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25 de noviembre del 2007

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Cultura

Tesis para una agenda de crítica cultural
y literaria latinoamericana (I)*


Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, noviembre del 2007.

 

1. Sobre teoría cultural, estudios culturales y estudios literarios

Un fantasma recorre los ambientes académicos estadounidenses relacionados con las Humanidades: el fantasma de la theory, que campea rampante por pasillos, aulas y congresos avalando enunciados lapidarios a veces más obtusos que esclarecedores, intimidando a estudiantes de posgrado con su abrumadora frondosidad y abundancia, y a menudo exacerbando el ya proverbial relativismo posmoderno que ha redescubierto la sofística y elevado el viejo principio, a la vez sabio y cínico, de que "todo es según el cristal con que se mira", a las alturas de la sanción académica de lo que se considera veraz y verdadero.

Lo que en estos ambientes se entiende por "teoría" es un amasijo de nociones fragmentarias entresacadas a discreción de un espectro cognoscitivo que abarca desde la semiología y la semiótica hasta el psicoanálisis, el marxismo y el feminismo, pasando por la historia del arte, la filosofía, la antropología y demás ciencias sociales, incluyendo a veces (y aunque usted no lo crea) la teología tomista y agustiniana.

La "teoría" no es pues la teoría de la literatura sino la de las "prácticas (productoras y receptoras) de sentido", ésas por medio de las cuales los sujetos se constituyen como tales construyendo sus identidades diferenciadas frente a otros sujetos. En otras palabras, si entendemos las prácticas de sentido como prácticas simbólicas, podemos llamarlas también prácticas culturales, y concluir en que la "teoría" -ese corpus constituido por mezclas cuyos componentes a menudo no se diluyen en un producto armónico e integrado- es una teoría de la cultura, especificando que se trata de una teoría de la cultura que es propia y característica de los entusiasmos posmodernos que no acaban de arrasar con sus "guerras culturales" la vida de campus universitario estadounidense.

Es en este marco "teórico" que la literatura ha pasado a formar parte de la larga lista de prácticas de sentido que el pensamiento posmoderno estudia, desconstruye y reconstruye de acuerdo a los intereses del "sujeto subalterno" (si se trata de la izquierda de campus que, por medio de la ética de la intercesión, se desplaza al campo político latinoamericano, como ocurre con lingüistas y antropólogos en el movimiento "maya" de Guatemala), o de acuerdo a los intereses del poder corporativo transnacional (si se trata de la derecha de campus que, buscando ubicarse en el "servicio exterior" o diplomacia, se desplaza hacia el Pentágono y otras instancias de gobierno, como ocurre con los casos Fukuyama, Wolfowitz y Huntington, entre otros). Es en este ámbito que la "teoría" -entendida como una teoría posmoderna de la cultura- se convierte en práctica académica por medio de los Estudios Culturales, que de esta manera engullen los estudios y la teoría literarios y los amplían al leer los textos de literatura en su relacionalidad con otros textos sociales, resultantes de otras prácticas de sentido distintas a la práctica literaria (que, como se sabe, perdió su centralidad debido al auge de los medios audiovisuales a partir de mediados del siglo pasado). Es en este mismo marco que los estudios literarios se transforman en parte del debate posmoderno sobre identidad, presentación, representación, gestión, significado y sentido que inauguraran el estructuralismo y el posestructuralismo franceses con sus apropiaciones del psicoanálisis y el marxismo aplicados al análisis desconstructivo de prácticas discursivas de poder. Es también (y perdón por la insistencia) en este marco que los Estudios Culturales incluyen a la literatura en su análisis de cómo operan las funciones sociales de la cultura (cohesión, legitimación e identidad sociales e individuales) y las lógicas culturales de los poderes y contrapoderes, de las dominaciones y las subalternidades, las hegemonías y las contrahegemonías (1).

La angustia que embarga a los profesores de literatura cuando se enfrentan a los Estudios Culturales, tiene que ver con el temor de que éstos, en lugar de enriquecer el estudio de la literatura, lo anulen y, en última instancia, inhiban la producción literaria misma. Una cosa es cierta, el acercamiento de los Estudios Culturales a la literatura prescinde de la presentación de la obra literaria como exclusivo logro individual de su autor y de la consideración del crítico literario como el intermediario entre la "alta" y la "baja" cultura, y privilegia los condicionantes sociales que no sólo hacen posible la obra sino que la ubican como un discurso específico de poder. Además, en tanto que los Estudios Culturales se ocupan, en principio, sobre todo de aquello que importa en la vida del pueblo (la cultura popular que las comunidades producen y la cultura industrial para masas que éstas consumen, inmersas en los mecanismos del mercado), sin duda representan una seria amenaza para la "alta cultura" y sus criterios de exclusividad. Amenaza ésta que expresa la ya de sobra anunciada pérdida de centralidad de la literatura como práctica de sentido, y del escritor como ideólogo y guía de su sociedad.

Pero, visto el asunto desde otra perspectiva, de hecho la "teoría" vino a ensanchar las posibilidades de los Estudios Literarios circunscritos a la estilística, a la apreciación impresionista del estilo, y a los criterios temáticos para explicar los contenidos de las obras. Si tomamos esto en cuenta, resulta perfectamente factible para los Estudios Literarios apropiarse de los aportes de los Estudios Culturales relacionando la literatura con contextos discursivos y factuales que puedan en su conjunto explicar esa práctica de sentido en su relacionalidad, funciones sociales y efectos políticos e ideológicos, pero haciendo énfasis en la especificidad literaria como rasgo justificatorio de los Estudios Literarios entendidos también como Estudios Culturales. Con esta mentalidad, quizá la participación de los estudiosos de la literatura en los debates acerca del canon literario y de las metodologías de análisis cultural pueda ser más fructífera, en lugar de representar una especie de apego a la tradición de la "alta cultura" frente a la agenda subalternista de los Estudios Culturales, y de la "corrección política" de la campus left.

En lo que concierne al canon literario, los estudios literario-culturales latinoamericanos deberían cuidarse de que la ampliación de ese canon por razones de representatividad de grupos marginados se haga sólo según criterios de "corrección política". Por el contrario, sería más adecuado partir de un análisis de la importancia del texto en cuestión respecto del contexto en el que el grupo al que pertenece el autor ha sido marginado del poder. El criterio de la representatividad nos llevaría al interesante asunto de cómo estudiar las literaturas nacionales para comprender por medio de ellas las idiosincracias e interculturalidades específicas de los países de que se trate, sin necesariamente recurrir a las "grandes obras" sino, por el contrario, a las que tienen una importancia estrictamente local, que cumplen importantes funciones sociales locales y que son desconocidas por el canon literario latinoamericano en Estados Unidos o Europa. Por ejemplo, en Guatemala, las funciones sociales locales de las obras de autores como Flavio Herrera, Francisco Méndez, Virgilio Rodríguez Macal o Luis de Lión son básicas para entender aspectos fundamentales de la interculturalidad de ese país, y no se trata de "grandes autores" consagrados por el canon oficializado en Estados Unidos o Europa. Algo similar ocurre en el resto de países latinoamericanos, en los que una pléyade de autores locales es fundamental en la formación de identidades a lo largo de los siglos XVII al XX.

El problema del canon incluye discusiones acerca de los criterios para establecer calidades y representatividades literarias, y también criterios extraliterarios para evaluar la literatura. Todo lo cual nos sitúa en el centro de una discusión fecunda: la de establecer hasta qué punto la producción y el consumo literarios y culturales en general son producto o causa de comportamientos sociales, presentaciones, representaciones y representatividades.

En cuanto a las metodologías de análisis literario-cultural, es obvio que, como se dijo, los Estudios Culturales han venido a replantear el criterio de la importancia de obras personales de autores determinados y, por el contrario, han propuesto estudiar la literatura como un elemento más en el conjunto de las prácticas de sentido que resultan sintomáticas del organismo social total en un momento histórico dado. Sin embargo, sería tarea de los estudiosos de la literatura hacer valer la especificidad estética literaria, en sus análisis de esta forma particular de producir y reproducir sentido en la sociedad, para así relacionar las obras literarias con otras prácticas significantes que expresen las pulsiones sociales del momento de que se trate. Con ello se podría dar mejor cuenta de las lógicas interculturales que definen la dinámica social que se estudia.

Los Estudios Culturales no tienen pues por qué oponerse irreconciliablemente a los Estudios Literarios, si es que somos capaces de hacer valer la especificidad literaria de entre otras especificidades significantes como las de la pintura, la escultura, el cine, la publicidad, la música ligera, las culturas populares y los muchos productos de la industria cultural. Por el contrario, nuestra capacidad para relacionar la obra literaria con estas producciones de sentido ampliará y enriquecerá los Estudios Literarios, porque el análisis social realizado desde las especificidades de las diferentes prácticas de sentido arroja luz acerca de las mentalidades e ideologías de las diferentes clases y estratos sociales que posibilitan la acción intercultural. Además, no hay que olvidar que han sido las prácticas de lectura analítica propias de los Estudios Literarios las que han hecho posible la evolución que nos ha llevado a los Estudios Culturales, y de seguro aquéllas todavía tienen mucho que aportar a lo que algún día será el bagaje metodológico de éstos.

Por otra parte, la falsa dicotomía (propia de la campus left estadounidense) entre los Estudios Culturales "por el pueblo" y los Estudios Literarios "elitistas" no rebasa el ámbito del mercado (en este caso, del mercado académico) y se perfila como un gesto que imita académicamente la cultura pop en el campus, más que como una agenda de compromiso popular con el cambio social en favor de las mayorías asalariadas. Desde una perspectiva latinoamericana, este fenómeno merece ser desconstruido en relación con sus condicionantes consumistas y con las ideologías del mercadeo y la publicidad, hoy día presentes en el campus estadounidense mediante expedientes pedagógicos financiados por corporaciones transnacionales como el de technology in the classroom y otros.

En este contexto de hegemonía del mercado, un problema que merece toda nuestra atención es el de la absorción de la producción literaria y de los escritores por parte del mercado editorial y la intermediación de los agentes literarios para ofrecer una literatura de consumo light, escrita a partir de estudios de mercadeo y promocionada por medio de certámenes amañados, congresos, conferencias y juicios valorativos de otros escritores sobre la obra de colegas, de manera similar a como se promueven los discos de los cantantes de moda y los filmes de Hollywood. ¿Cómo estudiar estas obras literarias? Sin duda tomando en cuenta la variable del mercado y el consumismo en su evaluación crítica, así como las funciones sociales que este tipo de literatura está destinada a cumplir. En el caso de América Latina resulta imprescindible evaluar la ingerencia central que en su mercado de lectores está teniendo la industria editorial española con todos sus recursos de mercadeo y publicidad. En esta perspectiva, los objetos literarios mediados por el mercado se pueden estudiar con metodologías similares a las que se le aplican a la producción de artesanías populares a pedido y con diseños y colores a gusto del cliente, y a las tradiciones indígenas readecuadas a las necesidades del consumo turístico, por ejemplo.

Es justamente la mediación del mercado en la producción de sentido, dentro y fuera de la literatura, lo que nos lleva a plantear nuestra siguiente tesis.


2. Sobre culturas populares y mercado

A partir de la aceptada necesidad de que el estudio de la producción, circulación y consumo de culturas populares pasa por el análisis de la mediación que el mercado y sus leyes ejercen en este proceso, es necesario analizar las modalidades específicas en que esta mediación ocurre en los diferentes países latinoamericanos para, entre otras posibilidades cognoscitivas, determinar la naturaleza de las negociaciones identitarias que esas dinámicas producen en las comunidades productoras de cultura popular, en los grupos de intermediación entre productores y consumidores y, finalmente, en los grupos que consumen estos bienes.

La producción artesanal en serie para la exportación, así como los consumos audiovisuales globalizados, en las comunidades indígenas, son aspectos clave para documentar e interpretar en tal sentido; igualmente, el impacto de ciertos productos industriales locales que otorgan al consumidor general un ilusorio sentido de identidad "nacional" interclasista e interétnica, precisamente por el mero hecho de consumirlos (2). Este es un vasto campo de estudio sobre el que todavía hace falta mucho esfuerzo intelectual, sobre todo porque las especificidades de los mestizajes culturales de cada localidad exigen análisis concretos y puntuales de las realidades que los originan y desarrollan. Estos análisis servirían para establecer rasgos fundamentales de las relaciones interculturales que conforman estas sociedades multiculturales y, al mismo tiempo, constituirían bases para el diseño de políticas culturales tendentes a democratizar las relaciones interétnicas injustas que rigen la convivencia intercultural en países en que la herencia cultural colonial, "occidentalizante" y "eurocéntrica", determina las formas de autoidentificación de los grupos étnicos cuando efectúan el acto de identificar a sus contrapartes.

En este campo de investigación es necesario abordar el análisis de las formas como -por ejemplo en el caso de Guatemala- los criollos populares (no pertenecientes a la elite económica y política) vienen construyendo, desde el siglo XVII, su subjetividad en razón de una relación de "superioridad" respecto de sus contrapartes indígena y ladina, y cómo se relacionan con la producción, circulación y consumo de bienes de cultura popular globalizados y mediados por la industria cultural estadounidense. Lo mismo puede decirse de los ladinos populares. No hay que olvidar que fueron los criollos de la elite los fundadores de las nociones de patria y nación, tal como se viven hasta la actualidad en América Latina, y que fueron ellos quienes fundaron, gracias a la herencia española de sus abuelos, los criterios raciales y etnoculturales discriminatorios que siguen vigentes en nuestras sociedades. A pesar de ello, la elite criolla también experimentó los efectos de la transculturación y el mestizaje cultural (3). No se diga el grupo criollo popular, que hasta la fecha mantiene nociones y practica criterios eurocéntricos en sus relaciones interculturales con indígenas, con ladinos y con otras variantes de mestizos. Algo similar puede decirse de los ladinos, quienes interiorizan los criterios criollos de discriminación como propios y se los aplican a los indígenas, sin detenerse en el hecho de que, para los criollos, ellos y los "indios" son meras variantes etnoculturales de la misma "inferioridad". (En este sentido, el caso de Guatemala puede servir de plan piloto metodológico para países como México, Ecuador, Bolivia, Perú, Paraguay y Brasil, por ejemplo).

La necesidad de estudiar la construcción de la subjetividad criolla popular y ladina, brota del carácter mestizo e intercultural de los sujetos étnicamente diferenciados que se originaron a partir de los sujetos coloniales, clasificados como indios, ladinos y criollos (4). Esto implica que la diferenciación étnica en nuestros países es una diferenciación entre mestizajes, entre especificidades mestizadas que de hecho se diferencian entre sí articulando esas diferencias en múltiples espacios de transculturación que se conformaron a lo largo de la colonización y que se han venido transformando, junto con sus sujetos, en medio de los avatares y necesidades de la modernidad, entendida ésta como un sistema mundial económico (el capitalismo) y cultural (la Ilustración y sus desarrollos) que condiciona las especificidades culturales que ella misma crea como otredades que le sirven para otorgarse identidad y diferencialidad (5).

El estudio de la relativa autonomía de desarrollo de esas especificidades y otredades es, sin duda, el eje metodológico fundamental que animaría el análisis propuesto, en vista de que de lo que se trata es de explicar el funcionamiento de nuestras subjetividades, interculturalidades y mestizajes con la finalidad de lograr una comprensión políticamente operativa de nosotros mismos, que nos conduzca a la democratización de nuestra conflictiva interculturalidad, impuesta por los peninsulares y criollos coloniales, y desarrollada y renovada por ellos mismos y por los ladinos e indígenas a lo largo de la vida republicana y las luchas por la modernización local. En este recorrido es necesario tener en cuenta la acción que el mercado desempeñó en la conformación colonial de nuestras interculturalidades y de la realidad llamada "pueblo", y seguir con el análisis de la acción que ha venido ejerciendo hasta hoy día en las mutaciones y negociaciones interidentitarias que caracterizan nuestra interculturalidad, llena de intrincados sincretismos, mestizajes e hibridaciones culturales.


Notas

(1)Los Estudios Culturales se originan, por un lado, del estructuralismo francés de los años 60, que se encargaba de describir las reglas que rigen las prácticas culturales como prácticas de sentido. El libro Mithologies (1957) de Roland Barthes resultó básico para el ulterior desarrollo de los Estudios Culturales que, por otro lado, se originaron también de la teoría literaria marxista inglesa, que rescató y legitimó expresiones culturales populares marginadas, propias de las clases trabajadoras u obreras, y que estableció una interpretación social e histórica desde las masas y una oposición entre culturas populares (producidas por el pueblo) y culturas industriales para masas (consumidas por el pueblo), dándole a las primeras un estatuto de legitimidad creativa, y a las otras una función manipuladora hacia los intereses del Mercado. Dos libros básicos de esta tendencia seminal para los Estudios Culturales fueron The Uses of Literacy (1957) de Richard Hoggarth, y Culture and Society (1958) de Raymond Williams. Para una arqueología y muestra de las direcciones principales de los orígenes y desarrollos de los Estudios Culturales , ver During.
(2) En el caso de Guatemala, dos productos cuyo consumo otorga a sus consumidores este sentido de identidad "nacional" son la Cerveza Gallo y el Pollo Campero, cuya publicidad relaciona su sabor y demás virtudes con el paisaje físico y étnico del país y con sus tradiciones populares, haciéndolos pasar a formar parte de la noción de "lo propio" o "lo nuestro" en el imaginario popular.
(3) Ver al respecto el libro de Recinos citado en la bibliografía.
(4) El libro de Christopher Lutz, citado en la bibliografía, expone procesos de mestización biológica y cultural en Guatemala, que pueden servir como base para teorizar en torno a la formación de un sujeto colonial múltiple, intermestizado, interetnicizado e interculturalizado. Asimismo, el libro de Ivonne Recinos, también citado en la bibliografía, documenta con amplitud suficiente las bases para teorizar en torno a la formación de un sujeto colonial criollo mestizado, aunque acusando un ordenamiento distinto de los elementos del mestizaje que se observan en el sujeto indio y en el sujeto mestizo de la Colonia.
(5) Además del ensayo de Roberto Fernández Retamar citado en la bibliografía, ver al respecto: Fernando Coronil, "Más allá del occidentalismo: hacia categorías geohistóricas no-imperialistas", en Castro- Gómez y Estuardo Mendieta.


(*) Epílogo al tomo IV de la Historia de la Literatura Guatemalteca (Guatemala: Editorial Universitaria USAC, 2007).

 

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