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10 de junio del 2008

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Cultura

La burla responsable


Mario Roberto Morales
La Insignia. Costa Rica, junio del 2008.

 

Entre las pocas nociones que Cioran no demolió hasta vaciarlas de sentido, están España y los españoles. En una entrevista al respecto ofrece algunas claves para entender su insólita gracia, en especial cuando dice: "Los españoles practican fanáticamente la burla. Su propio orgullo, siempre acompañado de ironía, se vuelve contra ellos y, gracias a eso, no resulta insoportable (…) Uno no puede entenderse con los campesinos franceses o alemanes, por no hablar de los ingleses, pero en España, como sucede también en Rumania, el pueblo llano existe".

Esto lo dijo antes del despegue europeo de España y por eso creo que, aparte de que pueda aplicarse o no (y en qué medida) a la España actual, la visión que subyace en su aseveración nos concierne a muchos, y voy a explicar por qué.

La burla resulta insoportable cuando el burlón es incapaz de incluirse en la desconstrucción que profiere, como ocurre con los nacionalistas que se aferran "en serio" a los imaginarios patrios cuando comparan su país con otros y concluyen en que el suyo es mejor. Como se trata de actos de orgullo fallido, la endeblez que se evidencia en ellos exaspera a los interlocutores, sobre todo si éstos vienen de experiencias que les permiten reírse de su incapacidad para construir una nación de la que puedan sentirse genuinamente orgullosos. Es obvio que los nacionalismos se asientan siempre en intensos complejos de inferioridad. Tanto es así, que sus practicantes no pueden detenerse a considerar la más mínima ironía a la hora de hablar de sus virtudes nacionales. Esta tiesa solemnidad es la que Cioran no soporta en algunos europeos "desarrollados", y su ausencia le agrada en la llaneza popular española, la cual se autodesconstruye haciendo arder el orgullo nacional en las hogueras de la crítica y la autocrítica feroces. Al menos, antes del despegue de España.

Digo esto porque en dos semanas estaré de nuevo en Santiago de Compostela y porque ahora estoy en Costa Rica y porque antes de cruzar el charco pasando (uf) por Miami me detendré una semana en Guatemala. Y porque sé que un español tendrá mucho que decir (airadamente) acerca de lo que afirma Cioran y porque un costarricense me leerá con inseguro aire de superioridad y porque un guatemalteco (esgrimiendo alguna de esas "filosofías" de oenegé que han vuelto "políticamente correcto" al "pueblo") me va a reprochar, con usual pequeñez, que hable de mis viajes. En resumen, lo digo para exorcizar el enanismo localista que asfixia a cualquiera que haya padecido los nacionalismos y las mentalidades mezquinas que éstos producen, y sepa de dónde vienen.

La utilidad de este exorcismo radica en hacer recaer la responsabilidad de la propia autoestima no en "la nación" de la que uno procede (en mi caso, el pasaporte guatemalteco resulta, como habría dicho Roque Dalton, un agravante en cualquier aeropuerto), sino en la propia coherencia individual que, en el caso de un escritor, reside en responsabilizarse de sus palabras como cualquier ser humano honrado se responsabiliza de sus actos, aunque ambos lleven a cuestas la vistosa carga de una nacionalidad folclórica que despierta sospechas en todo el mundo, pues se la relaciona con ejércitos de desarrapados ilegales en busca del empleo que sus nacionalistas oligarquías les niegan cuando impiden la libre competencia y aplastan a los nuevos empresarios.

Ante esto, se perfilan oportunas y obligadas la burla y la ironía que Cioran valoraba en "el pueblo llano", o en lo que nos va quedando de él.


Heredia (Costa Rica), 1 de junio del 2008.

 

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