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23 de diciembre del 2007

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Cultura

Adiós a Sudaquia


Margarita García (*)
Publicado en La Insignia por cortesía de Sudaquia. Argentina, noviembre del 2007.

 

Teo embute cosas en una maleta gigante. Va a costar rodarla, está cargadísima. A mí que ni me mire, ya llevo demasiado peso en el corazón. Antes, cuando me iba de un lugar a otro, salía o regresaba de vacaciones, procuraba llevarme todo lo que me entrara en la mochila; cargaba cosas inverosímiles, desde esos jaboncitos de olor de los hoteles de paso en Centroamérica, hasta hojas silvestres con forma de letra m o de conejo o de oso polar, según la disposición creativa y el grado de insolación. Me parece que mi papá me estimulaba esa tara, ¡ay mira nena, se cayó el sol!, y agarraba del suelo un limón tahití enorme y amarillo, que se guardaba en el bolsillo. Cualquier cosa, mi papá era un romántico. Con el tiempo entendí que hay que irse y volver ligero de todo, lo dijo Nino Bravo y lo dice todo manual de viajero moderno: al partir, una tarjeta de crédito y la Lonely Planet. Así, se supone, la ida o la vuelta pesan menos. Pero yo creo que es una idea medio trucha, la verdad, porque irse de lugares que uno quiere siempre pesa, aunque no te lleves ni un carozo en el bolsillo.

Este es el último post de Sudaquia, por eso Teo guarda cosas en la maleta y me sigue preguntando qué más vamos a llevar. Yo no le digo nada, porque no sé qué se puede llevar uno de un lugar que está a punto de desaparecer. O sea que nunca vamos a volver, o sea que lo que nos llevemos es definitivo. Ahora Teo se sube a la moto que cruza las salinas en el cabezal de Sudaquia, me pregunto si quiere huir o sólo cobrar protagonismo. Le digo que deje eso, que las motos virtuales no sirven por fuera del mundo virtual. El se baja de la moto, se queda pensando en el medio de esa foto de carretera infinita. ¿Y yo?, dice, ¿los novios virtuales sólo sirven en el mundo virtual? Se oye el eco de su voz, él se agarra la barbilla: reflexivo. Entonces pienso que si Sudaquia desaparece, desapareceremos también todos los que estamos dentro, o que quizá quedemos atrapados en un memory stick, reducidos, como en esa película que el padre encoge a los hijos y se los come en el cereal. Y pienso que si no me puedo llevar la moto, tampoco me puedo llevar el futón rosa de la Partusa, ni a mi morrón de cinco pesos, ni a Maritza, ni a mis amigos ricos de Chile, ni al señor pelado del subte, ni al cedro anciano, ni a la señora Manzana, ni a ese lanchero mexicano tan amable, ni al poeta Gentileza, ni a ninguno de los que al entrar en Sudaquia dejaron de ser personas para convertirse en personajes. Como Teo, como yo, como todos. Teo termina su reflexión y con ojos entrecerrados me dice: Sudaquia no te cabe en la mochila. Yo le digo no, peor: ¡ni siquiera me cabe en la cabeza! Y por un momento me angustio, pero después me doy cuenta de que eso mismo es lo que hemos estado intentando todo este tiempo: meternos a América Latina -Sudaquia: la protagonista de este blog- en la cabeza. Entender, le llaman otros. No sé qué tanto conseguimos, pero me parece que tampoco importa; a mí me gustó intentarlo, y me gustó mucho más que me acompañaran en el intento. Esta vez me voy con eso -mucho más que un souvenir exótico- y me voy tan satisfecha. Gracias a todos, gracias por todo.


Sudaquia nació en septiembre de 2006. Su madre fue Margarita García y sus padrinos: Guillermo Culell, Marcelo Franco, David Wroclavsky y Carolina Podestá. Su amor, Teo. El blog formó parte de la última selección oficial del premio de periodismo CEMEX+FNPI, categoría Internet. En octubre de 2007 fue destacado por AmeLatine, l'actualité de l'Amérique latine en France, como uno de los dos mejores sitios latinoamericanos. Algunos de los textos fueron reproducidos o comentados por diferentes medios de Iberoamérica, como El País, Semana y La Insignia, entre otros. Gracias a Sudaquia, Margarita García fue elegida como uno de los 50 líderes de Colombia en la edición de liderazgo del 2007 de la revista Cambio.

 

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