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25 de marzo del 2008

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España, 1936-1939

El hundimiento del este (I)


Juan Modesto
De Soy del Quinto Regimento.

 

Los últimos días de Teruel

El último intento de conquistar Teruel lo inició el enemigo el 5 de febrero y se prolongó hasta el día 8. En el participaron, además del Cuerpo de Galicia con las divisiones 13, 85 y 84, el Cuerpo Marroquí con las divisiones 108, 11, 4 y 82, y un cuerpo mixto formado por la 1ª División de Caballería y la 5ª División de Infantería. Es decir, tres cuerpos de ejército con un total de ocho divisiones de infantería, una de caballería y tres batallones de tanques. Como medios de refuerzo contaba con toda la aviación hitleriana y fascista y una gran masa de artillería (...).

La solidez alcanzada por nuestras líneas en las direcciones oeste y sudoeste llevó al enemigo a buscar nuevos caminos para alcanzar su objetivo. Por eso extendió la zona de operaciones más al norte, contra el saliente republicano de Sierra Palomera en el frente Pancrudo-norte de Teruel.

A excepción de las inmediaciones de la plaza, en su conjunto todo aquel sector estaba semidesguarnecido de fuerzas. Sólo hacia la profundidad existían, en las comunicaciones, algunas unidades con la 27 División y varias brigadas más, encargadas de la contención del enemigo. El ataque se realizó en la orilla izquierda del Alfambra, donde consiguió unas pequeñas cabezas de puente. Sin embargo, en las inmediaciones de la plaza, el Cuerpo de Galicia fue contenido y derrotado una vez más, sin conseguir el objetivo.

(...) Fue entonces cuando el Alto Mando republicano dio por terminada la batalla de Teruel, ordenando el relevo de unidades y la salida de aquella zona de un buen número de ellas. La zona de defensa inmediata de la plaza, hasta entonces mantenida por el V Cuerpo, fue cubierta por la 46 División, cuyas unidades relevaron del 10 al 12 de febrero a las fuerzas de las 35 y 47 Divisiones.

La marcha de los acontecimientos posteriores puso de manifiesto que el Alto Mando republicano cometió un error al dar por terminada la batalla de Teruel. No era el primero ni sería el último del ministro Indalecio Prieto.

Asegurado el relevo de las fuerzas, salimos de Teruel el mando, el comisariado y el Estado Mayor del V Cuerpo. Las Divisiones 35 y 47 habían combatido durante cuarenta y un días consecutivos. Al ser relevadas, entregaban una organización defensiva sólida.

Nos instalamos en Valencia, en el palacio de Benicarló. Aún no habíamos sentado el pie en la ciudad del Turia cuando un emisario de Sánchez Rodríguez me alcanzó en casa de Saturnino Barneto diciéndome que fuera urgentemente al Estado Mayor Central.

Me presenté al general Rojo, quien me dijo:

-Ha comenzado otro ataque enemigo sobre Teruel, de mucho empuje; debes salir mañana al mediodía para allí. Otra vez tendrás que hacerte cargo de aquello; ya te lo dirá Sarabia. -Y después de un momento de reflexión, agregó-: Se han adelantado a lo que preparábamos en Extremadura.

Vuelto a mi Estado Mayor, Sánchez Rodríguez me dijo:

-Ya conozco todo. Me lo ha contado Rojo.
-Pues vámonos para allá.

Consultamos la carta y decidí mover todo con destino a Puebla de Valverde (...).

A las 8 horas del 18 de febrero me acerqué al puesto de Galán. No le veía desde que me visitó en la sala de operaciones del Hospital Obrero de Madrid. Luego fue enviado al norte, como lo fue Nino Nanetti, caído en los combates de Vizcaya. Hablamos un rato y la cosa parecía fea. Por la derecha, en Santa Bárbara y el Muletón, era cuestión de poco tiempo. Salvo...

En el curso de los días 17 y 18 de febrero el enemigo consiguió apoderarse de las alturas dominantes en la margen izquierda del Alfambra. Prosiguiendo sus acciones avanzó en la dirección norte de Teruel, ocupando el Muletón, Santa Bárbara y saliendo al este y sudeste de Teruel.

-No tengo reservas, Modesto -me dijo Galán-. ¿Puedes prestarme algo?
-No tengo más que mi batallón especial -le contesté-. Ahora mismo lo pongo a tus órdenes.

(...) Era la primera vez que ponía el batallón especial del V Cuerpo a las órdenes de otro.

El batallón de Fernando y de Bascuñana, de Huertas, de Manuel del Valle, de Cándido, de Antonio Blanco, de Manuel López, de José Moreno y de centenares de héroes anónimos, restableció de momento la situación en el flanco derecho.

(...) Nuestros contraataques chocaron con los ataques reiterados del enemigo y limitaron sus éxitos. No obstante la superioridad enemiga, las unidades de la 46 y la 69 Brigada mantuvieron sólidamente en sus manos las alturas próximas a la carretera de Sagunto y garantizaron las comunicaciones de Teruel, aunque batidas por la artillería y, en ciertos tramos, por los fuegos de las ametralladoras del enemigo, evitando el cerco de la guarnición de la ciudad y la caía de nuestras posiciones en La Muela por su retaguardia.

(...) Marché nuevamente a Teruel (...). El día 22 había ordenado que una brigada de la 11 División avanzara hasta las proximidades de la ciudad, entre la carretera de Sagunto-Teruel y el río Turia, para hacer frente a cualquier eventualidad. Por la noche vimos que del este bajaban a la ciudad algunas fuerzas enemigas. Apreciamos la situación como un peligro inmediato de cerco si flaqueaban las fuerzas del interior de Teruel. Creyendo que el jefe de la 46 se encontraba en la ciudad, y así como el grueso de la unidad, y en la seguridad de que La Muela estaba guarnecida por la brigada de la 46 que mandaba el comandante Aparicio, decidí un ataque de noche sobre la plaza. Para realizar este ataque se organizaron dos columnas: a la derecha, una brigada de la 11 División estaría mandada personalmente por mí; a la izquierda, otra brigada de la 11 sería mandada personalmente por Líster. La hora de comenzar el ataque se fijó a las 0 horas 15 minutos del día 24.

A los 5 segundos, el jefe del Estado Mayor del V Cuerpo me llamó urgentemente al teléfno (Daniel González, jefe del Estado Mayor de la brigada que mandaba Leal, trajo el aviso). Tomé el teléfono y oí a Sánchez Rodríguez que decía:

-No comiences, porque "El Campesino" y la 46 están fuera, en un pueblecito más allá de Castralvo. He hablado personalmente con él y espera tus órdenes.
-¿Has avisado a Líster?
-Sí, ya se lo he dicho.
-Dile a Valentín que venga al Puesto de Mando del Cuerpo.

En vista de lo expuesto, suspendimos el contraataque proyectado. "El Campesino" nos había jugado una nueva mala pasada que, desgraciadamente, no sería la última. Evacuado Teruel sin orden ni necesidad, abandonada La Muela sin combate por el comandante Aparicio -hecho decisivo que originó el cerco de nuestras fuerzas, un cerco que era bien relativo- las líneas volvieron a formarse delante de mi puesto de mando en la Venta del Puente, donde permanecí hasta el día 29.


El hundimiento del este

El 10 de marzo recibí la orden de instalar mi puesto de mando en Sot de Ferrer. El día 11, de situarlo en Alcoriza. Había sido nombrado jefe de las reservas estratégicas del Ejército, con dependencia exclusiva y directa del Estado Mayor Central.

Aquellos movimientos y los siguientes los realicé todos acompañado de mi Estado Mayor y el Cuartel General y los servicios del V Cuerpo. Una sola unidad me acompañaba: el batallón especial, vivero de cuadros de mando para misiones más altas.

Lo que acabo de decir tenía una causa concreta: una ofensiva de amplios vuelos que se desencadenó el 9 de marzo al sur del Ebro, en el espacio comprendido entre la orilla derecha de dicho río y el Vivel del Río Martín (...).

El 14 de marzo me citó un ayudante de Rojo en Morella. Con el general estaba Cordón, que había sido quitado por Prieto de la jefatura del Estado Mayor del Ejército del Este. Estos días acompañaba a Rojo como jefe de Operaciones de su E.M.

Rojo me informó de las dimensiones de la catástrofe con una frase: "El Ejército del Este ha naufragado al sur del Ebro". Me anunció la llegada de las divisiones 11 y 15 y me dio instrucciones que terminó con las siguientes palabras: -La 45 vendrá a tu disposición. Ahora tienes la 11 y todas las fuerzas que se encuentran en ese frente al sur del río, más la que integran la Agrupación Reyes.

Ni él ni yo encontramos nunca a esa agrupación fantasma (...).

Lo sucedido entre el 9 y el 15 de marzo en el sur del Ebro era bien triste e indignante. El XII Cuerpo, comenzando por su jefe, desapareció del teatro de la lucha. Sólo núcleos de combatientes intentaron hacer frente y se batieron con el enemigo sin directivas del mando superior, por su propia iniciativa. En aquellas condiciones, el resultado de la lucha tenía que ser favorable al enemigo, máxime teniendo en cuenta su gran superioridad de fuerzas y material de guerra. En cuanto al XVIII Cuerpo, su jefe, el teniente coronel Heredia, siguió la misma conducta; no sin antes (cuando ya el enemigo avanzaba en todo el frente de ataque) desorganizar y dispersar la 35 división (...).

(...) El XII Cuerpo, pues, entregó al enemigo el territorio al sur del Ebro, desde su margen derecha hasta las proximidades de Montalbán. Cuando una masa de fuerzas como las que participaban en ese ataque (13 divisiones) recibe tal obsequio, se crea una situación crítica como la que estaba planteada. Para hacerla frente habíamos ido allí. Pero todo tiene un porqué.

Ese interrogante me lo hice al instalarme el 11 de abril en Alcoriza. Al principio no encontraba respuesta. Bien dice el refrán que la pasión quita el conocimiento. En este caso pasión era igual a indignación. De ahí que, al reflexionar, se me viniera a la mente todo lo que había visto al sur del Ebro en los meses de agosto-septiembre, que brevemente recojo en un solo aspecto antes, en el subcapítulo Un raid instructivo: la obra de los ensayistas libertarios. (...) En contraposición a la indigna conducta de los jefes del XII Cuerpo, el combate y el comportamiento de la 35 División, por la que pasaban en rotación todas las internacionales y que me acompañó en toda la guerra, desde Brunete hasta el Ebro, me llenaba de orgullo en este aciago mes de marzo. Y me sigue llenando hoy.

 

Transcripción para La Insignia: J.G.

 

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