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12 de febrero del 2009

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Cultura

Soy yo


Margarita García
Teodora / La Insignia*. Argentina, febrero del 2009.

 

A todos los que han estado preocupados por mi identidad, escribiéndome cartas por aquello del cambio de firma en la Ciudad de la Furia, les quiero decir gracias, me emociona y me produce un gran alivio saber que la gente todavía se preocupa por cosas tan importantes como el nombre ajeno. Procedo entonces a aclarar el equívoco: sí, soy yo, aunque no me parezco, juro que lo soy. Me llamo Margarita García Robayo, y la inclusión del hasta ahora ausente segundo apellido obedece a simple justicia fraternal. En mi país nos llamamos largo, tenemos dos apellidos porque si no las madres se resienten y te largan un día el reclamo consistente en que eres un ser despreciable e ingrato que niega la influencia genética y de conducta que ejercieron ellas sobre uno; influencia que las madres más sobrias, como la mía, tienden a calificar con una sola palabra: absoluta. Es así como mi madre, apellidada Robayo Márquez, me dijo un día que encontraba ofensivo el hecho de que yo –por haberme mudado a un país parco en su aspecto nominal– la excluyera de mi firma como si ella fuera una vulgar falta ortográfica, siendo que su apellido tenía tan linda sonoridad. “Si fuera una palabra con hiato, digamos, yo lo entendería”, me dijo, compungida, y en adelante se enfrascó en un discurso sobre cómo su apellido fluía y se deslizaba por la lengua como el merengue tibio. Al final, sólo para que no siguiera reuniendo argumentos que confundían su linaje con una receta de cocina, le dije que sí, que perdón, y que incluiría su primer apellido –mi segundo– en mi firma. La verdad es que nunca lo había usado, ni siquiera en Colombia, y supongo que tiene que ver con alguna tara de infancia producto del cántico despiadado de mis compañeros de escuela: ¡Robayo, Robayo, cara de caballo! Pero he superado taras peores y no hay por qué ofender a una madre que todo lo que pide, ilusamente, es un poco de figureo. Es por eso que mi nombre se alargó de repente, aunque cuando lo escribí en el teclado sentí que lo había estado escribiendo todos los días de mi vida: mis dedos bailaron graciosamente sobre las teclas respectivas sin el menor titubeo. Pero entonces llegaron las cartas, las preguntas, la inquisición: “¿Sos vos o sos otra, quién sos?” Soy yo, Margarita García Robayo, nacida en Colombia, renacida en Argentina. Gracias otra vez por su preocupación: gracias, amables señores guardianes de la identidad.

(*) Publicado originalmente en el diario Crítica, de Argentina. Reproducido en La Insignia por cortesía de la autora.