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26 de febrero del 2008

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Alterglobalización

Cosas de Nokia:
Productividad horaria y productividad absoluta


José Luis López Bulla
Metiendo Bulla / La Insignia. España, febrero del 2008.

 

Nokia decidió hace pocas semanas deslocalizar la producción que hacía en Alemania a Rumanía, aunque la productividad alemana es casi cinco veces mayor que la rumana: unos cincuenta dólares por hora frente a los doce rumanos. ¿Contradicciones, paradojas?

Al pan pan y al vino vino: el objetivo del capital no es la productividad en sí, sino el aumento del beneficio. ¿Que esto es cinco duros de ideología? Anda ya... De hecho, la productividad no es otra cosa que el valor monetario producido a la hora por trabajador, aunque disfrazado de algoritmos para no infundir sospechas. El beneficio -la diferencia entre todos los costes de producción, incluido el salario de los trabajadores- es lo que realmente cuenta. Primera conclusión: Nokia traslada la producción porque en Rumanía tendrán unos beneficios más altos, ya que en ese país los salarios son 4 euros frente a los 28 alemanes. Así compensa la menor productividad horaria. Segunda conclusión: a la empresa lo que le importa verdaderamente no es la productividad horaria del trabajador sino la relación entre el salario y el valor del trabajo globalmente considerado.

Ahora bien, parafraseando al Barbudo de Tréveris, existen dos tipos de productividad: la horaria y la absoluta. La productividad absoluta se deriva de la amplitud de la jornada laboral real; la productividad horaria depende de dos factores: los ritmos y la fuerza productiva del trabajo. El incremento de la productividad absoluta es más fácil de conseguir; la otra exige elevadas inversiones en investigación y desarrollo, que se traducen en procesos laborales más eficientes y también en mejores productos más innovados. Esta exigencia de mayores inversiones es lo que, de manera no irrelevante, explica la preferencia casi general del empresariado en optar por la primera productividad. Naturalmente, comoquiera que está mal visto mantener la rudeza berroqueña de optar por los bajos salarios, el empresariado utiliza la sintaxis líquida: modernización, inversiones y todos los blablablaes habidos y por haber.

Y algo más: cuando oyen hablar del Barbudo de Tréveris, los empresarios berroqueños afirman: ideología, caca de la vaca. Y sus intelectuales líquidamente berroqueños dirían: Marx es una antigualla. Bien, esa es su tarea. Pero ¿cuál es la tarea de la izquierda? Pregunta retórica, desde luego.

 

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