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La insignia
10 de junio del 2005


De caricias y manipulaciones (II)


__Sección__
Diálogos
Salvador López Arnal
La Insignia. España, junio del 2005.



II. Exploraciones metacientíficas

Es probable que Sacristán aceptara, con razonables reservas, los cuatro valores que, según Merton, definían la actividad del científico: universalidad, comunidad de los conocimientos conseguidos, escepticismo organizado y desinterés (10). En su razonable opinión, algunos de estos criterios constituían más bien la enunciación de una finalidad buscada o deseada que la veraz descripción de una realidad ya alcanzada: la militarización de la ciencia (11) o la creciente mercantilización de muchas actividades científicas (12), con la consiguiente expansión del secreto comercial e industrial, al igual que los cambios en el derecho de patentes (13) o los bloqueos imperiales a investigadores e investigaciones de países considerados "no amigos", estaban, están reduciendo la segunda norma a mera hipocresía, a simple pero eficaz cobertura cultural-ideológica. La misma competitividad desalmada como norte y guía de actuación de la mayoría de las comunidades científicas y la necesidad de importantes fuentes privadas o gubernamentales de financiación estaban provocando un incremento del fraude y de la inexactitud científicas, cuando no la simple e interesada intromisión de visiones ideologizadas en muchas investigaciones y en sus resultados, con lo que también el cuarto de los criterios enunciados podía verse fuertemente cuestionado o matizado.

De hecho, en una nota inédita fechada en 1973 (14), Sacristán resumió en apretada síntesis sus posiciones centrales sobre ciencia y técnica en las siguientes hipótesis:

1ª. La ciencia en su concreción histórica, el fenómeno global de una determinada práctica humana que es lo realmente existente, es parcialmente básica (es decir, es fuerza productiva) y parcialmente sobrestructural (un campo en el que se dirimen luchas de clase). La principal diferencia entre lo que los griegos llamaban "episteme" y la ciencia en su acepción moderna tiene la consecuencia de que nuestra "episteme" no es simplemente saber teórico, conocimiento desinteresado, sino que es una fuerza activa en la producción de la vida social y en su reproducción. Sacristán señalará que sostener que, a diferencia del saber antiguo, la ciencia moderna se caracteriza por ser fuerza productiva no debería hacernos olvidar que es también, al mismo tiempo, poder destructivo. Un rasgo característico de la estrecha relación con el poder de nuestra ciencia contemporánea es la gran importancia de la asignación de recursos a investigación y desarrollo armamentístico. Así, Sacristán recordaba que el informe al Club de Roma de los años ochenta sobre enseñanza cifraba en más del 50% de la inversión total la cuota que, en todo el mundo, se llevaba la investigación militar, muy por encima de la dedicada a alimentación que, en aquellos años, no rebasaba el 17%.

2ª. En los dos ámbitos considerados en el punto anterior, prosigue Sacristán, la ciencia está determinada por la base de la formación social en su totalidad. Entiende Sacristán por determinación, la fundamentación real, su posibilitación: una base hace posible, no inevitable, la actuación de una fuerza productiva o el desarrollo de un contenido sobrestructural, sea este político o ideológico.

3ª. La génesis de la ciencia, como realidad concreta, es por tanto histórica. Es correcto en este sentido, y sólo en este sentido, matizaba Sacristán, usar expresiones incorrectamente usadas por el stalinismo-zdanovismo como "ciencia esclavista", "ciencia feudal" o "ciencia capitalista". Para él era preferible usar el adjetivo que indicaba el sistema social: mejor 'ciencia capitalista' que 'ciencia burguesa', por ejemplo, ya que de este modo se aludía más ajustadamente a la base posibilitadora de determinadas prácticas científicas.

4ª. Por otra parte, la experiencia histórica mostraba que había que diferenciar la cuestión de la génesis de la cuestión de la validez: productos o elementos de la ciencia esclavista -la geometría euclidiana, por ejemplo- seguían siendo válidos mucho tiempo después de su enunciación. La distinción, añadía Sacristán, entre génesis y validez o vigencia no afectaba a la globalidad concreta, histórica, del fenómeno ciencia sino sólo a partes o elementos suyos.

5ª. La anterior consideración determinaba el surgimiento de la idea de ciencia pura, extrapolación de la experiencia de los contenidos válidos más allá de la formación social en la que tuvieron su génesis. La extrapolación, en suma, de la idea de validez. Sobre este punto, vale la pena retener un comentario de sus "Apuntes de corrección de K I, 1979" (15): "[...] MEW 21 [prólogo a la 2ª edición], "uneigennützige Forschung" [investigación desinteresada], posible incluso en economía política con que la lucha de clases esté sólo en latencia. La posición de Marx parece ser ésta (en este lugar): la ciencia es metaparadigmática en el sentido de proyecto de investigación desinteresada. Y es posible practicarla a toda clase que disponga de los medios materiales e intelectuales para ello (ocio [riqueza] y educación) y no esté amenazada por otra clase ascendente. Con eso está dicho que no toda actividad científica representa una clase. Ni siquiera toda actividad crítica: "Soweit diese Kritik [de la bürgerliche economía) überhaupt eine Klasse vertritt (...)" ((NEW 23,p.22). Notable que Marx escriba, con comillas, " 'bürgerliche' Okönomie". Eso apunta a mi análisis de los sentidos de 'ciencia de la clase X' ".

6ª. Cabía suponer, señalaba Sacristán, componentes ideológicos en toda ciencia concreta, en el fenómeno global de cada momento histórico, "sin perjuicio de la posible validez de algunos de sus componentes para momentos y hasta formaciones e incluso sistemas sociales ulteriores o, en general, diferentes". Lo realmente existente sería, pues, un compacto conjunto científico-ideológico, un sistema ciencia-ideología, con el conocimiento científico puro en uno de sus polos y con posiciones, formulaciones y esquemas ideológicos, más o menos apriorísticos, en el extremo opuesto.

7ª. Por otra parte, numerosos elementos válidos de cada concreción histórica son sin duda incorporables, e incorporados, a ideologías contemporáneas diferenciadas o incluso antagónicas. Ejemplo paradigmático: la teoría de la evolución biológica. Estos elementos válidos realizaban implícitamente el ideal de "verdad objetiva" (que Sacristán entendía como históricamente relativo), pero, precisamente, a través de construcciones ideológicas y no al margen de ellas, como pretendía la epistemología formalista.

8ª. La afirmación de que la objetividad o validez universal o la neutralidad de elementos científicos era un dato, y no una idea reguladora, era, en su opinión, neta ideología apologética. Había una posibilidad, señalaba Sacristán, de que no fuera tal si se afirmaba sólo formalmente, no de la ciencia concreta tal como realmente existía "sino como construcción en sí, sin valor real, como juego (ajedrez)". Pero, añadía, "entonces será ideológica y secundariamente apologética la afirmación de que la ciencia "es " o "no es más que " esa formalidad cerrada de la naturaleza de los juegos".

9º. Había además, concluía Sacristán, un esfuerzo moral detrás de la empresa científica que no era lícito olvidar y que estrechaba las relaciones entre ambos ámbitos: la apuesta por el conocimiento positivo no era, no es, una cuestión obvia, un punto de partida indiscutido sino una toma de posición, un compromiso permanente. Hacer creer que era absurdo combatir por verdades racionales, dada su seguridad gnoseológica y la ausencia de oposición, era simple y llanamente una falsedad histórica y cultural. Si un teorema es certeza (provisional) interna al sistema teórico del que formaba parte, su aplicación práctica era asunto tan moral como pudieran serlo los dogmas de determinadas creencias. Por eso, añadía Sacristán, hay responsabilidad moral del científico.

La experiencia histórica enseñaba que para servir al progresivo descubrimiento de verdades y a la paulatina destrucción de viejas y arraigadas falsedades, la racionalidad de inspiración científica no excluyente debía empezar por no ser sierva, por conquistar un espacio de libertad sin dominación, lo que presuponía una decisión existencial, una apuesta moral: el compromiso de vivir-en ella. A partir de estas consideraciones de epistemología y sociología de la ciencia, ¿qué enfoque debería primar en nuestro atención filosófica al hecho social de la ciencia según Sacristán? ¿Qué urgencias teóricas deberíamos atender primariamente? ¿Qué líneas de reflexión filosófica acaso fuera necesario situar en posiciones subordinadas, lo que en absoluto significaba trasladarlas a lugares donde única y exclusivamente habitara el olvido?


Notas

(10) Manuel Sacristán, "Karl Marx como sociólogo de la ciencia", mientras tanto, nº 16-17, 1983, pp. 9-10. Está anunciada una cuidada edición de este texto y de otros trabajos inéditos de Sacristán por la editorial Trotta en 2004, en edición de Albert Domingo Curto.
(11) En Jonathan Neale, La otra historia de la guerra del Vietnam. Libros El Viejo Topo, Barcelona 2003, pueden encontrarse ejemplos sin discusión de la imbricación industria-avances tecnocientíficos-ejércitos. Especialmente, en el capítulo III, pp. 85-109.
(12) Kanwarjit Singh, director de planificación de Amgen - una de las empresas estadounidenses pioneras en el ámbito de la biotecnología-, al ser preguntado por las normas que guiaban la investigación en su enpresa, por qué se buscaban y comercializaban nuevos fármacos dedicados a curar el resfriado, que no es asunto de vida o muerte, mientras que la investigación era prácticamente nula en enfermedades tan importantes, y tan del Tercer o Cuarto Mundo, como la malaria, señalaba: "(...) No hay una solución simple a esto. Porque en estas compañías hay accionistas que quieren recuperar su inversión. Obviamente si se mira al problema desde la perspectiva de la ONU las prioridades son un poco distintas (!!) que las de una compañía privada" [la cursiva es mía] (El País, 5/5/2004, p.35). E, igualmente, ante la pregunta sobre cuánta investigación hacían ellos y cuánta tomaban de la Universidad, apuntaba: "(...) Antes, la frontera entre lo comercial y la academia estaba muy bien definida. Al principio de la biotecnología se investigaba sobre todo en las universidades, y hubo grandes discusiones sobre si patentar o no. Muchos sólo querían el reconocimiento académico, les bastaba poner su nombre. Ahora ya no: la gente se ha dado cuenta de que la investigación produce grandes ganancias financieras. Así que la frontera se ha vuelto poco clara" (la cursiva es también mía).
(13) Además de los reconocidos trabajos de Vandana Shiva, puede verse sobre este crucial asunto el excelente artículo de Miguel Sánchez Padrón, "La privatización de la ciencia y el conocimiento: el cercamiento de los bienes comunes. Las patentes en biotecnología: el caso de las secuencias genéticas". Revista de Economía Crítica, nº 2, 2003, pp. 169-202.
(14) "Nota para AHR": RUB-FMSL.
(15) RUB-FMSL, carpeta "Apuntes de corrección de K I, 1979". Puede verse una transcripción parcial de estas anotaciones en Manuel Sacristán, Escritos sobre El Capital (y textos afines), op. cit, pp. 194-288.



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