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16 de diciembre del 2007

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Cultura

Plañideras


Antonio Rivas
La Insignia. España, diciembre del 2007.

 

Terry Pratchett

El otro día me enteré por Víctor de lo que ha venido a convertirse en la noticia del momento (el alzheimer de Terry Pratchett), noticia que ha circulado cual reguero de pólvora por blogs, foros y listas de correo del mundillo. Y si bien las reacciones en general han sido razonables, desde los simples y sentíos "joder…" hasta los textos más o menos elaborados lamentando el asunto, también me he tropezado con una colección de soplagaiteces que ha acabado por ponerme la mosca subida.

De todas formas, no creo que la capacidad de decir tonterías sea exclusiva de los aficionados hispanoparlantes, teniendo en cuenta que en el enlace que indico arriba me encuentro con una actualización, realizada tan sólo un día después de dar la noticia, en la que el propio Pratchett, tras hacer un par de comentarios sobre algunos de los mensajes que está recibiendo, suelta un flamante: "¿Puedo recordarle al personal que todavía no me he muerto?". Lo que hace la flema británica; yo no habría sido tan suave.

Y es que, ante noticias como esta, nunca faltan los que llaman al enterrador con entusiasmo, independientemente de cualesquiera otras circunstancias (que en este caso pasan por un diagnóstico precoz, posibilidades de tratamiento y la certeza de bastantes años por delante con la capacidad de seguir escribiendo libros), ni los que montan el drama con mucho rasgar de vestiduras, llanto y crujir de dientes. A Fulanito le han diagnosticado la enfermedad X; mira cuantísimo sufro yo y qué mal lo estoy pasando (el hecho de que el afectado se lo tome con filosofía y pida calma es irrelevante; sabrá él, hombre…). Por supuesto, tales declaraciones y muestras de dolor han de ser públicas; cuanto más, mejor. Aquí lo realmente importante es que el mundo sepa cómo va a cambiar la vida de la plañidera de turno, alma sensible-que-te-rilas, al enterarse de que alguien a quien ha leído alguna que otra vez se ha puesto malo (de los que no habían leído jamás a Pratchett pero se lamentan de la pérdida a grandes voces y proclaman votos de comenzar con las novelas en cuanto tengan oportunidad, prefiero no hablar o me pondré berserker).

Conozco a gente que padece alguna enfermedad jodida y crónica, y a otros cuantos que han pasado por el trago de que un médico les haya dicho "si este tratamiento no funciona, no hagas planes para más allá de un par de meses" (yo mismo he estado en el segundo caso). Aunque siempre hay alguna excepción (hay gente pa to), la norma general es una especie de omertà: es algo que no se anda divulgando. Sono cosa nostra. Se entera quien se tiene que enterar, y para de contar. Pero que nadie se crea que es por vergüenza, o por orgullo, o por simple sociopatía. En la mayor parte de los casos es para evitar ponerse en situación de tener que cruzarle la cara a algún imbécil que te venga diciendo lo mal que lo está pasando él, date cuenta, al enterarse de lo que te pasa a ti.

Cuando se trata de una figura pública es un poco más complicado. Las cosas trascienden, o hay que anunciarlas aunque no apetezca. Y me pregunto si tanto cuesta mostrar un poco de respeto en estas circunstancias, y no lanzarse con entusiasmo a ser el muerto en el entierro.

Recuerdo de infancia: en el pueblo de mi padre, allá en la Mancha profunda, se organizaban unos velatorios de órdago. Solía ir todo el pueblo, pues todos se conocían, y había provisiones para hacer más llevadero el paso de las horas. Y recuerdo a la media docena de plañideras profesionales (que solían ser, viva el multitasking, las fuerzas vivas del cotillerío del lugar), que convenientemente enlutadas acudían en grupo, se atrincheraban junto a la mesa de las viandas y se turnaban para ir animando la noche a los presentes, no se nos fuera a olvidar que estaban ahí.

-Aaay… Pobrecito, ¡con lo bueno que era! -Pellizco a la hogaza. Corte al chorizo. Tiento al porrón-. Que se van los bueeenos y nos quedamos los malooos… Aaay…

En efecto: ay. Hay que joderse.

 

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