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27 de septiembre del 2007

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España, 1936-1939

España como excusa


Manuel Azaña
Presidente de la República.

 

6 de octubre de 1937

El domingo me dejó Giral la copia de un escrito, que no he leído hasta hoy porque se me quedó revuelto con otros papeles. Es una carta larguísima dirigida al secretario de Mussolini por el monárquico-falangista desengañado que ya había tenido alguna relación con Ossorio.

El documento es curioso, más que por las noticias que contiene, mejor o peor sabidas, por el estado de espíritu que revela. Desengañado porque a la Falange no le hacen el caso que a su juicio merece, se duele del estrago que sufre España, protesta contra la invasión extranjera, descubre que Franco es tonto y ambicioso, comprueba que lo del bolchevismo de Valencia es una filfa, anhela la paz y se le ocurre que Mussolini se el pacificador de España. Para asegurar el dominio del Mediterráneo y dar jaque a Inglaterra, cuya preponderancia es incompatible con la grandeza de España... Los "viejos políticos" se han apoderado de Salamanca y de Burgos: esto decorazona a los falangistas: Gil Robles es el culpable de esta guerra atroz, etcétera.

Lo que me llama la atención de este documento no es el desbaratado confusionismo de quien lo piensa, sin la mezcla repulsiva de la sensiblería y ternura patrióticas con la acción sanguinaria. El autor no habrá matado a nadie, pero no ignora que los suyos han sacrificado cruelmente a millones de sus compatriotas. Incluso se envanece de que la Falange ganó la guerra de guerrillas (atentados personales) contra el régimen, y después ha aportado más fuerzas que nadie a la guerra civil franca.

Si el estrago del país los aflige, ¿tenían más que no haber comenzado la guerra? Si Franco les parece incapaz, ¿tenían más que no haberle secundado? Si la invasión extranjera los humilla, ¿tenían más que no haberla solicitado ni consentido? El nombre de España, la salvación de la patria, la "grandeza imperial"... (¡ah, la grandeza imperial! El concurso para proveer la plaza de emperador ha quedado desierto...) les sirvió para cohonestar la rebelión y sus crueldades. Cualquier persona de buen juicio podía prever lo que ahora ocurre. El nombre de España, la salvación del país, etcétera, les sirve también (en este escrito) para cohonestar el fracaso, el desengaño. Empleados a tiempo, una sensibilidad menos lacrimosa y un discernimiento menos pueril, o menos senil, habría impedido que muriese medio millón de españoles para satisfacer "el orgullo y la ambición de una familia".

Los anarquistas han matado también a mucha gente (menos que los "autoritarios", sin duda; pero tan criminales son los unos como los otros); pero declaran y confiesan que lo hacen por odio de clase y no sé de ningún anarquista que haya querido justificar el derramamiento de sangre invocando el nombre de España. En el fondo, se percibe que al autor del escrito (y habla por muchos) le amarga, le enloquece, que si la rebelión triunfa, mandarán otra vez en España Gil Robles, Ventosa, el señor Chapaprieta... El resultado no vale la pena. Cierto. ¿Podían esperar otro?

Cuando se hablaba del fascismo en España, mi opinión era ésta: hay o puede haber en España todos los fascistas que se quiera. Pero un régimen fascista, no lo habrá. Si triunfara un movimiento de fuerza contra la República, recaeríamos en una dictadura militar y eclesiástica de tipo español tradicional. Por muchas consignas que traduzcan y muchos motes que se pongan. Sables, casullas, desfiles militares y homenajes a la Virgen del Pilar. Por ese lado, el país no da otra cosa. Ya lo están viendo. Tarde. Y con difícil compostura (...)

 

Transcripción para La Insignia: C.B.

 

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