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15 de septiembre del 2007

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Cultura

Juego de manos


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, septiembre del 2007.

 

Carlos se había preguntado por qué estaban mirando aquella vieja película de Carol Reed (El tercer hombre). La televisión volvía líneas lumínicas los rayones del celuloide, Carlos anudaba las manos, su sonrisa no estaba donde siempre, miraba a Laura de vez en cuando, volvía la cara unos centímetros y giraba sus ojos casi (pensaba) 160 grados en panorámica ciega y luego en zoom-freeze (congelado por la falta de acercamiento), podía resbalar su mirada piernas abajo-de-ella, pies-a-lo-largo, línea perpendicular, línea horizontal, efecto de anguloso, de gran mirón (peeping-tom, como la cámara), sin su bolsita de ansiolíticos Diazebrum, oom, zoom, zoo, zo, z…

/Están sentados muy juntos, el televisor no se mira, solamente su luz se refleja sobre el rostro de ambos, ella atenta a los movimientos de él y a la película, Harry desaparece de la vista de su amigo, las calles están desiertas, reflectores inverosímiles han de alumbrar esos muros altísimos -¿cómo hizo Reed para desocupar áreas tan grandes de la ciudad?-, cursi diría Elio Petri, aunque tal vez él admire a Reed y yo (piensa) me las esté llevando de muy shot-oriented aunque todavía sea un literary-oriented moviegoer, un homo literarius. /¡Ultralite! (corte comercial, suspiran ambos, se miran, se sonríen) /Carlos aprovecha para tomarla de la mano, lanza violentamente su ídem, hacia la rodilla de ella, y en eso, el tema musical de El tercer hombre comienza a desgajarse entre unas cuerdas de mandolina, vuelven a verse las luces sobre los muros negros y de pronto puede escucharse un ruido fuerte de agua-que-cae; todos están dentro de un sistema subterráneo (por supuesto) de alcantarillas, entonces la detiene (mano), pero la inercia… /Y los dedos llegan irremediablemente a su destino, quiere quitarlos, parece que una fuerza superior los mantuviera allí pegados, los irá retirando poco a poco (piensa), es mejor porque ella creerá que todo se trató de una caricia intencionalmente fugaz y despreocupada, pero, ni lenta ni perezosa, ella pone su mano sobre la de él, se la hace tortilla contra su rodilla, le da calor, comienza a calentarse, la hace sándwich de mano entre su rodilla y su mano /meté mano, cuate (piensa) /que coman caca los literatos, piensa.

/Inmediatamente después de la sensación de estulticia (oh) se ha logrado crear, a través de la fusión contrastante de líneas oblicuas expresivamente suaves (en líneas se van convirtiendo poco a poco las manos de ambos) y el close-up de la rodilla huesudita y blanca de ella, un clima de calor humano, de comunicación humana; ahora ambos están relajados, sus cuerpos -cercanos como han estado siempre- ya no dan la impresión de hallarse lejos el uno del otro, ahora ellos se miran tranquilos, como si ese hecho, ese close-up (sus manos juntas indicando un prejuicio burgués superado por la decisión de la indecisión potenciada por Reed y una casa comercial de mierda, ese hecho, decía), fuese aquél requisito indispensable para la quietud de dos almas, de dos cuerpos que, por un close-up (quise decir momento, instante), se volvían simples manos, manos como La catedral (de Rodin). /Miran realmente la película /la están viendo, continúan viéndola /qué bruto: Petri no tiene nada que ver con todo esto.

/El tema musical de El tercer hombre suena ya monótono, no por error de Reed, más bien por el sudor de manos, por el calor que el panty-hose de Laura irradia sobre la mano de Carlos; otra vez la inmovilidad, las manos están tiesas ahora, no tienen soltura, amor, son manos. Voy a poner mi mano sobre la de ella, piensa, sabe que aún le queda otra, se la pone, en ese preciso instante las manos se levantan por su ocurrencia de traerse la mano de ella hacia su pecho, lo hace, lo esta haciendo, y la mano de ella está horriblemente fácil, dócil /y ahí va (otra ocurrencia instantánea) otra hermosa casualidad dialéctica, la mano de ella hacia la erección de él, qué hago ahora, cómo se la quito de ahí, piensa, cómo sin que parezca mariconada, la condenada ni se mueve, está sintiendo la palpitación de mis huevos en la palma de su mano y no se mueve, va a venir la vieja y con el ruido del televisor no vamos a oír sus pasos. Está conmigo piensa. Hace como que no sabe en qué lugar ha puesto su mano pero lo sabe, tiene los ojos fijos en el televisor porque en este momento no mira, más bien palpa y siente. Debajo de la blusa pueden imaginarse fácilmente sus senos, su cuello blanco emerge hasta sus ojos, pasa por la boca y la nariz larga que apunta hacia el televisor permitiendo (si se desea) una panorámica completa hasta las escenas de El tercer hombre. Sucede sin embargo que las manos no se mueven. Han permanecido contrarias e inmóviles pero el tiempo las ha hecho sudar y entiesarse (manos). Si pongo ese periódico encima y la vieja viene, no se dará cuenta de nada, piensa Carlos. Se ve que su mano arruga el papel con fotografías y lo atrae hacia sí, van a hacer como que leen, ella, ni lenta ni perezosa, toma el periódico por una orilla y él por la otra.

/Ninguno de los dos sabe que la vieja los está espiando a través de la ventana de su cuarto; tiene una cortina de tela muy fina, la luz está apagada adentro, en fin, es prácticamente imposible que se hayan percatado de su presencia, continúan haciendo como que ven el periódico, aunque a veces ella mira la pantalla del televisor para no presentir los ojos de su madre por la casa. Ha vuelto de nuevo (aunque ahora sólo presentida) la flexibilidad, la vida en las manos de ambos. Carlos las aprieta… le da un beso en la mejilla a Laura. Nada de lo anterior puede verse sino a través de los ojos de ambos. Carlos mira entonces hacia abajo y contempla un nido, un nudo en el que palpita todo el universo (piensa él). Si viniera la vieja sólo botamos el periódico, piensa. La música del film se escucha a ratos, va siguiendo imágenes que evocan el pasado del tiempo fílmico en que el tema hacía valer a los personajes, cuando sus manos (Carlos-Laura) permanecían aún inéditas. /Pan-parán-parán… parán… Pan-parán-parán-parán… etc., etc., etc. El recuerdo o flash-back de una rueda de Chicago (me cago, piensa Carlos) lo hace sentir mayor vértigo. Ella no puede sentir ese vértigo a través de su mano, piensa, pero es imposible ponerle la otra mañosa allá donde te cuento. A todo esto la vieja, que los ha estado dejando estar para que no haya equívocos, ya no aguanta. Va a venir (piensan) y con el ruido del televisor no vamos a oír sus pasos.

/Aparece la vieja en el umbral de la puerta, parece más alta de lo que realmente es porque indudablemente Carlos se siente un ratón -sos un ratón, Carlos- y su erección está ahora escondida como una tortuga, se pone de pie pero aún te sentís ratón, Carlos, la vieja es enorme, está en contrapicado, no dice una sola palabra (que se fijen que hay ventanas, que la moral, que lo que le he enseñado a mi hija, que, que, que). /Ahora la cara de la muchacha (en un instantáneo cross-cut) baja los ojos, Carlos ve hacia el televisor sin saber qué hacer y mira que la muchacha ve que la novia de Harry viene caminando por una alameda otoñal hacia la cámara, el amigo de Harry está esperándola, prende un cigarrillo. Hace un rato, cuando Laura le había dado un apretoncito con su mano, había visto -flash-back- que Harry estaba moribundo agarrado de una escalerilla sin poder salir a la calle /superficie, estaba metido par siempre en la cloaca, en el sistema de alcantarillado, sus dedos trataron antes infructuosamente de abrir la enorme puerta de hierro y luego había sonado un disparo por los ámbitos del subterráneo. La muchacha viene del entierro de Harry -secuencia muy corta- y pasa de largo sin voltear a ver al cuate, no se sabe si él la sigue o no porque la pantalla, o mejor dicho, las imágenes, se ennegrecen en un estupendo fade-out. Después aparecerá un comercial gritado. La vieja me insultará y yo la voy a oír en silencio para largarme a escribir todo esto, pensaría Carlos si fuera yo; sin embargo debería suceder que él la insultará a ella y apagará con violencia el televisor -inter-cut rapidísimo de la muchacha-, en cuyo caso yo me debatiría muchísimo tratando de hallarle un final adecuado a esto/


Guatemala, noviembre de 1973.

 

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