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La insignia
21 de junio del 2005


De caricias y manipulaciones (IV)


__Sección__
Diálogos
Salvador López Arnal
La Insignia. España, junio del 2005.



Falacias (neo) románticas

Señalaba Sacristán (21) que, dada su íntima relación con la técnica, con prácticas de producción o de servicios si se habla en términos económicos, las reacciones ante el conocimiento positivo contemporáneo podían darse en dos planos diferenciados que no siempre se diferenciaban con nitidez: o bien podían referirse centralmente al valor teórico de ese producto cultural conjunto que es la tecnociencia y constituir entonces una crítica básicamente epistemológica, una critica del valor, del alcance cognoscitivo de ese saber, o bien se trataba de críticas que se dirigían fundamentalmente a lo que ese producto tenía de técnica, a su capacidad para construir artefactos con valor económico y con directa repercusión en la vida cotidiana de la ciudadanía. Por consiguiente, podían ser tanto críticas gnoseológicas como críticas materiales o culturales, e, igualmente, alimentándose mutuamente, podían unirse ambas perspectivas.

Los peligros, ampliamente reconocidos, de la creciente y grave desorganización de la relación, fuertemente mediada por estos saberes y haceres científico-tecnológicos, entre la especie humana y la naturaleza, habían facilitado, en opinión de Sacristán, un renacimiento de concepciones gnoseológicas que él agrupaba bajo la denominación de "filosofías románticas de la ciencia" (22). Se refería Sacristán con esta expresión a las corrientes emparentadas con el segundo Heidegger y a las relacionadas, directa o indirectamente, con la literatura "contracultural" de los años sesenta y posteriores; es decir, con Theodor Roszak o Ivan Illich, entre otros. El mismo Heidegger, como se señaló, lo había dicho de forma enérgica: previamente a que explotara la bomba, el ser había sido ya liquidado por la cosificación que representa la ciencia contemporánea, que no trata propiamente del ser sino sólo de los entes a los que considera siempre, y sin ninguna limitación, a su entera disposición. Consiguientemente, el edificio construido por el saber científico no es, no ha sido, ni puede ser, un hábitat esencial para la humanidad.

Aun apreciando las emociones que subyacían en algunas de estas corrientes y aun reconociendo el valor de algunos de sus análisis y descripciones (23), Sacristán rechazaba su generalizada subestimación del conocimiento operativo e instrumental, al mismo tiempo que consideraba que sus posiciones gnoseológicas no representaban una línea transitable que permitiera salir adecuadamente de la situación a la que nos enfrentábamos, entre otras razones por el peligro de "impostura intelectual" que en ocasiones les afectaba (24): disertaban y sentenciaban sobre aspectos del conocimiento positivo construyendo un deformado monigote, fácil para su crítica, de la práctica científica realmente existente.

Además, estas corrientes filosóficas estaban afectadas por un notable paralogismo que dañaba su comprensión de la situación: confundían los planos de la bondad o maldad práctica (de una aplicación) con los de la corrección o incorrección epistemológica (de una teoría). Pero, precisamente, apuntaba Sacristán, la peligrosidad práctica de la tecnociencia contemporánea estaba directamente relacionada con su bondad epistemológica: la maldad social, política, la probada peligrosidad de la bomba atómica es netamente dependiente de la calidad gnoseológica del saber físico que le subyace: si los físicos atómicos, si Fermi, Born, Wheeler, Teller u Oppenheimer, hubieran sido fanáticos ideólogos obnubilados que tan sólo fueran capaces de pensar de forma falaz y simplificada y con prepotencia ingenua, no nos encontraríamos enfrentados a situaciones tan de límite como las que pueden representar las armas nucleares o la energía atómica, por no hablar de las grandes esperanzas pero también de los grandes peligros que rodean a las nuevas biotecnologías. Dicho brevemente: lo malo (moral, políticamente) de las ciencias físicas (o biotecnológicas o informáticas) es que son demasiado buenas (epistémicamente) (25).

Más aún, proseguía Sacristán, en el supuesto no admitido de que existiera, o pudiera existir, un saber gnoseológicamente superior al conocimiento positivo, un saber no-científico o acaso anticientífico de mayor calidad epistémica que el mero conocimiento instrumental, como parecían defender las corrientes filosóficas aludidas, el peligro social, político, el riesgo que representaría para la Humanidad ese nuevo tipo de conocimiento apuntado no sólo no disolvería o anularía la peligrosidad de la situación sino que, por el contrario, la incrementaría fuertemente. Recordando el mito del Génesis acerca del árbol de la ciencia, en su acepción kantiana, Sacristán señalaba que era precisamente el buen conocimiento, el saber epistémicamente correcto, sea éste el que fuera, el que era peligroso moral, prácticamente, y, con toda probabilidad, tanto más amenazador cuanto mayor fuera su valor gnoseológico, su capacidad para penetrar en las estructuras, leyes y regularidades de la realidad.

Las concepciones criticadas se acercaban, pues, a las heladas y no siempre evitables aguas de la falacia naturalista (26): si la bondad o calidad teórica no llevaba inexorablemente implícita ninguna bondad práctica (el saber teórico, sin duda, nos nos hace siempre mejores), la maldad moral no lleva adherida inexorablemente la invalidez teórica. El horror de Hiroshima y Nagasaki no apuntan precisamente al desconocimiento ignorante de las verdaderas leyes de la naturaleza; más bien señalan el sentido contrario.

De hecho, apuntaba Sacristán, incluso cuando más afortunado puede ser poética, retóricamente, un dicho heideggeriano, o en general, de crítica (neo)romántica a la ciencia, tiene sus peligros, porque suele ser bueno de intención y errado conceptualmente. Por ejemplo, el problema actual de los saberes científicos, en este marco ontológico de su peligrosidad, no consiste, en su opinión, en que desprecien el marco natural, en que practiquen una agresión continuada a una naturaleza que sería "buena en sí misma": su peligrosidad radica más bien en que significan una nueva agresión a la especie, potenciando la agresión que la naturaleza ha ejercido siempre contra ella. Se hacía cómodo, ilustraba Sacristán, el trabajo de los defensores de los intereses de las grandes compañías eléctricas cuando se les contraponía un pensamiento ecológico romántico-paradisíaco (27). La naturaleza no era el paraíso: si es madre, acaso fuera una progenitora con pulsiones sádicas. Había que mirar abiertamente, sin prejuicio, cuál era la relación erótica, de amor y temblor, que se tenía a la naturaleza:

"[...] Yo creo que hay que mirarla con los dos ojos y darse cuenta de que es conceptualmente floja si la ves sólo como paradisíaca y rosada. La relación es mucho más profundamente religiosa, y hay que decirlo así aunque se sea ateo, porque es religiosa en el sentido de que está mezclando siempre el atractivo erótico con el terror, la atracción con lo tremendo... Esta precisión de concepto, que es filosofía de la menos académica imaginable, ya lo confieso modestamente, es, sin embargo, importante como cuestión de método para no desviar y hacer pueriles y débiles los razonamientos de tipo naturista y ecologista".

Aún más, en el improbable supuesto, avanzaba Sacristán, de que el acontecer moderno acabara imponiendo de modo catastrófico -o de modo apático, por depresión de la humanidad- el final de la ciencia moderna, de nuestro saber operativa, "debo confesar que yo recordaría con mucha nostalgia, con una nostalgia galileana, aquel manejar pesos, medidas, instrumentos; aquel escribir y pintar; aquel tocar que fue o que habría sido nuestra ciencia, aquel tocar y no sólo mirar como los griegos". ¿Se imponía entonces un brindis al sol, la apuesta por el desarrollo económico acelerado, por avances científicos sin más preocupaciones teóricas que la propia investigación? ¿Cabía continuar transitando razonablemente por el progresismo económico, por el simple desarrollismo sin freno? ¿Era posible conciliar la apuesta, el compromiso moral por la racionalidad científica con un tránsito apacible, respetuoso o, por el contrario, la única puerta abierta nos conducía a la vía de la acumulación enérgica y acelerada?


Notas

(21) Sobre las críticas epistémicas y materiales a la tecnociencia contemporánea pueden verse las transcripciones de las clases de Metodología de las ciencias sociales de los cursos 1981-1982 y 1983-1984 (RUB-FMSL).
(22) Manuel Sacristán "Sobre los problemas presentemente percibidos en la relación entre la sociedad y la naturaleza y sus consecuencias en la filosofía de las ciencias sociales. Un esquema de discusión", Papeles de filosofía, op. cit, p. 454. Se trata de la (sorpresiva) comunicación que Sacristán presentó al primer congreso nacional de filosofía de México, celebrado en Guanajuato en diciembre de 1981. La revista mexicana Dialéctica, dirigida por Gabriel Vargas Lozano y Juan Mora Rubio, publicó una primera versión de esta comunicación con el título "Sociedad, naturaleza y ciencias sociales" (Dialéctica, año VII, nº 12, 1982, pp. 49-62).
(23) Puede verse una muy matizada crítica de Sacristán a las posiciones de Roszak en la transcripción de sus clases de Metodología de las ciencias sociales del curso 1983-1984 (RUB-FMSL).
(24) Sacristán solía ejemplificar esta afirmación con las consideraciones que sobre la crisis de la lógica formal podían verse en Sein und Zeit de Heidegger, señaladas, en su opinión, desde abismales pozos de ignorancia sobre la cuestión tratada.
(25) Algunos aforismos de alcance sobre cuestiones de política de la ciencia pueden verse en Manuel Sacristán, M.A.R.X. Máximas, aforismos y reflexiones con algunas variables libres. Barcelona: El viejo Topo 2003, pp. 263-284. Son de obligada recomendación los textos de Jorge Riechmann ("Un prólogo aforístico sobre aforismos", pp. 13-28) y de Enric Tello ("Leer a Manuel Sacristán en el crisol de un nuevo comienzo", pp. 457-502), que cierran y abren el volumen citado.
(26) Hay una interesante reflexión filosófica de Sacristán sobre las interesantes características morales de las personas tendentes a acercarse, con caída, a la falacia naturalista en la conferencia anteriormente citada: "Algunas actitudes ideológicas contemporáneas ante la ciencia" ( RUB-FMSL).
(27) Manuel Sacristán, "Reflexión sobre una política socialista de la ciencia". realista nº 24, 1991, p. 8.



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