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18 de febrero del 2009

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España, 1936-1939

El último día de Negrín


Francisco Vega Díaz
Extraído de Juan Negrín. La Repúbica en guerra, de Juan Miralles.

 

Un testimonio de excepción sobre el último día de Negrín en España es el de Francisco Vega Díaz, a la sazón jefe de Sanidad del Ejército de Andalucía, antiguo alumno de Negrín y amigo personal de Rafael Méndez y de José Puche, el cual fue convocado a Elda el 5 de marzo. Según ha relatado éste, cuando llegó a la Posición Yuste,

"En la entrada había un nombre, Villa Poblet, y una guardia con ametralladoras montadas entre los arbustos (...) No más de dos o tres minutos tardaron en salir Juan Negrín y José Puche Álvarez (...) Negrín dijo a Puche que pasáramos a la parte posterior de la casa, una huerta, y allí habláramos. [Puche] me dijo los motivos del llamamiento. Obtener la información leal y no politizada que yo pudiera dar sobre la situación del Ejército de Andalucía: moral de la población civil, adscripción política de los jefes militares (cuyos nombres Puche traía anotados en un pequeño papel), estados sanitarios y civil, parque automovilístico, papel que realizaban los comisarios políticos, provisiones alimentarias, puertos de mar aprovechables, aeropuertos, etc.

"Puche me confesó que Negrín deseaba conocer a través e un hombre de la calle sin prejuicios la posible capacidad de resistencia en aquel sector. Una pregunta fue especialmente delicada: si según mi criterio estrictamente personal, el mando militar que se designase estaría en condiciones de hacerse obedecer (...). Le di la impresión de que en la Andalucía republicana la gente estaba ya harta de la guerra (...).

"(...) Negrín se reintegró a la casa y quedamos solos Puche y yo (...) Me confesó que Negrín estaba deshojando la margarita respecto a si el régimen republicano podría resistir dos o tres meses más, que es lo que se suponía que podía tardar en estallar la guerra en Europa. Según Puche, a Negrín le espantaba la idea de ver a España transformada en un infierno en una conflagración que acabaría por ser mundial, y pensaba en sus adentros que la continuación de nuestra guerra carecía ya de todo sentido. Y se estaba enfrentando a una desilusión total: le faltaban todos, unos por abandono y otros traicionándolo a las claras. Pero necesitaba estar a la altura de las circunstancias y de su honor como gobernante, y no quería pecar de escurridizo fugado.

"Puche tenía la seguridad de que Negrín comprendía que en aquellos momentos estaba pisando por última vez suelo español. Me informó así mismo de lo que estaba pasando en Cartagena aquel preciso día, y de que le constaba que por la tarde o la noche se habían de sublevar Casado y otros bajo la bandería segura de Besteiro (...) Al decir de Puche, tras la dimisión de Azaña ya no había República que defender, y Negrín solamente deseaba buscar su final "relativamente condicionado", es decir, que no fuera una deshonrosa derrota sin condiciones (...).

"Pasé al interior de la casa, que era un verdadero caos. Unas veinte personas aparecían repartidas entre el hall, el comedor y un cuarto contiguo, desde el que se oía gritar a Vayo por teléfono que le conectasen con la base de tanques de Archena. Negrín, enfadadísimo, quería hablar con Casado (...). Casado le estaba toreando, según dijo a todos en un inciso. El recinto parecía una casa de locos (...). De vez en cuando, Negrín pedía silencio con gestos de fracaso espiritual y colgaba el teléfono con brusquedad (...). Me sorprendió ver que Negrín, dentro de aquel maremágnum, no perdía el control.

"(...) Al atardecer, con gesto de triteza y asco que antes no tuviera, y tras chistar para que todos callaran, Negrín dijo, con voz algo afónica y entrecortada: "Todos estamos preparados, ¿no? Pues ni una duda más. Vámonos". (...) Poco a poco, cariacontecidos, todos fueron saliendo y subiendo a los coches que en fila aguardaban (...) Negrín, cogiendo mi mano izquierda, me dijo: "Véngase usted con nosotros, tiene sitio". (...) Los dos me dieron un fugaz abrazo y se metieron en el coche (...). En aquellos últimos momentos, Juan Negrín aparecía pálido, ojeroso, con los párpados medio hinchados, bañado en sudor y sin afeitar (...) parecía un enfermo desilusionado."


(Vid. Francisco Vega Díaz, El último día de Negrín en España. Claves, 22 de mayo de 1992.)

 

Transcripción para La Insignia: J.G.