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10 de octubre del 2007

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Cultura

Lo que sea su cariño


Marisol García
La Insignia. Chile, octubre del 2007.

 

Rubén Blades dijo una vez que estaba dispuesto a poner su disco en internet, pero que nadie iba a querer pagarlo. Se equivocó: el grupo inglés Radiohead está ensayando desde esta semana el mismo sistema y nadie ha pretendido llevarse su música gratis. In rainbows puede bajarse desde radiohead.com "por lo que quieras". Cuando se pincha el carro de compra se nos insiste: "En serio, paga lo que quieras". Hasta ahora, el promedio de pago por álbum ha sido equivalente a los seis mil pesos chilenos.

El Titanic de la industria del disco no necesitaba de más agua para activar la alarma de escape, pero este forado en la cubierta ha sido demasiado. "Si el mejor grupo del mundo no quiere trabajar con nosotros, qué queda para el resto", le dijo un ejecutivo discográfico europeo a la revista Time. Radiohead terminó su contrato con EMI hace cuatro años, y desde entonces ha tomado las decisiones de cualquier negociante sensato: evaluar costo contra beneficios. Y ser parte de un sello o de las disquerías virtuales más famosas es hoy, para los de "Creep", más una carga que una ventaja. También hay, claro, un lado oscuro, pero del todo comprensible: hace tiempo, el cantante Thom Yorke había reconocido que "nos produciría un placer perverso decirle jódete a este modelo decadente de negocios".

Se acabó el siglo XX, y con él un formato de tratos entre músicos y ejecutivos que ya no tiene razón de ser. Los artistas nunca ganaron demasiado por venta de discos, así es que regalar lo música no es aquí la cuestión. Lo revolucionario es que un grupo de la importancia de Radiohead se niegue a ponerse a la defensiva como casi todos los que siguen viendo a los descargadores de música como "ladrones", y los ponga de su lado y hasta les agradezca. Antes de que un pirata pueda subir In rainbows a la red y jactarse de su golpe, lo hace la propia banda. "Y si te gustan las canciones, entonces ve y paga por mi concierto." Es lógico, es justo; es, si nos permiten, emocionante. Ante la idea, un fan australiano preguntaba en un foro virtual: "¿Cuánto debo pagar por la felicidad?". Durante más de medio siglo, la felicidad de tener un nuevo disco de tu banda favorita se diluía en comisiones, gastos de promoción y en engrosar la cuenta de quienes poco habían hecho por esa música. Si esta iniciativa funciona, no es que la felicidad pase a ser más barata. Es sólo que, al fin, será un poco más justa.


Publicado originalmente en La Nación Domingo, de Chile

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