas alienaciones no destruirá su fe, más bien purificará esas formas alienadas : la resignación, la complicidad con la injusticia y la opresión, el ritualismo, el dogmatismo. Por lo tanto, cristianos y marxistas pueden luchar juntos contra esas alienaciones". La repercusión fue considerable. Por primera vez un alto dirigente comunista de un partido hermano, impugnaba públicamente al PCUS . Una vez más, el secretario del PCF, Maurice Thorez, le brindó su apoyo contra la mayoría de la comisión política. Garaudy viaja mucho en esos años. En Austria lo recibe el cardenal Köenig (encargado del Vaticano para las relaciones con los no creyentes), gracias a quien organiza un encuentro internacional en el cual participan algunos expertos que han trabajado en el Concilio Vaticano II. En éste participan varios teólogos como Karl Rahner, Jürgen Moltmann, el padre Girardi y el sacerdote español González Rubio. Frente a ellos se instala Garaudy y los encargados ideológicos de los partidos comunistas italiano y español. Los teólogos decían que era necesario buscar a Dios en el seno del mundo, admitiendo que el hombre era el único objeto de la teología, por lo tanto, la fe cristiana no podía entrar en conflicto con la construcción de una sociedad auténticamente humana, por eso: "Ustedes no pueden reducir nuestra fe a una alienación". En los numerosos encuentros siguientes ambas partes llegaron a la conclusión que "creyentes y no creyentes están de acuerdo en un punto. Todo lo que existe en la Tierra debe estar ordenado hacia el hombre como su centro y su culminación... la esperanza escatológica no disminuye la importancia de las tareas terrestres". El padre Chenu impugnaba en esos momentos las llamadas "preocupaciones sociales" de la Iglesia, puesto que se fundaban -decía- en una concepción que aceptaba la inmovilidad de las leyes constitutivas del orden del mundo, inmutable gracias a la pasividad de los hombres que así garantizaban la estabilidad social y la autoridad. En cambio, agregaba Chenu: "Los teólogos de la liberación, surgiendo del mesianismo de los oprimidos, no construyen sobre los expedientes de la doctrina social". SU HERMANO OBISPO En 1967, durante un coloquio en Ginebra encuentra a su "hermano del alma", monseñor Helder Cámara. Luego de varios días de discusiones interminables, se forja una fraternidad que el tiempo demostró imperecedera. Helder Cámara le propuso un pacto: "Convinimos en que yo trataría de hacer comprender a mis camaradas que la religión no es siempre una alienación y que por lo tanto, no se necesitaba ser ateo para ser revolucionario. Él se comprometió a combatir entre sus hermanos la fatwa del Vaticano que definía al comunismo como intrínsecamente perverso". Confiesa su deuda con Helder Cámara y con los teólogos de la liberación de América Latina. También con los africanos, quienes reunidos en Dar es Salam (Tanzania) acusaron en esos años al etnocentrismo europeo tradicional señalando que: "El cristianismo nació en Asia y se extendió por Africa antes de llegar a Europa". Tratando de encauzar a las diversas aportaciones propuso la fundación en Ginebra del Instituto Internacional para el Diálogo de Civilizaciones, para que pudieran "fecundarse recíprocamente al abrirse a la verdad de los otros, las sabidurías y los combates de Asia, del Islam, de Africa, de América Latina y no solamente las culturas de Occidente". En su libro "Por un diálogo de civilizaciones", escribe de manera deliberadamente provocadora que Occidente es un accidente en la historia de la humanidad. Y respondiendo en esos años a un sacerdote que le preguntaba ¿Quién es Cristo para usted?, contestó: "Centenares de narradores populares, de los que conocemos sólo a tres o cuatro, relataron la buena nueva, la brecha que un hombre que no era filósofo ni tribuno abrió para la humanidad. La chispa que encendió esta hoguera, fue ante todo un levantamiento de los pobres y por ello, Nerón, Diocleciano y el establisment los persiguieron duramente. Su doctrina se convirtió en una doctrina subversiva... pero Él ya había desfatalizado la historia. Todos los dioses murieron y con Él comenzó el nacimiento del hombre. Miro una cruz y pienso en todos los que han contribuido a hacer más amplia esa brecha, desde San Juan de la Cruz a Carlos Marx y Van Gogh. Todos nos han ayudado a tomar conciencia que el hombre es demasiado grande para bastarse a sí mismo. Él nos enseñó a descubrir el todo a fuerza de no tener nada. Poder crear, atributo divino del hombre, ésa es mi hostia de presencia real, cada vez que algo nuevo está naciendo para engrandecer al hombre, en el amor más descabellado, en el descubrimiento científico, en el poema o en la revolución". Le leo este viejo texto suyo en el "salón árabe" de su casa, mientras los reflejos de las incrustaciones de una gran mesa damascena alumbran la oscuridad que comienza a caer sobre París. Me sonríe y replica: "Lo escribí cuando era miembro de la comisión política del PCF. Hoy soy musulmán, pero no tengo necesidad de cambiar una sola palabra" |
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