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La insignia
4 de mayo del 2007


__Especial__
España, 1936-1939
España, 1936-1939

La crisis de mayo (1937)


Santos Martínez Saura
De Memorias del secretario de Azaña.



(...) En Cataluña, quien desafortunadamente mandaba era la CNT-FAI, lo cual constituía una desvergüenza, pero se ajustaba a la realidad. Sucedía lo contrario de lo que estaba ocurriendo en el Madrid del pundonor y la resistencia. Y así siguió la cosa en Barcelona hasta concluida la guerra, salvo cuando pasados dos años de haberse ésta iniciado empezaron los terribles bombardeos de la aviación enemiga, indicadores de que podría haber allí lo mismo que en el centro del país, desolación y muerte, si se optaba por resistir, lo que luego ya vimos que no sucedió (...).

La forma enajenante en que aquella gente de la CNT-FAI obraba podríamos resumirla diciendo que cuando el presidente de la República debía trasladarse de un lugar a otro para cumplir sus funciones o simplemente para admirar los bellos parajes de la provincia de Gerona, por ejemplo, a veces debíamos el ayudante militar y yo que le acompañábamos bajar del coche pistola en mano para ayudar a los policías de la escolta a retirar los obstáculos que a modo de controles -y en esos casos para pedir al propio presidente documentos de identidad o salvoconductos expedidos por la propia organización sindical- habían colocado a la entrada y salida de los pueblos por donde pasábamos. Téngase paciencia, porque a su tiempo también se sabrá que todo aquello duró mientras el Gobierno de la Generalidad lo consintió, pues las cosas cambiaron mucho cuando el de la República, encabezado por Negrín, trasladóse a Barcelona (...)

El caos originado por aquellos vividores de la "revolución" se adueñó de Cataluña, pero sobre todo de Barcelona, en los primeros días de mayo de1937, causando más daño a los planes de guerra del gobierno republicano que el que podrían haberle hecho los facciosos con una acción victoriosa de sus tropas (...) Sucedía que aquella organización sindical había "destituido" al interventor que la Generalidad tenía puesto en la Compañía Telefónica y colocado en su lugar a uno de sus compañeros para que interviniese las comunicaciones tanto del Gobierno de Cataluña como el de toda España e incluso de la Presidencia de la República, por lo que pasaban por sus manos los hilos de la política, de la guerra y de la vida toda de la España leal; más aún, si querían daban las comunicaciones que se pedían o las retrasaban o las negaban, nada menos que esto en un régimen que luchaba por subsistir. Ante lo cual, la Generalidad tuvo que nombrar un nuevo delegado gubernativo que se hiciese cargo de la central de teléfonos para, además de evitar lo dicho, impedir que estuviese repartida por pisos entre los sindicatos CNT yUGT, que se la disputaban.

La CNT-FAI se opuso a ello, como podía esperarse, diciendo que se la provocaba, por lo que echó a su gente a la calle, enfrentándola a la fuerza pública encargada de rescatar el edificio; estaba éste situado junto a la plaza de Cataluña. Las hostilidades entre cenetistas y quienes querían mantener las instituciones duraron cinco días, en los que los primeros fueron dueños de la calle desde el primer momento y camparon por sus respetos. Por todas partes hubo barricadas y controles; en las Ramblas, los anarcosindicalistas dominaron la parte derecha, en tanto las fuerzas gubernamentales tenían el sector de la izquierda. Aquéllos se apoderaron de los edificios y lugares estratégicos que quisieron. Los registros domiciliarios y los "paseos" -así se llamaba a los asesinatos- volvieron de nuevo a estar a la orden del día, como al principio de la sublevación militar. Sus morteros, ametralladoras, fusiles y bombas era lo único que se oía, pues nadie contestaba al fuego. Hasta llegaron a exhibir cañones que retiraron de los frentes de guerra donde tanto se necesitaban; dejaron de aprovecharlos contra quienes se habían apoderado de Zaragoza y Huesca para emplazarlos, en cambio, en la estación de Francia, Montjuïc, plaza de España o en el Paralelo, desde donde hacían fuego contra un cine convertido en cuartel de la Guardia Civil, leal ésta, entonces, a la República, y causándose en esa fuerza cerca de cien bajas. Tampoco en la plaza de Cataluña faltaron carros de combate, batiendo sus ametralladoras a socialistas y comunistas partidarios del Gobierno refugiados en el hotel Colón (...).

Sí, frente a los otros enemigos de la República -los militares sublevados- muy poco o nada hicieron los de la CNT-FAI. ¡Ah! Pero, en cambio, durante aquellos días de mayo cómo asaltaron comisarías de policía, centros militares y comandancias de carabineros, poniendo sitio a la Generalidad, Consejería de Gobernación, oficinas de Hacienda, etc. Si quienes se alzaron en Barcelona hubiesen permanecido en el frente de Aragón, a buen seguro que el enemigo habría estado menos confiado en sus batallas al sur del Tajo y en la ofensiva sobre Bilbao que en aquellos mismos días se realizaba (...).

Tuvo que formarse un nuevo Gobierno catalán, y como en éste participase un representante de los socialistas, Antonio Sasé, lo asesinaron aquellos facinerosos de las barricadas al ir a tomar posesión del cargo. En Cataluña se oía entonces hablar más de Eroles y el Marianet, líderes anarcosindicalistas, que de Companys, Tarradellas, Aiguadé y otros consejeros de la Generalidad (...) Como puede comprenderse, aquellos sucesos de mayo de 1937 en Cataluña dañaron en el exterior al Gobierno de la República y regocijaron a los facciosos de Burgos, debilitando militarmente a su vez a la República (...).

(...) En un principio se pensó señalar, tanto a los destructores como a la aviación, la posición de los focos rebeldes par que los batiesen; pero tuvo que desecharse esa idea porque, como acertadamente opinaba el coronel Sandino, se podría cometer algún error en el ataque que originara víctimas inocentes. Que el propio Gobierno hubiese tenido que bombardear Barcelona aun cuando lo hiciese por la actitud insensata, criminal y antirrevolucionaria de aquellas gentes no hubiese dejado de ser angustioso y desmoralizador.

Por otra parte, la preocupación que Prieto tenía por Azaña era natural, ¿pues cómo podía permitirse que quien representaba al pueblo español en aquella lucha que estaba librándose contra las clases reaccionarias del país y los ejércitos invasores estuviese secuestrado, incapacitado, inhabilitado por una partida de desalmados? Otra ocasión más en la que de no haber tenido don Manuel aquel compromiso que lo ataba a la causa republicana, de no haber estado tan arraigado en él su patriotismo y su sentido de responsabilidad, habría podido pensar si de verdad valía la pena seguir sirviendo de escudo a tanta insensatez y tanta locura.

(...) Con todo lo que el presidente contaba para salir de aquello eran los buenos deseos de Prieto y aquellos auxilios limitados de los barcos y la aviación ante lo cual estaba la incomprensible indiferencia de [Largo] Caballero. Tuvo dos alternativas: seguir allí en espera de lo que pudiese ocurrir, expuesto a los cañonazos, y caer en las manos de aquellos desalmados, o salir en su coche hacia el puerto pasando entre las ametralladoras que nos rodeaban.



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