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20 de febrero del 2008

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Cultura

Puesta en escena


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, febrero del 2008.

 

En las reflexiones iniciales de su libro La sociedad del espectáculo, Guy Debord indica que "el espectáculo no es una colección de imágenes, sino una relación social entre personas, mediada por imágenes". Se trata de una definición dinámica del espectáculo, no de un concepto estático que se agotaría en la descripción de los aspectos exteriores del fenómeno, por ejemplo, "una colección de imágenes". En otras palabras, el fenómeno está definido en su movimiento y según las funciones que cumple como hecho social que es.

Así opera la lógica dialéctica; define los fenómenos en sus relaciones. El espectáculo, pues, al igual que el capital y el mercado, es una relación social. Si es social, es una relación entre personas, no entre objetos. Por su mismo carácter, una definición dialéctica necesita elucidar el tipo de relación social que define al fenómeno en cuestión, pues de lo contrario se estancaría en el señalamiento estático de su rasgo: que es relacional y punto. Y una definición así no explicaría nada ni tendría utilidad alguna para el conocimiento.

El capital no es, entonces, sólo dinero acumulado. Es una relación social en tanto que constituye un criterio mediante el cual los seres humanos se definen unos a otros en los innumerables actos cotidianos mediados por el dinero. Lo mismo ocurre con el mercado: no es sólo un lugar de intercambio de bienes y servicios por dinero, sino que, en su calidad de relación social, es un elemento ideológico mediante el cual las personas se relacionan entre sí social y hasta moralmente, como ocurre con las iglesias fundamentalistas que funcionan como empresas corporativas al cohesionar a sus clientelas llamadas feligresías, o con los matrimonios de conveniencia, o con los afanes de superación basados en la necesidad de tener más para "ser" más.

El espectáculo es una relación social mediada por imágenes en tanto que es un fenómeno por medio del cual el poder económico y político dominante mantiene cohesionadas a sus masas en torno a imágenes que se ofrecen a las personas en calidad de ilusorias realidades deseables, buenas, divertidas, bellas y entretenidas.

El espectáculo tiene un tiempo social ficticio en el cual se desarrolla. Por ejemplo, el tiempo fílmico. Cuando terminamos de verlo, volvemos al tiempo social real. ¿Pero qué pasa cuando salimos de un espectáculo para entrar a otro, infinitamente, como cuando salimos del teatro y vemos anuncios de una campaña política, nos metemos al auto y por la radio escuchamos un sermón de salvación seguido de anuncios de mercancías diversas? Pues ocurre que nunca salimos del espectáculo, así como nunca salimos del mercado y mucho menos de la determinación del capital.

No basta entonces decir que tanto el espectáculo como el capital y el mercado son relaciones sociales. Hay que elucidar también qué tipo de relaciones sociales son las que estos fenómenos hacen posibles, para qué, con qué fines y para el beneficio de quiénes. Si hacemos esto, habremos construido la definición dialéctica de un hecho social; la cual es explicativa de sus causas, relaciones, contradicciones y consecuencias.

Faltaría establecer cuál es nuestro papel en estas relaciones sociales, hasta qué punto son voluntarias y concientes y hasta dónde resultan de una manipulación de esa otra relación social que es el poder. A menos que no nos interese comprender la naturaleza exacta de las relaciones que nos hacen vivir y morir como actores de una espectacular puesta en escena.

 

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