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16 de agosto del 2007

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Internacional
Ártico

La atracción de los polos opuestos


Luis Peraza Parga
La Insignia. EEUU, agosto del 2007.

 

La convención de la ONU sobre el Derecho del Mar (1982) establece que las cinco naciones limítrofes con el Polo Norte, Noruega, Dinamarca, EEUU, Canadá y Rusia disponen de diez años, a contar desde su ratificación, para presentar sus mapas del lecho ártico. Cada uno va a tratar de demostrar que se trata de una extensión natural de su placa continental.

Sin embargo, la disputa de su polo opuesto, el sur, es mucho más pacífica. Los afanes imperialistas de las naciones que colindan con esas tierras obligó a que el 1 de diciembre de 1959 se firmara en Washington el Tratado Antártico (*), cuyos principios fundamentales son, al mismo tiempo, sencillos y ambiciosos: desmilitarización, libertad de investigación científica, y una cooperación internacional que evita y "congela" de forma explícita las disputas sobre su soberanía.

El tratado declara que ningún acto que se lleve a cabo durante la vigencia del mismo, constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar reclamaciones de soberanía teritorial ni para crear derechos de soberanía de la región; reconoce el derecho de las partes a designar observadores "con total libertad de acceso, en cualquier momento, a todas y cada una de las regiones de la Antártida" para llevar a cabo las inspecciones, incluso aéreas, previstas en el tratado; impone el deber de intercambiar información entre los Estados sobre expediciones, estaciones y personal destinado; establece que cualquier controversia sobre interpretación o aplicación del tratado podrá ser derivada al Tribunal Internacional de Justicia y, por último, convierte la región en zona libre de residuos radioactivos y de pruebas nucleares.

La Antártida debe seguir siendo una reserva natural y un laboratorio para ir desvelando los secretos de la evolución de la Tierra y de su clima. Desde la década de 1950, vamos por buen camino. Profundicemos en este respeto y vigilancia, amén del avance científico en todos los órdenes, del continente helado que fue objeto de los más íntimos pensamientos y anhelos de los conquistadores del siglo XX.

Ojalá que las cinco naciones árticas sigan el ejemplo. Putín se ha apuntado un tanto mediático al desencadenar una carrera por la soberanía más propia de otros tiempos. Pero ha llegado la hora de sentarse a negociar el futuro de una zona que, gradualmente, se va haciendo más cercana y más presente en la codicia energética de las grandes naciones.

 

(*) El tratado ha sido firmado por cuarenta y cinco países, doce de los cuales gozan del estatuto de miembros fundadores.
Texto íntegro del tratado: http://www.un.org/Depts/los/convention_agreements/texts/unclos/convemar_es.pdf

 

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