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2 de abril del 2001 |
Perú: El «auquénido» de Harvard Rocío Silva Santisteban
Las presentes elecciones presidenciales en el Perú han puesto sobre el tapete uno de nuestras peores lacras: el racismo. La semana pasada el padre de la candidata Lourdes Flores Nano se refirió al candidato Alejandro Toledo como "el auquénido de Harvard", es decir, el camélido andino que logró estudiar en la Universidad de Harvard. Estas declaraciones "incorrectísimas" (desafortunadas fue la calificación que les dio la hija-candidata) lograron arrancar otras del mismo calibre a Eliane Karp, la esposa de Toledo. En un mitin en la ciudad andina de Huaraz, capital del departamento donde nació Toledo, la señora Karp acusó a los miembros de Unidad Nacional, el partido oponente a Perú Posible, de "pitucos limeñitos que tratan de boicotear a mi cholo que es sano y sagrado (sic)".
Luego de la profilaxis de choque de los vladivideos y de un gobierno de transición que está haciendo lo posible por manejar de forma coherente el destape de los altísimos niveles de corrupción del decenio anterior, estas elecciones permiten la catálisis de un profundo resentimiento dormido en el rincón más apagado del alma del Perú, este país de "todas las sangres". Cholos contra pituquitos, limeños contra provincianos, negros contra blanquiñosos, serranos contra criollos: el desastre de haber adormilado las diferencias. Es cierto que el calificativo de "pituquitos limeños" —que en rigor podría aplicarse a muchos de los que apoyan la candidatura de Toledo, como su propio vicepresidente Raúl Diez Canseco o incluso a Alvaro Vargas Llosa— es una forma deslucida de dejar constancia del manejo de la clase política peruana y sus relaciones de dominación, el epíteto del padre de Lourdes Flores pone de relieve un elemento que es mucho más peligroso y que conforma una de las grandes taras de las clases antes dominantes: la reacción ante la movilidad social de los cholos a través de la educación. Se trata, por supuesto, de los sedimentos medioevales de una ideología excluyente, que aún imagina a la república dividida entre los unos (nosotros los blancos) que gobiernan y los otros (ustedes los cholos) que obedecen. Esta forma de pensar no sólo la comparten los jubilados miraflorinos, sino y sobre todo, los tecnócratas que durante estos últimos diez años manejaron el país desde diferentes espacios de poder. Es que el sistema de educación en el Perú ha venido durante años consolidando las discriminaciones. Las diferencias de calidad y posibilidad educativa entre los colegios privados y los colegios del Estado son abismales y no sólo de infraestructura educativa —obviamente los colegios nacionales no tienen ni computadoras, ni televisores, ni caseteras reproductoras de vídeo— sino sobre todo de enseñanzas de procedimientos y actitudes. Las universidades, por otro lado, han aportado lo suyo: han producido técnicos de calidad pero totalmente desvinculados con su entorno. Algunos de ellos han terminado estudiando posgrados en el extranjero y se han convertido en parias tecnócratas, que luego regresan para "dar línea" y sentar cátedra, con la frente ensoberbecida de sus conocimientos puntuales y la espalda bastante ancha para mantenerla como muro ocultando la realidad. Entre cócteles, calidad total y desayunos de trabajo, ellos obvian el mundo de los "brownies" —apelativo surgido de la cínica pero aguda pluma de Jaime Bayly— o "marroncitos" porque está muuuy lejos: allá abajo. Y si lo tienen que mirar para redactar una resolución o perfilar una informe de mercadeo, le echan una miradita rápida con ese tufillo de condescendencia. La República de los Brownies y la República de los Tecnócratas. Los dos mundos abriendo sus brechas y desconociéndose. Por eso un tecnócrata de Harvard que sea ¡cholo! produce más de una tensión entre el anquilosado pensamiento criollo. Pero, ojo, aunque lleve militantemente su "choledad" Toledo no deja de ser un tecnócrata. Precisamente a pesar de la "choledad" del candidato Toledo y de las palabras indignadas de su esposa, considero que un gobierno suyo no va a cambiar las estructuras mentales de quienes piensan de esta manera, a menos que consolidé algo que es demasiado frágil en nuestra historia: la noción de que somos ciudadanos y no súbditos de la democracia. El Perú ha cambiado, pero desgraciadamente las elecciones parece que repiten cada cinco años, desde diferentes camisetas, el sentimiento de que seguimos dominados por los virreyes, claro, esta vez elegidos "democráticamente". |
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