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13 de septiembre del 2007

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Cultura

He dicho crisis (III)

Porque todo es muy sencillo


Jesús Gómez Gutiérrez
La Insignia. España, septiembre del 2007.

 

La mitad de la vida de Neila son palabras. Ordenador, diccionarios, muñequeras, un atril. Concluída la extrañísima relación de traductor y autor, surge un producto de papel que llaman libro y despierta bostezos o pasiones. La otra mitad de la vida de Neila pretende ser todo menos eso. Cuando las dos mitades encajan, convierte veinticuatro horas en treinta y seis y consigue una tercera mitad para sus propias palabras, las de ella, que salen de los subterráneos del Circo con juramento de gladiador. Neila también tiene un gran manojo de llaves. Y paciencia.

Lecturas de la semana: Sueños y procesos de Lucrecia de León, de Juan Blázquez Miguel. La niña que amaba las cerillas, de Gaétan Soucy. Consultas, más consultas y descubrimientos en la obra de un maestro, Martínez de Sousa. Pasajeros de Indias. Sobre los viajes transatlánticos en el siglo XVI, de José Luis Martínez, con apéndices de Antonio de Guevara, Tomás de la Torre, Eugenio de Salazar y un glosario de términos marinos de Eugenio de Ochoa. Otra oportunidad sobrante a Beckett. Actos tercero y cuarto del Tartufo hasta que Elmira pregunta «¿cómo?» y me escupió la cafetera. Regreso a El capitán Richard Burton (Siruela y Edward Rice), a pesar de la meapilas de su mujer.

Anécdota de la semana: Antes de la Inca-cola y la Meca-cola estuvo la Kremlin-cola, de la que MacNamara (James Cagney) dijo en Un, dos, tres: «Ni los albaneses se la pudieron beber; la usaron para bañar cabras.» Como los izquierdistas piensan que la realidad es una cosa entre Kruchev y Kennedy, olvidan que Billy Wilder rodaba en Berlín cuando se vistió de muro. Pasan los años, caen las piedras y lo que queda es la película. Cincuenta años después, se lo comento a una lectora. Me llama imperialista.

Decepción de la semana: La Agencia Espacial Europea busca candidatos para Marte500, simulación de la misión tripulada del año 2025. En algún momento de sus tres vidas, Neila cae en la cuenta de que las condiciones son familiares para cualquier traductor; quinientos veinte días en un módulo, sin más comunicación con el exterior que un sistema de radio cuya señal tardaría cuarenta minutos en llegar a su destino y otros tantos en volver. Piden experiencia en medicina, biología, ingeniería de soportes vitales. Piden conocimientos de ruso. Fácil. Pero la candidata perfecta tiene un problema: sobrepasa la altura máxima en dos centímetros.

Mundo de bajitos con carrera espacial para bajitos. Autobuses, aviones, mesas, sillas, camas, pasillos, habitaciones. O cohetes. Porque todo es muy sencillo, pero en dirección distinta a la esperada.

 

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