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La insignia
6 de septiembre del 2002


Bibliálogos

Historias del México nuevo


Ariel Ruiz Mondragón
La Insignia. México, septiembre del 2002.


Sam Quinones es un reportero estadounidense free-lance cuyos espléndidos reportajes han aparecido en diversas publicaciones de EEUU y México, entre las que se cuentan Los Angeles Times, Baltimore Sun, Houston Chronicles, San Diego Union Tribune, Chicago Tribune Sunday Magazine, Mexico Bussines Magazine, Milenio, Gatopardo y Expansión. Estudio en la Universidad de Berkeley, donde se graduó en Economía e Historia.

Esta entrevista fue motivada por la aparición de su libro Historias verdaderas del otro México (Planeta, 2002), una antología de sus reportajes en nuestro país y en el que se relatan fascinantes fragmentos de realidades generalmente ignoradas.


Ariel Ruiz (AR): ¿De dónde surgió tu interés por reportear estos temas mexicanos que retratas en tu libro?

Sam Quinones (SQ): En primer lugar, pasé mucho tiempo como periodista de nota roja en Estados Unidos y me encantó: soy adicto a hacer notas de delincuencia y todo eso. Por otro lado, yo soy periodista porque me encanta explorar y contar las cosas. Estamos los seres humanos en el mundo para aprender, para explorar.

De esa idea de explorar y ver algo nuevo, ir a donde los demás no van. Esa es mi perspectiva. Lo que he hecho acá se trata de un periodismo no enfocado en lo oficial. Allá están todos mis amigos y cubren muy bien la parte oficial de México. Yo tenía que buscar otros terrenos, cosa que me gustaba.

Fue por razones económicas y por gusto también. No me gustaba pasar el tiempo con quince, veinte periodistas a la vez siempre, en conferencias de prensa (eso es lo peor del periodismo), sino andar lejos, platicar con gente de manera muy informal, no oficial, muy distinto de lo que se hace con el senador, por ejemplo.

Todo era un escenario completamente nuevo para mi, tenía una sed por conocer, y por eso todo el interés que vertí en las notas que ves en el libro.

AR: ¿Por qué te gusto México?

SQ: Como periodista en California trabajé en un condado en el que el 25% de su población era mexicana. Eso fue del 89 al 92. Yo no hablaba español, y me di cuenta de que no podía comunicarme con una gran parte del público, y de otra cosa: que nuestros países se estaban integrando de una manera inédita e importante. Vi eso como el futuro. Algo para prepararme para el futuro era aprender español y aprender más sobre México.

Mis primeras clases de español en México fueron en Mérida en 1992. Fue la primera vez que viajé más allá de Ensenada y Tijuana. Viví con la familia de Eduardo Luján Ponce, familia muy generosa que recuerdo con mucho cariño. El Sr. Luján es profesor de Comunicación en el Tecnológico de Mérida y recuerdo que tenia mucha interés en la nota roja. Hablamos mucho de eso. Vine para acá, ya hablaba español cuando vine en 1994, pero no lo hablaba bien. Vengo estudio en Cuernavaca y a los dos meses encuentro trabajo en una revista entonces publicada por Excélsior, México Insight, que por cierto ya no existe. No pagaba nada, pero yo no estaba contento en el lugar donde trabajaba, en Washington, que no me convencía mucho aunque pagaban muy bien. Yo estaba muy contento, quería una nueva aventura. A los nueve meses se cerró la revista y me convertí en free-lance, en vez de regresar a Estados Unidos, porque no quería regresar. Quería realmente conocer.

El primer año aquí fue muy difícil, porque no tenía clientes, y sin clientes mueres de hambre. Pero en 1996 y 1997 agarré más clientes y ya realmente era fácil ganar la vida, y además México generaba muchas noticias.

Pero fue por mi interés en las relaciones culturales entre nuestros dos países. Nosotros, como norteamericanos, tenemos que aprender mucho más de lo que es México. Igual los mexicanos tienen el mismo deber: aprender mucho más sobre lo que es realmente Estados Unidos. Así lo veo yo.

AR: Ha habido varias visiones relevantes sobre México que se han dado desde el periodismo estadounidense, como las de Alan Riding y Andrés Oppenheimer. Tu libro se distingue porque está enfocado a retratar a la gente de a pie y no a las élites, y más atento a los cambios culturales que a la política.

SQ: En primer lugar, por ser free-lancero, muy pocos de los miembros de las élites de México iban a hablar conmigo. Pero tampoco me interesaba mucho.

Finalmente, hay muchas cosas en este país que nadie ha tocado, y ese va a ser mi terreno. Me di cuenta de eso en 95-96: que yo no podía competir con las grandes agencias de noticias, y no quería competir tampoco. Quería aprender lo que es México desde otro ángulo, no lo típico.

Cuando me di cuenta de que podía combinar mis reportajes en un libro, me di cuenta de que nadie había escrito algo así. Riding y Oppenheimer, excelentes autores, excelentes periodistas, excelentes libros, pero enfocados a otro México. Mi México, en el que he pasado más tiempo, es el México que no es oficial, no es parte de lo típico, que ni siquiera muchos mexicanos lo saben o lo conocen. Chalino Sánchez -algunos en el norte lo conocen, pero acá nadie-, los paleteros, los basquetbolistas oaxaqueños, los travestis, San Quintín, el Bronx -pasé mucho tiempo con el Bronx en el Congreso, casi nadie lo conoce realmente-, etc. Todo eso fue para abarcar México desde otra puerta.

AR: Hay cierta definición que das de ese México: es el México que no aparece en los grandes titulares de la prensa mexicana. Además de esa, ¿de qué otra forma definirías el "Otro México" del que hablas?

SQ: Ese México se caracteriza por dinamismo, creatividad; puede ser tan miedoso, tan corrupto a veces como todo México, pero también muchas veces no tiene nada que ver con el gobierno. Depende más de su propia creatividad, es listo, inteligente. Es el México de los paleteros de "La Michoacana", de los inmigrantes, Chalino Sánchez, gente que hace su propia vida sin fatalismos, superando su miedo y no dependiendo del gobierno. Han abandonado aquello de "pobres de nosotros, qué vamos a hacer, no podemos hacer nada, entonces no hacemos nada". A mí me molesta esa parte de México, la fatalista.

Este otro México yo creo que ha crecido más con el debilitamiento del PRI y de los tentáculos del gobierno. Todos eso da más espacios a la llamada sociedad civil.

Creo que ese es el México del futuro. El México del pasado es el de los licenciados priístas y las ideas fatalistas. Todo eso hay que dejarlo atrás. Encarar el mundo con valentía y con optimismo. Se puede hacer, los inmigrantes lo hacen.

AR: ¿Cómo ves los intercambios culturales, el trastocamiento de identidad que hay entre los inmigrantes? ¿Cómo ha afectado a México ese intercambio?

SQ: Mucha gente habla de que los inmigrantes pierden sus valores mexicanos. Yo no creo eso, sino que pierden lo malo de la cultura mexicana, como la sumisión ante la autoridad. He visto mucho que los inmigrantes no regresan como se fueron. Vuelven con una idea de que son seres humanos, pagan impuestos, tienen derechos, van a exigir que la autoridad ponga pavimento en su calle, por ejemplo. Regresan así porque han visto otra manera de actuar con el gobierno.

Los inmigrantes regresan con la idea de que "sí podemos, porque hemos visto que sí se puede y lo hemos hecho". Basados en su propia experiencia, muchas veces -aunque no siempre- tienen éxito en progresar económicamente. Pierden el miedo de emprender algo, ya no tienen la misma paciencia con la mediocridad, exigen más. Eso es saludable.

Si tengo que señalar un cambio cultural importante ese sería el primero, pero hay muchos.

AR: Aparte de ese México, o junto a ese México, en varios de los reportajes está retratado un país muy violento.

SQ: El linchamiento en Huejutla, Hidalgo, las muertas de Juárez, Nueva Jerusalén y el último valiente. Puse todo eso sabiendo que iba a ser un poco delicado. La tendencia es ver un México negro o un México blanco. Yo no quería poner la visión de la Cámara de Comercio de México, que todo es bonito, vengan los inversionistas. Hay problemas de violencia, de falta de autoridad y de justicia, impunidad, etc, como todos sabemos.

Puse eso porque vi que es una parte muy importante del país. Puse otras cosas también, como lo de las telenovelas o los paleteros, para dar una idea más amplia de lo que es el país. No todo es negro ni tampoco blanco, es muy complejo.

Mi libro sorprende -eso espero- todo el tiempo y que te da historias de seres humanos que te sorprenden. La violencia es parte de la vida de México, por eso la puse. No voy a cerrar los ojos, ¿en qué lugar no hay: Tijuana, Sinaloa, Guerrero, Michoacán, Chiapas, el mismo DF y el Estado de México?

La violencia que tiene que ver con falta de autoridad y con la impunidad es muy común en México, y es la que describo en el libro. En Estados Unidos también tenemos nuestros propios tipos de violencia, y podemos escribir todo un libro sobre eso.

Parte del desafío del México del siglo XXI es remediar los problemas de impunidad, falta de autoridad y de justicia.

AR: ¿Qué tan riesgosa ha sido tu labor en México?

SQ: Honestamente yo no busco el peligro, busco el entendimiento, tratar de ir a fondo de los asuntos. Mi técnica es sentarme en una banqueta con un señor que puede contarme una parte del temo que estoy trabajando. No hay pistolas, no hay miedo, todo es tranquilo. Así hago el trabajo, y se hace mejor si no temes por tu vida.

Lo que más ha caracterizado mi trabajo en el campo en México es la paciencia: pasar el tiempo esperando, escuchando horas y horas, y caminando. Caminar te ayuda a entender un lugar. Yo he andado por los caminos sin pavimentación, en terracería, millas y millas. Eso te da tiempo para reflexionar y para absorber los alrededores, ayuda mucho a organizar los pensamientos.

AR: Retratas a un México creativo, innovador, que se supera. Por lo que se lee en la última parte, este México estaría simbolizado por Vicente Fox.

SQ: Si. Pensé eso y sigo pensándolo un poco. El problema es que él ha sido menos creativo, menos dinámico en la manera que ha hecho política. Eso me ha decepcionado de Fox. Todavía creo que puede ser un gran presidente, aunque ya es un presidente histórico por haber derrotado al PRI.

En la campaña yo si vi un México emergente, dinámico, creativo y desafiante simbolizado por Fox. El problema es virar el barco, es difícil. Además, si hay cinco capitanes, todos con su propio timón, como es el México de hoy. Para el PRI era más fácil, ya que sometía a todo el país.

¿Tiene la culpa Vicente Fox? Sí. ¿Tiene la culpa el Congreso? Sí ¿Los medios? Claro que sí. El mismo pueblo mexicano tiene un poco la culpa en no cambiar. Los mexicanos pensaron que al cambiar el régimen iba a cambiar el país. Fue sólo el primer cambio de muchos que tienen que darse, y quizá fuera el más fácil de lograr.

Fox fue, y es en cierta forma, el símbolo de un México que está emergiendo, que no quiere depender demasiado del gobierno, que ya no quiere el mismo paternalismo. Por ejemplo, el PRD sigue dependiendo del gobierno demasiado. Esa es mi perspectiva.

AR: Aparte de México que cuentas, está el México que conocíamos desde hace mucho. ¿Crees que el México patrimonialista, clientelar, corporativo, del señorlicenciadismo, se haya agotado?

SQ: No, no. La lucha sigue, no ha terminado. Pero creo que conforme avance el tiempo la lógica va a ser otra. La globalización no permite tanto el paternalismo gubernamental como lo era antes.

Pero lo que se necesita es cambiar esa mentalidad de adorar al poder, al presidente, al gobernador, al hombre de negocios. El país necesita modos de pensar más democráticos, que los ciudadanos acepten su propia responsabilidad en participar en las soluciones y exigir rendición de cuentas.

Esos cambios van a llegar después de un buen rato, es muy difícil que se hagan en un año o en seis.

Espero que México se dé cuenta de las oportunidades que tiene, pero no vienen sin cambios profundos en la sociedad. El mexicano puede tener muchísimo éxito en el mundo, lo ha tenido. Pero requiere enfrentar el mundo con energía, con entusiasmo, sin miedo ni fatalismos.



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