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1 de julio del 2008

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Cultura

El primer cliente de la tarde


Miriam Blasco
Publicado en La Insignia por cortesía de Tucán Club.

 

Aún es por la tarde y el cielo castellano está azul; hace calor, pero la temperatura empieza a ser un poco más agradable: es la hora en que la gente de los pueblos sale a dar una vuelta, a tomar algo, a pasear con los niños, una buena hora para dar un paseo por algún camino entre campos de cereal.

A esa hora ideal, si eres puta, tienes que encerrarte en un lugar oscuro, con luces tenues que semejan la noche. La mayoría de puticlubes tienen ventanas con cortinas pesadas; a veces, cuando llevas un rato de trabajo, las apartas con la mano para ver el exterior, más por si llega algún coche al aparcamiento que por ver el paisaje, y la luz hiere tus ojos. En los meses de invierno no te das cuenta del detalle. No echas de menos el paseo por las calles de algún lugar bonito; al fin y al cabo, fuera suele hacer frio y dentro se está calentita. Pero en verano, la cosa cambia; te encantaría estar disfrutando, paseando con tu novio, tomando algo en una terraza. Sin embargo, el día de una puta se convierte en ese momento en noche. ¿Cuánto hace que no disfruto de una puesta de sol? Ni lo se.

En estas fechas, a primera hora no suele haber clientes. Están con la familia, con sus quehaceres, llegando a sus casas, tomando una ducha después de la jornada laboral, así que te aburres como una ostra en el club. Algunas chicas hablan en los taburetes o en los sofás, otras toman consumiciones con alcohol -en general tenemos derecho a dos o tres diarias-, no son pocas las que se manifiestan incapaces de empezar a trabajar sin un par de copas e incluso hay quien se mete se mete su dosis correspondiente de cocaína. Para trabajar en esto hace falta cuajo y cada una, cuando no lo tiene de natural, lo busca donde puede. Siempre hay una o dos que comienzan la jornada dejándose un buen dinero en las tragaperras. Los dueños de los clubes saben de sobra que los clientes no van a un burdel a jugar con las máquinas, pero siempre hay chicas que están enganchadisimas a ellas.

Otras nos dedicamos a observar desde algún rincón en la penumbra. Ves a cada chica y con el tiempo crees que puedes intuir cosas de sus pasados, del porqué están en la putería. Qué va. La realidad puede superar a la ficción cuando intimas un poco con ellas y te cuentan sus vidas.

Hay una brasileira a quien la casaron a los 15 años con un terrateniente. El terrateniente tenía tantísima tierra que necesitaba una avioneta para desplazarse por ellas y vigilar el ganado. Le hizo dos hijos y cuando ella tenía veinte años la abandonó y la echó de la hacienda con los niños. La abandonó por otra de quince, con él en los setenta cumplidos. La chica trabaja en esto porque él pasa poco para sus hijos y para ella nada; tiene diez hijos así, se los hizo a niñas entre quince y veinte años, a las que siempre abandonó por otras más jovenes. Supongo que en su país, en ciertas zonas, no tienen conciencia de que ese individuo no es más que un pederasta; y que muchos padres, quizás animados por sacar a sus hijas de la misería, consienten esos matrimonios. No lo sé. Tampoco pude profundizar mucho más.

Otra brasileña, la pobre creo que nació puta y tonta, está enmacarrada de un idiota hasta las cejas y va para mayor. Permitió que le hiciesen hijos todos los hombres que pasaron por su vida para después pagarse ella misma el aborto, a veces de formas muy alejadas de la cirugía convencional. Con veintinueve años no tiene útero ni oficio ni beneficio. Para ella no tiene importancia alguna follar con quién sea, le da igual con quién, da la sensación de que haciéndolo ni siente placer ni sufre, algo así como quien caga, ella misma dice que follar es como cagar, pero cobrando. Si le preguntas por qué está con su novio/macarra, su respuesta es que ése sí que folla bien. Supongo que de un modo u otro la satisface.

Hay una colombiana que llora cada vez que está con un cliente, piensa en sus hijos y llora, lo disimula gimoteando exageradamente. No se qué guerrilla mató a sus padres y a su marido; trabajaban en el campo unas fincas que hoy son de su propiedad, aparecieron muertos y el resto de la familia no quiso saber nada de ella ni de sus hijos. Cuando éstos empezaron a llorar "de puritita hambre" se plantó en un club y dijo que quería trabajar allí, se fue enterando y aprendiendo y ahora es una de las que más trabajan y mejor se lo hacen entre los clientes. Algunos entran en el club y preguntan directamente por ella. Profesional a tope y muy cumplida con los hombres, pero eso sí, llorando con cada uno de ellos. Por las tardes permanece encerrada en su habitación, menos los domingos que sale a pasear por el campo conmigo, estudia fotografía por correspondencia y lo cierto es que hace muy buenas fotos. Su sueño es montar un estudio fotográfico en Medellín, su ciudad. No aspira a ser famosa ni nada de eso; sólo quiere retratar niños, bebés a ser posible. Cree que es la única epoca retratable del ser humano, después "no hay más que maldad, mija".

Una ecuatoriana comenzó puteando cuando era niña, sin saberlo. Un tío suyo le daba golosinas para que le chupase la polla y para ella era como un juego hasta el día en que su padre los sorprendió y le descerrajó dos tiros con una escopeta a su tío. Ese día se enteró de que aquello de chupar una polla era muy malo, pecado y sabe dios que cosas más, tenía ocho años, un padre en la cárcel, una madre que no podía más y ocho hermanos. En su pueblo. En una remota aldea de algún lugar de Ecuador quedó marcada para los restos, hasta los niños de su escuela la llamaban puta y para hacerla sufrir le ofrecian golosinas a cambio de favores sexuales. Sus hermanos se referian a ella como "la puta de mi hermana" o "mi hermana, la puta". Un buen día le robó un dinero a la familia y se fue a Quito a buscar trabajo. Harta de ser explotada por sueldos de miseria conoció a una señora que le ofreció trabajo como puta y lo aceptó, terminó en este puticlub con toda su belleza y demasiada rabia en el corazón, rabia que sólo sale cuando bebe de más, menos mal que sólo sale en forma de llanto. Llora como esos borrachos solitarios, con su cubata en la mano y en un oscuro rincón del club. Todas sabemos que está allí llorando y borracha y nadie se acerca. A veces, algún cliente despistado le va a decir algo y luego va a quejarse al hortera del dueño: "oye, aquella chica me ha llamado maricón". El dueño se encoge de hombros, "pasa de ella, estará con la regla, ya sabes" y le guiña un ojo; enseguida nos busca a alguna de nosotras con la mirada para que le saquemos las castañas del fuego y no falta quien le diga algo agradable al cliente y la disculpe. No por ayudar al dueño. Supongo que las que conocemos la historia de esta chica lo hacemos más por ella.

Hay otra colombiana que llevaba una vida muy normal, con dos hijos y su marido. Un buen día apareció un ejecutivo japonés en su país y se enamoró de él. El "chino" como ella lo llama, la llevó a Tokio y le puso un apartamento en una de las mejores zonas de la ciudad, pero verlo era un problema y todo eran excusas que, con el tiempo, se demostraron falsas: "por aquí no vamos, no es buen sitio", "a tal restaurante no podemos ir, no dejan entrar a occidentales". Lo cierto era que el japo estaba casado y era un importante hombre de negocios en la ciudad. Le montó un cristo de padre y señor mio, mandó a unos gorilas que la pusieron de patitas en la calle en mitad de Tokio y ella, sin saber a dónde ir ni hablar el idioma ni posibilidad de regresar a su país, terminó mendigando por la calle. Un buen día se encontro con una compatriota que trabajaba de puta en Japón y la ayudó. Le explicó en que consistía el trabajo y ella, ante la falta de recursos, terminó ejerciendo y ganándose su dinero; hoy no lo cambiaría por otro, que además, como suele decir, ni sabe realizar ni tiene ganas de aprender. Es una buena puta pero un poco tonta. Lo mismo que le ocurrió con el japonés le pasó no hace mucho con un portugués, solo que a este último lo descubrió más rapido y lo mandó al diablo. A veces le da por beber y no para de repetirse así misma que es puta. Aunque no beba, si te encuentra por los pasillos del club o en cualquier otro lugar, su saludo suele ser: "hola puta" o "buenos dias puta" y similares.

Hay dos africanas, una es muy simpatica, de Guinea Ecuatorial; me contó una historia muy rocambolesca que ni sé si es cierta, parece ser que a un presidente de su país, para borrar la herencia que habíamos dejado los españoles, no se le ocurrió mejor idea que llenarlo de colonias de chinos (en algunos discursos manifestaba que era mejor hablar chino que español y cosas así). Con el tiempo, según ella, ciertas gentes desarrollaron aprecio por los chinos, dadas las virtudes que de ellos contaba el político; total, que su padre, muy patriota, la terminó casando con uno. Al parecer, el chino no follaba; sólo hacía algún tipo de arte marcial y se pasaba el día meditando y haciendo ejercicios "raros". Tampoco trabajaba, vivía de lo que sacaba la familia de ella, que además lo mantenía porque creían que el chino era un gran sabio, incluso que tenía poderes ocultos. Un buen día ella fue al médico (una doctora de esas "sin fronteras") y encontró revistas inglesas que hablaban de otras formas de vida más normales. Se enteró de que estar viviendo con un chino vago y medio majareta no era lo mejor del mundo, así que a escondidas de toda su familia fue juntando algo de dinero y se plantó en España con una amiga. Pensaba que su amiga trabajaba en una gran fabrica pero se encontró con que era puta. Ante la perspectiva de que no había fabrica donde trabajar y que lo de puta, según su amiga, no parecía ser tan duro, optó por esto último. Ahora no puede volver a su país porque su padre la mataría por deshonrarlo, y tampoco se puede casar en España para arreglar papeles porque sigue casada con un chino que ni sabe donde está. Así que consiguió que un cliente la tenga asegurada en su empresa pagando ella la seguridad social. Con eso va tirando.

La otra africana es bruja, cobra por dos lados, de los clientes y de las chicas, además de ser muy practica y rara. Menos la baraja, te echa de todo. Lee tu futuro en hierbas, bellotas, restos de comida, granos de trigo, piedras e incluso con un tenedor. La chica que quiera saber su futuro sólo tiene que coger un tenedor por un lado, ella lo coge por otro y te suelta lo que te espera a cambio de veinte euros por adelantado. Un día, dos brasileiras le dieron una paliza porque no había acertado que el novio de una le iba a robar dos mil euros que tenía en un sobre. La africana no paraba de gritar que le pegase a su novio y la brasileira robada replicaba que si ella la hubiese advertido, habría guardado mejor el dinero y no habría perdido dinero y novio a la vez. Creo que soy la única a la que no le leyó el futuro. Un día me preguntó por qué y yo le dije que mi futuro era interesantísimo pero muy íntimo, a pesar de lo cual estaba dispuesta a compartirlo si los veinte euros me los daba ella. Entendí que me enviaba a la mierda o algo por el estilo en su lengua. Después, la otra africana y una brasileña me dijeron que me estaba haciendo vudú y que eso era malisimo para mí. De momento no me duele nada ni trabajo peor. Al parecer también hace eso; si alguna le paga, le hace vudú a otras o consigue que trabajes mejor. A algunas, sobre todo brasileiras, las amenaza con maleficios varios y lo gracioso es que la temen. Yo también la temo, pero porque creo que está como un cencerro. Cualquier día puede hacer algo malo, no por la brujería, sino por simple maldad. Está ida de la cabeza y a lo mejor le da por hacer un sacrificio de sangre o cualquier otro disparate. Espero que en sus rituales haga falta la sangre de una virgen. Al menos, cerca no tendrá a ninguna.

Me quedo mirando a una brasileira que no conozco. Parece muy suelta y trata de ser glamurosa; lleva un vestido chaqueta de esos de ejecutiva, una especie de traje de mil rayas, elegante pero barato, de los que nos venden en los puticlubs; sin camisa, por supuesto. La falda no es ni mini, sólo es un cinturón ancho, y en los pies lleva unas sandalias de plataforma. Me gusta su estilo en ese momento, pero no se nada de ella, tampoco de otras muchas, claro, no hablas ni intimas con todas. Me la quedo mirando mientras ella habla con el camarero; tiene un culo bonito y parece divertirse con la conversación que mantienen. ¿Cual será su pasado? En el club parece que todas lo pasamos bien; pero detrás de no pocas hay grandes dramas y fatalidades. ¿Qué habrá detrás de ella? Trato de intuirlo pero sus gestos, su risa, todo, me descoloca.

No hago mucho más caso, no entra ningún cliente al club, suena un vallenato y pienso qué demonios estoy haciendo aquí, en medio de la reseca Castilla, cuando podría estar divinamente en la playa de mi pueblo, contemplando las casitas y los edificios que cuelgan monte abajo hasta el puerto. Me acerco a una de las ventanas y aparto ligeramente la cortina. La luz hiere con fuerza mis ojos, que tengo que cerrar un par de segundos. Un coche está aparcando delante del club. No logro ver quién ni cómo es el ocupante, sólo que es uno solo. Un solo hombre para demasiadas chicas aburridas y todas deseando hacer su primer cliente.


Miram Blasco, ex prostituta, dirige los blogs Tucán Club y Era puta (y eso no quiere decir que ahora sea una santa)

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