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19 de octubre del 2007

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Internacional

Algo se mueve en Francia


Javier López (*)
Madrid Sindical / La Insignia. Francia, octubre del 2007.

 

La Confederación General de Trabajadores de Île de France es la organización sindical mayoritaria en la región de París (unos 12 millones de habitantes). Esta semana ha celebrado su Congreso y CCOO de Madrid hemos sido invitados a participar, teniendo en cuenta que CGT-Francia y CCOO hemos mantenido históricamente unas excelentes relaciones. Junto a sindicatos procedentes de Atenas, Bruselas, Lisboa, Roma, Berlín o Londres hemos podido conocer de primera mano qué está pasando en Francia y cuáles son los motivos que justifican la convocatoria de una huelga en los transportes públicos este mismo miércoles, que ha sido secundada muy mayoritariamente y que supone la primera prueba de fuego para el presidente Sarkozy, que termina así el periodo de gracia tras su elección.

Sarkozy llegó al poder desde la combinación de atractivos mensajes de seguridad, reformas económicas y sociales, modernización y flexibilidad, como recetas para mantener a Francia como motor de la Unión Europea junto a Alemania. El mensaje caló en la sociedad y Sarkozy ganó las elecciones presidenciales.

Pocos meses después el presidente concreta las reformas a realizar en el recorte de derechos de jubilación de los trabajadores que pertenecen a regímenes especiales de la Seguridad Social francesa. Dicho de otra manera, los empleados públicos del transporte, de la energía, de la banca francesa, notarías, correos, France Telecom o la televisión pública, verán recortado su derecho a jubilación anticipada y, para obtener una pensión completa, deberán contar con más de 40 años de cotización, al tiempo que los jubilados actuales verán crecer su pensión al ritmo de la subida de precios.

Sarkozy ha apostado por una equiparación a la baja, en lugar de buscar una equiparación a medio plazo sin vulnerar derechos adquiridos. El éxito de la huelga estaba cantado porque, en un país centralista y profundamente estatalista como Francia, una reforma como la planteada suscita el rechazo de los numerosos trabajadores del sector público, cuyos sindicatos se han apiñado en torno a la CGT francesa.

Sin embargo, la CGT sabe perfectamente que la batalla va a ser larga, difícil y que esta victoria está plagada de incertidumbres a las que habrá que responder con inteligencia.

Para empezar, Sarkozy ha asumido la táctica de la banalización de la huelga con el método de dar por descontado que iba a ser un éxito, lo cual producirá notables molestias al resto de trabajadores que tenían que ir a trabajar. Para continuar, ha sabido enfrentar a trabajadores del sector público con los del sector privado. A fin de cuentas se iguala a todos los trabajadores ante la pensión. Eso sí, a la baja. Además, Sarkozy sigue prometiendo diálogo, diálogo y más diálogo, aunque por el momento sólo presenta iniciativas sin negociación y sin consenso con los afectados. A fin de cuentas no cesa de afirmar: "yo he sido elegido para cambiar Francia" o "hay reformas que cada uno sabe que hay que poner en marcha. Nosotros vamos a hacerlas tranquilamente pero con fuerza".

Ha conseguido así que Francia se parta en dos incluso en los sondeos. Mientras para el diario gratuito Metro de Francia el 61 por ciento de los franceses es contrario a la huelga, el sondeo publicado por BMF dice que el 52 por ciento juzga injustificada la huelga y el diario L'Humanité publica el sondeo del Instituto CSA, según el cual el 54 por ciento de los franceses es favorable a la jornada de huelga. De paso, a costa de las molestias de la huelga, Sarkozy justifica su nueva ley sobre servicios mínimos que entrará en vigor el 1 de enero. ¿Qué tendrá en común la derecha que parece querer vencer siempre a costa de dividir? Eso sí, una mayoría de franceses coincide en la necesidad de acometer reformas. Otra cosa es que consideren que las de Sarkozy son las necesarias o si su manera de llevarlas adelante es la más adecuada. Por eso, los sindicatos franceses y la CGT como sindicato mayoritario saben que unir lo diverso es clave para conseguir que las reformas permitan combinar flexibilidad y seguridad o, lo que es lo mismo, que la flexibilidad no consista en precarizar el empleo y la seguridad; no consista sólo en asegurar los altos beneficios empresariales.

En Francia, se habla de huelga pero también del escándalo Gautier-Sauvagnac, presidente de la todopoderosa patronal UIMM (Unión de Industrias y oficios de la Metalurgia), que ha destapado entre otras irregularidades la utilización de fondos para "hacer fluir las relaciones sociales". Dicho de otra manera, para pagar a sindicatos afines a la patronal manteniendo un fondo "antihuelga" o, se insinúa, que para pagar organizaciones territoriales menos afines a la actual dirección de Medef (patronal francesa de la que UIMM forma parte), poniendo así "una piedra en el jardín de Medef". La presidenta de Medef, Laurence Parisot, ha reclamado inmediatamente transparencia y claridad en las cuentas de sus empresas afiliadas. Si hay que hacer sacrificios, estos señores no son, desde luego, el mejor ejemplo a seguir y, tal vez, convendría empezar por ellos para afrontar reformas.

Bernard Thibault, secretario General de CGT, tiene por delante mucho trabajo para unir voluntades de los trabajadores para forzar una negociación real sobre las reformas que Sarkozy ha anunciado, porque tras los servicios mínimos y los regímenes especiales el presidente ya ha anunciado la reforma de las pensiones, del mercado de trabajo, de la Función Pública, de la financiación de los sindicatos, de la representatividad sindical y otras cuantas.

Tras el éxito de la huelga, desde CCOO de Madrid les deseamos a los compañeros franceses buen trabajo y mucha inteligencia para que ganar la batalla de la movilización vaya acompañado de la victoria de las ideas, de la capacidad de negociación y propuesta, y de las reformas fruto del acuerdo, el diálogo y la concertación, y no de la imposición de nadie, por más presidente que sea.


(*) Javier López es secretario general de Comisiones Obreras de Madrid.

 

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